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Noé Sendas: Enigma es la imagen

Escribió Ítalo Calvino en Los amores difíciles que «El paso entre la realidad que ha de ser fotografiada porque nos parece bella y la realidad que nos parece bella porque ha sido fotografiada, es brevísimo»

Inquietantes y bellas, resultan las imágenes apropiadas y redefinidas mediante cortes, difuminaciones o collages por el artista belga Noé Sendas, que lo entroncan con los trabajos fotográficos de grandes como Fox Talbot, Molinier e, incluso, la primera Cindy Sherman.

Con esos pasos andamos, tan breves -como los rostros que decía John Berger- contemplando la primera exposición en Valencia de Noé Sendas (Bruselas, 1972), Recent Works. Tan breves, por el pequeño formato, pero cuidadas al extremo y con una museografía total, estas fotografías nos permiten disfrutar del meticuloso trabajo de un artista para quien la labor de archivo es fundamental desde el inicio de su carrera a finales de los noventa: vídeos, esculturas, instalaciones, hasta llegar a estas inquietantes fotografías fundadas en la apropiación de imágenes ya existentes, en el collage y la tergiversación de los originales casi como un modelado de esculturas dentro de la foto -en un proceso postfotográfico que diría Joan Fontcuberta- por el que se eliminan fragmentos del cuerpo de las protagonistas o se les suman planos que las ocultan.

El trabajo de edición y retoque en Sendas plantea la recomposición de sus enigmáticos personajes -a caballo entre las desapariciones surrealistas y la geometría de los ballets mecánicos- alterando la percepción de las escenas y generando una mirada sorprendida sobre la relación de esas figuras con el contexto, cierto misterio respecto de la construcción del arquetipo de belleza femenina y la época a la que corresponden, quizás por la persistencia del blanco y negro. El encaje de las piezas, con claras referencias al cine clásico, muy literarias, o al paso de las modas, da forma a una fuga onírica en las sombras, los gestos difuminados, al tiempo que dibuja una censura en la construcción del cuerpo femenino: me refiero a las líneas como cortes por donde se escapa y que lo vinculan secretamente con la arquitectura, y a la elegante contundencia de los planos geométricos interpuestos que, como un extraño y sintético traje de baile, lo ocultan.

Las tres series que expone Sendas: Crystal Girl, Fugitiva y Wallpaper -la única para la que sí realizó la fotos originales por encargo de la revista homónima- esgrimen ese instante de extrañeza que se cifra en una suerte de tensa «pausa en movimiento», como un fundido en negro -esa fue la sensación- que desencadenará ante nuestra mirada detenida vínculos con The pencil of nature de William Fox Talbot, con las fotos y collages de Pierre Molinier, con las primeras series de Cindy Sherman o hasta con la retórica visual de Helena Almeida y su ocultarse detrás de planos pictóricos.

Todas estas fotos dan forma a un pensamiento suspendido, tan breve, condensado doblemente en la operación de apropiación y manipulación que desdibuja su origen, su índice de veracidad documental, y nos permite centrar la atención en mínimos detalles si acaso subrayados como enigmas de un sistema, de su bella realidad posible.

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