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Material sensible

Picasso para torpes

Con mi habitual desparpajo (aunque haya quien le llame jeta) le pedí en su momento a Ferran Belda que el periódico me regalara la Gran Enciclopedia de la Comunidad Valenciana que andaba promocionando. El motivo, aparte de que el saber no ocupa lugar, era que con la entrada de mi nombre y persona venía una foto bastante chula que quería enseñar a mamá, porque a todas las mamás esas cosas les chiflan. Así que me llamó otro día una chica del departamento de promociones para decirme que en atención a que era colaborador del diario se me ofertaba la obra al 50%, lo que me parecía muy bien, pero que dado que ese día era mi cumpleaños (y era verdad: 21 de mayo) por qué no me la regalaban.

Pues me la regalaron. Muchas gracias. Así que ya que estamos se me ha ocurrido mirar si se me insertaba (también gratis) un anuncio por palabras, sobre un negocio que voy a poner en marcha, y no ha habido tanta suerte. No va a poder ser. De modo que lo voy a traer a esta columna, lo que por otra parte es más apropiado que encontrarlo entre las chicas de alterne.

«SE BUSCAN BUENOS FALSIFICADORES DE CUADROS DE PICASSO». Interesantes comisiones sobre las ventas. Posibilidad de promoción. Señor Pepe 632782830» y esto es, aunque tendré que dar alguna explicación, porque es que el mercado de las falsificaciones de Picasso está en las últimas. Hemos podido ver, ahora mismo, en la tele, en la prensa, en todos lados y repetidamente, una partida de falsificaciones de cuadros del pintor, que mira, procuro cuando escribo repetirme poco y salvo las preposiciones, de las que no puedes huir salvo que te lances a declinar, y las conjunciones, procuro usar un lenguaje un poco variado, vaya. Pero es que aunque la expresión «de chiste» la reservo para las grandes ocasiones, esta las sobrepasa y habrá que decir que esos torpísimos remedos de Picasso son de chiste, pero de gangosos.

Me imagino a los pardillos de esa banda teniendo una reunión junto a una mesa camilla como en Atraco a las tres, para colocar unos cuantos cuadros, joder, absolutamente ridículos, de Picachu (como lo llamaba Cándida, la protagonista de la película del mismo nombre que vi ayer). Porque si bien te fijas, son cuadros de Picachu, no de Picasso.

De los de la banda, que una vez desestimado el primer plan (el del atraco a las tres) deciden ingresar en el mundo del arte, solo podemos (a parte de constatar que son muy burros) preguntarnos, desde el pintor, que pinta a Picachu así porque el ve a Picasso así, pasando por el que va al bar a por los carajillos, hasta al cerebro (¿uh?) que ha hecho el plan, solo podemos preguntarnos, digo, de qué cotolengo han salido.

Como muy burros han de ser los ricachones (si los hubiera, que me temo que sí) dispuestos a comprar esos espantajos como si fueran picassos. En Grecia, en Roma, durante el Renacimiento, había gente que no solo es que fuera culta por ser rica sino también al revés. Pero aquí y ahora no tienes más que mirar en el Hola las casas de alguna gente de pasta, en las que por cierto se echa a faltar algún Picachu.

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