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Material sensible

Malas artes

Nos convocó Margarita Ruiz a una cena en la que nos reunimos unas treinta personas de nuestro curso de Bellas Artes

Nos convocó Margarita Ruiz a una cena en la que nos reunimos unas treinta personas de nuestro curso de Bellas Artes. Margarita fue (totalmente) la sex-symbol de nuestra promoción y de toda la facultad. Propietaria del Café Infanta, nos citó allí a un encuentro que nos haría revivir viejos tiempos.

Aquellos fueron tiempos convulsos en BBAA y lo fueron sin duda porque en aquel mismo momento Bellas Artes transitaba de escuela superior a facultad universitaria con todo lo que ello implicaba. Los de nuestro curso éramos la primera promoción del nuevo plan de estudios universitario, que por cierto „al menos en aquel entonces„ era calcado al anterior, si exceptuamos los nombres de las asignaturas, y nos pasaríamos casi toda la carrera enfrentados a la (nueva) dirección así como al resto de cursos. Si obviamos a un panoli de nuestro curso adicto al régimen, el resto éramos una piña.

Y el régimen estaba comandado por unos cuantos profesores de estirpe estalinista que (vaya jodía casualidad) vinieron a dejarse caer por allí justo cuando BBAA pasaba a convertirse en facultad y se ve que pensaron que ya que estaban allí estaría bien hacerse cargo del tinglado. Me parece que la célula estalinista de Bellas Artes debió de ser la célula estalinista que mejor funcionó de la historia y su éxito se basaba en que casi nadie sabía que formaba parte de una célula estalinista (se puede decir que en BBAA la política siempre había sido escasa y, si exceptuamos a un botarate que quería montarla, tampoco había tuna). Bien, se puede decir que logrados los últimos objetivos, dichos profesores iniciarían un agiornamento hacia posiciones más pragmáticas y cómodas, o sea, hacia el PSOE y el PP. Lo normal.

No me pregunten porqué, aunque a lo mejor sería por inteligencia, los de mi promoción, al contrario que las otras promociones simultáneas, calaríamos enseguida a los nuevos y tan modernos profesores y nos enfrentaríamos a ellos. Un curso, levantisco como el nuestro, que por no disponer de taquillas (artefacto bastante necesario en esos estudios) iniciaba un encierro. Los del curso nos reuníamos en un aula para ver nuestras cosas porque cuando íbamos a la asamblea de todos los cursos, abducida por el soviet, no teníamos nada que hacer.

Un día, estando en esas, entra al aula un tío de la camarilla que tenía un mechón blanco sobre la frente, como el jefe de los gremlins, y al preguntarle que hacía allí dice el nota que estaba matriculado de una asignatura de nuestro curso y tenía derecho a estar. Dos chicas, que eran las mejores, lo sacaron a patadas. Al gremlin espía.

Que lástima. Me quedaba alguna cosita por contar pero se me ha acabado el papel.

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