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Andrea Bajani

«La literatura debería incomodar al mundo, no dejarlo dormir tranquilo»

Andrea Bajani, (Roma, 1975). rawpixel/shutterstock.com

El locutor más famoso de la radio deportiva en España en los años ’80 y ’90 acuñó su famoso «saludos cordiales», que luego fue muy popular; pero en un despido, ¿qué es más hipócrita, los «cordiales» o los «saludos»?

Ninguno de las dos. Es un problema de lenguaje y, por lo tanto, depende de cómo se use. La cordialidad es bellísima: habla del corazón. Significa hablar con el corazón en la mano, atribuir verdad a lo que se dice. En general, indica algo vital: usar las palabras para acompañar a la vida. En el caso de esta novela, las palabras se utilizan para matar, aunque profesionalmente, a alguien, por lo que están envenenadas. Es una especie de paro cardíaco.

Italia y media Europa ha exportado su gastronomía a Estados Unidos, y ellos el trabajo precario. ¿Han ganado?

Quién gana se ve, normalmente, al final del partido. Aquí no sabemos cuándo termina, y nadie nos ha explicado las reglas del juego. A juzgar por la cantidad de antidepresivos que se consumen a diario en Europa y en los Estados Unidos, diría que no estamos ganando. Pero queda mucho partido. Podremos exportar antidepresivos incluso al Este.

¿También la cultura popular?

La cultura popular ha existido siempre. No haríamos sinónimos ni de cosas de bajo ni de alto nivel. El postmoderno se nutre también de cultura popular. Frecuentemente se tiende a exportar lo peor: no sabría decir por qué, y no creo que haya una razón específica, pero parece que es así.

¿Le gusta «Los Soprano», la familia ante todo?

No he visto nunca la serie.

Con el consumo cultural uniformado, ¿qué papel le queda a la literatura?

La literatura siempre ha estado sola: ésa es, quizá, su fortuna. Cuando se convierte en literatura de Estado, como sabemos, queda aguada, pierde sustancia, se hace servil. El problema es más bien que la literatura no debería dejar solo al mundo: lo tendría que incomodar, no dejarlo dormir tranquilo. La literatura de entretenimiento (o mucha de la literatura de entretenimiento, porque también ahí hay cosas de calidad) deja dormir al mundo tranquilamente.

Antonio Tabucchi ha dicho que ha leído su libro «con una emoción que la literatura italiana no me ha dado».

Antonio Tabucchi ha sido uno de los últimos escritores italianos que ha dado mucho a la literatura. Todo, creo. Esa silla se ha quedado vacía. Lo importante es no dejarla en el desván entre las cosas viejas. Su amistad y su confianza en mi trabajo están entre las cosas que hoy me conmueven más.

¿Confía que los jóvenes lean más de 140 caracteres?

Los jóvenes no existen. Existe Marco, Andrea, Luca, Matteo, Giacomo. Y cada uno se expresa de manera diferente. Algunos no hablan; otros hablan muchísimo. Algunos no leen; otros no pueden prescindir.

«Saludos cordiales» ha llegado a España este año, pero fue publicado en el 2005, antes de la gran crisis.

¿Por qué ahora?

Porque vivimos en un tiempo bloqueado. Todo es inmóvil a pesar de las retóricas de la velocidad. Estamos dentro de una crisis cultural, antes que económica. No conseguimos imaginar el futuro: sin eso no se va a ningún sitio. No hay poesía, ni política sin imaginación. Es una enfermedad de la imaginación. Si no existe el futuro, todo da igual, y dentro de diez años será exactamente como es ahora y como era en el 2005.

¿Y dónde está Italia?

La definición de Wikipedia es muy clara. No tengo mucho que añadir.

Y la Europa después del referéndum griego, ¿tiene algo de ridículo en la sociedad contemporánea?

Todos tenemos algo de ridículo. Es nuestra fortuna más grande.

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