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Material sensible

Dos imbéciles

Vimos en las noticias de mediodía a un supuesto artista e imbécil manifiesto que se había dedicado a ir 200 veces a comulgar para así extraer de la iglesia, escondidas en su boca, 200 hostias consagradas. Todo ello con el objetivo de disponer las formas dibujando letras que formasen la palabra «pederastia». En la novela El cementerio de Praga de Umberto Eco el personaje de una mendiga usa de la misma estratagema para aprovisionar de sagradas hostias a quienes las destinan a misas negras. Según la novela los satánicos, a su sacrílega manera, son creyentes, de ahí que cuenten con que las formas estén consagradas. Para el imbécil del que hablo, en principio esto último debería ser irrelevante ya que lo aceptado como arte (con lo cual no estoy diciendo que las actividades de nuestro imbécil lo sean) cuando se manifiesta como tal no puede hacerlo sino como representación.

El motivo de que nuestro imbécil se dedique a robar hostias consagradas de la iglesia no es otro que escandalizar para llamar la atención, o como no pudo decir mejor una voz femenina en off no identificada durante la noticia, como el artista imbécil no puede destacar por la calidad de su trabajo intenta destacar mediante el escándalo.

No abordaré aquí el hecho de si soy creyente, pues explicaciones y apostillas nos llevarían al final de la columna, pero sí puedo concluir con rapidez que practicante no soy, lo que no me impide pensar que las creencias de la gente, sus ideas, costumbres y objetos considerados sagrados deban ser respetados, aunque también podamos excluir aquí las aberraciones y mamarrachadas pseudoreligiosas que campan por ahí.

De modo que nuestro imbécil (y conforme avanza la columna la masa gravitatoria de su imbecilidad no deja de aumentar) busca fama y fortuna a toda costa. Como aquel otro imbécil que presentó hace dos o tres años en Arco, y en un patético refrito de Maurizio Cattelan, aquel muñeco de Franco dentro de una nevera de cocacolas. Pareció que este imbécil consiguió su objetivo: los cinco o seis días que duró la feria su particular Franco refrescado salió en todos los telediarios. Pero creo que no lo logró, ¿recuerda alguien como se llama este otro imbécil? Nadie sabe como se llama el imbécil nº 2, que ha seguido intentando en los sucesivos Arcos llamar la atención al precio que sea. Y después nos quejamos de que el vulgo considere el arte contemporáneo eso, una imbecilidad, una tomadura de pelo o algo peor, como en el caso de más arriba, y todo en buena parte debido a graciosos como estos y también a imbéciles de galeristas que les dan cobijo.

Tampoco se sabe el nombre del imbécil nº 1, que junto con el 2, ya están multiplicándose por el cero del que nunca debían haber salido.

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