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Sin, so, sobre, tras

Hola. Espero que por una vez esta columna se deje de humorismos y pase a decir cosas serias, y ya que se supone que la misma trata de arte comenzaré diciendo lo nunca antes pronunciado o escrito (creo) y que es que los que más saben de (de) arte son los artistas. En cuanto a saber sobre (sobre) arte, que es toda otra cosa, en primer lugar estarían los directores y conservadores de museos (que por algo estarán allí, digo yo); en segundo lugar en el top seven, empatados, galeristas y coleccionistas (y no todos); en tercer puesto los críticos (quien lo sea), seguidos por profesores de Hª del Arte, Estética y todas esas cosas; en el quinto los aficionados al arte; en el sexto la gente en general y en último puesto los expertos en arte.

Naturalmente esto no es más que una generalización, pero se debe entender que me refiero en cada apartado a los pertenecientes al mismo que, digamos, cumplen las expectativas. Y ahora, cómo no, pasaremos a las necesarias apostillas. Respecto a la primera especie citada en este papel, como dijo Joan Brossa -y yo estoy con él- hay dos clases de artistas: los artistas activos y los artistas pasivos. Los primeros serían lo que se entiende habitualmente por «artistas» y los artistas pasivos, los que, sin fabricar arte, sin elaborar arte, participan del hecho artístico, lo que no consiste en entrar a una galería a ver cuadros o un montón de trastos o lo que sea, sino tal vez en seguir y entender el proceso -o los procesos- de un artista desde el principio, hasta que esa obra ya no importe tanto porque hay otra en marcha.

Podremos encontrar ejemplos y ejemplares de artistas pasivos (pocos, al igual que de activos) en la escala de saberes de más arriba y excepto en los dos últimos apartados, porque entre la gente en general es difícil y entre los expertos en arte es prácticamente imposible. La de experto en arte es una categoría peliaguda porque, generalmente, viene precedida de una revelación o cuando menos de una epifanía. Un bien día, uno siente un fogonazo, se levanta (de la cama) como si se hallara en el camino de Damasco y se da cuenta de que, aunque nunca lo había sospechado, aunque el hecho no deja de asombrarle, es un experto en arte. Y como sabe escribir (admitamos pulpo) piensa que, aunque también podría hacerlo sobre mecánica de fluidos, prefiere escribir sobre arte. Así que, oye, se le da muy bien y escribe textos bien escritos y como están bien escritos parece que digan algo. Pero vuélvanlo a leer. No dice nada.

Es también, aunque traído un poco por los pelos, como si uno por ser licenciado en Psicología pudiera ser considerado psicólogo u otro por licenciado en Bellas Artes (o profesor) fuera a ser artista. O el otro que por haber seguido un máster sobre la estulticia tuviera que ser estulto (esto ya sería aún más grave).

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