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Amandine Urruty

Amandine Urruty

Personajes antropomórficos posando juntos, como en familia, sobre una estructura entre mineral y orgánica, un paisaje irreal lleno de misterio por el que campan bichejos que se arrastran por la tierra, alimañas que vuelan o escalan hacia el cielo, una docenas de símbolos diferentes que recuerda a la obra de El Bosco, son el espejo contemporáneo en el que la artista francesa Amandine Urruty refleja nuestra sociedad.

Natural de Toulouse, Urruty vive y trabaja en París, donde desarrolló una temprana carrera musical que hace algún tiempo dejó atrás para centrarse en el dibujo y la pintura. Con 33 años ha expuesto en Berlín, Hamburgo, Lyon, California, Nueva York, Denver, Bangkok, Madrid y ahora por primera vez en Valencia, en la galería Plastic Murs, espacio dinámico especializado en surrealismo pop, lowbrow e ilustración, que dirige el joven galerista Vicente Torres en el corazón de Ruzafa.

Little Secrets es una exposición tan intrigante como la propia artista, que utiliza su cama a modo de caballete y se basta de grafito, papel, un ordenador, lámpara y colchón para producir una muestra entera, sirviendo su habitación de estudio adaptada a una ciudad donde los metros cuadrados valen oro.

Elegante pero a la vez obscena y barroca, la obra de Urruty mezcla con astucia temas sacrosantos y paganos valiéndose de la simbología alegórica clásica y el retrato laico, mientras toma del imaginario colectivo de los que crecieron entre los años 80 y 90 figuras conocidas reinterpretadas. La muerte, la inocencia, la lujuria, el humor, el amor, conceptos representados por un fantasma, un niño, un animal, un reloj, un esqueleto o una calavera. Slimer (Moquete en la versión doblada al español de Los Cazafantasmas) con su boca enorme de pegajoso ectoplasma, Cousin Itt (Primo Eso, seductor y risueño ente cubierto de pelo en La Familia Addams), Tomás, el amigo imaginario de El Orfanato, un niño con la cara tapada por una bolsa con dos agujeros en los ojos, todos están presentes y hablan al espectador mediante gestos.

Casas de muñecas en las que juegan gatos, globos fálicos, salchichas que recuerdan a una etapa anterior del filipino Manuel Ocampo o al trabajo del chileno Víctor Castillo, elementos que evocan Star Wars, disfraces de Halloween, seres diminutos que tienen literalmente un ano por cara o un pecho por cabeza con nariz de pezón, un cerebro con ojos o cabello que se convierte en muchas serpientes... El terror parodiado o quizás elevado a objeto de culto.

Los pequeños secretos que desvela esta muestra de fenómenos inmersos en una escenografía súper saturada de ingredientes en blanco y negro no son otros que los que esconde nuestra infancia. Tiene un punto oscuro que no deja de atraer a la vez que enturbia, «consigue jugar con iconos actuales a lo Hello Kitty sin un resultado ñoño», explica Torres, a lo que añade que la artista se inspira en la pintura flamenca y hasta ahora no había en sus obras rostros humanos tal cual, si no que siempre recurría en exclusiva a formas animales para expresarse.

La animalidad que acompaña a los infantes y hace de ellos seres susceptibles de ejercer o no cierta crueldad es el hilo conductor de la exposición que se pregunta qué esconden los niños, reverberación del subconsciente de los adultos. Porque desestabilizar la presunción de que todo ser humano es puro e inocente durante su infancia es incómodo, Urruty mete el dedo en la llaga con ironía y comicidad.

Para los amantes de Tim Burton, salvando las distancias, una de estas piezas puede ser el regalo perfecto a transportar por los Reyes Magos y así lo han considerado algunos pues se aprecian puntos rojos sobre los muros de la galería. Hasta el 21 de enero está abierta la exposición de martes a sábado, ofreciendo obras de variados tamaños cuyos precios oscilan entre los 400 y los 4.000 euros. «Las que no se vendan serán expuestas en la feria JustMad durante febrero en Madrid», concluye el galerista, que se abre paso en el panorama artístico internacional.

*Crítica de arte y comisaria

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