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Artistas y políticos

Llegaron las elecciones, pasaron las elecciones y dejaron novedades que es lo que deberían de dejar siempre tras de sí, porque si no la gente se aburre y tiene que apuntarse a una comparsa de moros y cristianos, donde no es que se disfracen, no, es que siempre van vestidos así, hasta para ir a hacer footing. De modo que nuevos políticos ocupan antiguos cargos y ya están ellos ahí, expectantes, agazapados, a ver que se pesca. Me refiero a, los llamaremos artistas, que normalmente fían su suerte al albur de quien mande. Los especimenes de los que hablo no hacen muchos distingos entre las distintas opciones, son los que mandan y punto. ¿Qué hay que lamer? (metafóricamente hablando, creo). Se podría decir que los artistas se dividen en tres clases: los agraciados por el poder, los agraciados por el mercado, y los que, como diría Rus, un filósofo agrícola, no arrepleguen ni les de terra. Los primeros citados, que con el cambio de los gobiernos siguen siempre en el machito se subdividen a su vez en tres clases más: los indiscutibles (pocos), a los que los políticos „puede que a veces a su pesar„ tendrán que apoyar; los otros (algunos más), citados más arriba y sin apenas interés, que estrenan chaqueta con cada nuevo gobierno y en tercer lugar los que, porque ya no puede ser, porque lo suyo ya es muy descarado, caen en desgracia. Me parece, para concluir el tema, que los cargos de la administración que sean impermeables a la adulación podrían fumigar de una vez a todas estas garrapatas de los dos últimos apartados. Dicho lo cual quisiera abordar otro aspecto importante de la cuestión y comenzaría a hacerlo sugiriendo a los que están comenzando a gobernarnos que cuando se trate de arte dejen momentáneamente la ideología en la repisa, al lado del gel de ducha. Lo digo por ejemplo porque un artista por que sea ecologista no va a ser mejor artista que otro que no lo sea. Ni por ser nacionalista, ni por ser feminista, ni por ser nada. Porque compilar documentos sobre mujeres maltratadas o sobre superficie forestal quemada estará muy bien pero arte no es. Porque el arte no consiste ni en información ni en comunicación (ni tampoco en reivindicación). Bueno, podría serlo, pero si consiste solo en eso, mejor olvídalo, el arte es otra cosa. El compromiso de cualquier especie desde el campo de lo visual puede estar muy bien pero no garantiza la presencia del arte. Y esto, amigos políticos (a menudo ayunos en arte), es una confusión habitual. Un artista en cambio, y su producto (o mejor el proceso de este), el arte, puede ser un tío que le de vueltas a San Juan de la Cruz como hace Manolo Rey y que sea de paso uno de los mejores artistas valencianos (aunque de origen asturiano). Y no se le ocurre poner en sus cuadros Nuclear, no gracias, ni Asturias patria querida.

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