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Bolos

Series cordiales

Cuatro cabezas cortadas y tres desnudos integrales...

Cuatro cabezas cortadas y tres desnudos integrales. Ese fue el resumen del primer capítulo de Juegos de Tronos de un avezado adolescente tras estrenar la primera temporada en su pantalla del móvil plus. Desconozco si era una recomendación de un melancólico profesor del instituto en plan deberes de verano, pero describe el gran impacto de una serie de éxito. La narrativa fantástica nunca me entusiasmó, y mucho menos la medieval, pero reconozco el mérito de David Benioff y D.B. Weiss para crear un producto solvente, marca de la factoría HBO. Los mejores guionistas del cine independiente estadounidense se mudaron a las productoras con relatos bien construidos y atrevidos. De las últimas vale la pena Silicon Valley, pero disfruto con Mad Men, conspiro con House of Cards, me curiosea todavía Scandal, reviso Borgen y me apasionan The Wire y The Blacklist. Y a veces vuelvo a House y a El ala oeste de la Casa Blanca. Me entretienen aún CSI, Castle y Mentes Criminales. Esa renovada narrativa televisiva llega, tarde como siempre pero con fuerza, a las cadenas españolas y las actuales El Principe, Sin identidad y Vis a vis han conseguido equiparse en audiencia y crítica a sus referentes californianos.

Las nuevas tecnologías ayudan a seguir las temporadas de manera cronológica y el consumo en pequeñas pantallas prolifera, incuso antes de la anunciada llegada de Netflix que con su oferta en línea relegará definitivamente el papel que todavía ocupa el principal televisor doméstico. Blogs, chats e intercambio de temporadas como si fueran cromos hace el resto. Las amistades ya no se prestan libros, sino series, aunque recuperarlas cuesta lo mismo. El fenómeno actual se explica por la rápida expansión de copias, pero ha sido constante desde el nacimiento de la televisión, aunque aquellas cándidas Vacaciones en el mar, La Casa de la Pradera o Los ángeles de Charlie provocaron los primeros fans, que luego siguieron con El coche fantástico, Dinastía, Falcon Crest, Hotel, McGyver, Doctor en Alaska, Luz de Luna, Equipo A y siguieron con Perdidos, Mujeres Desesperadas o Sexo en Nueva York.

Nada comparable con ponerse cómodo en el sofá y contemplar al insuperable Tony, puro en mano, conduciendo. Primero sale del túnel Lincoln mientras suena el Wope up this morning y alcanza el peaje de Nueva Jersey, deja el Aeropuerto de Newark, la Estatua de la Libertad, el puente de Pulaski y la Catedral del Sagrado Corazón, el cementerio de Arlington y atraviesa el barrio, el Pizzaland, con la mediática carnicería Satriales, para llegar a casa, la mansión. Nadie ha filmado mejor la cultura popular occidental de principios de siglo. Seis temporadas y 86 episodios para entendernos. Siempre nos quedarán Los Soprano.

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