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Transitando por la deconstrucción literaria

Autor inclasificable, en sintonía con las vanguardias y atento a los géneros literarios clásicos, el santanderino Luis Rodríguez, residente en Benicàssim, vuelve a sorprender con su nuevo y desconcertante libro.

Transitando por la deconstrucción literaria

Con tan sólo dos escritos publicados La soledad del cometa y Noviemvre (sí con uve, deliberadamente así por voluntad expresa del autor), Luis Rodríguez se ha convertido en todo un autor de culto, un rara avis que llega al panorama literario como una bocanada de aire fresco, muy peculiar, lleno de registros diferenciadores y utilizando la metaliteratura para proponer al lector un auténtico juego literario en el que caerá completamente hechizado o del que se alejará por no responder a expectativas literarias más comunes. Con los textos de Luís Rodríguez no hay posibilidad de medias tintas: lo tomas o lo dejas, pero no se puede permanecer indiferente a su propuesta.

El periodista y escritor Álvaro Colomer, declarado fan del escritor lo califica de ese «autor secreto que todo amante de la literatura desea»; Vicente Luis Mora también escritor y crítico literario le define como «una especie aparte de escritor, una exquisita rareza que no se parece escribiendo a nadie, ni siquiera así mismo»; y el librero Juan Vicente Centelles proclama que «Es la revolución literaria del siglo xxi... Literatura a cuchilladas, salvaje, sin regodeos. Un ´purasangre´ que sale del armario para desconcertar al lector». Así que los amantes de la diferencia están de bienvenida porque verdaderamente todos los textos de Luis Rodríguez y el recientemente publicado, La herida se mueve, son escritos para adentrarse en ellos sin estereotipos, sólo con la intención de sorprenderse a cada renglón escrito.

Luis Rodríguez tal y como argumentan sus seguidores es un autor inclasificable al igual que sus escritos que no podrían encasillarse en ningún género literario. Sin embargo, desde el comienzo de La herida se mueve, el lector tiene la sensación de estar ante una deconstrucción literaria, partiendo de géneros muy clásicos. De igual manera que Ferran Adrià revolucionó la alta gastronomía, ennobleciendo platos muy comunes: la tortilla de patata, los espaguetis carbonara o el corte de parmesano, tenemos la impresión de que Luis Rodríguez subvierte géneros tan clásicos como los westerns o el género negro e incluso la literatura de viajes y aventuras. En La herida se mueve, el lector merodea por terrenos transitables para llegar a parajes absolutamente desconocidos y vírgenes. Y mientras el lector se halla sumido entre sus páginas vienen a la mente textos tan dispares como lo puedan ser el Suttree de Cormac MacCarthy, Pedro Páramo de Juan Rulfo, El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad o Los silencios del porvenir de Elena Garro. De ahí que sea un gesto inútil el intentar clasificar la literatura que practica Luis Rodríguez.

El autor procede de Santander y vive desde hace años en Benicàssim, su lenguaje es el del castellano profundo, sin regodeos ni verbigracia innecesaria y ese es quizá uno de los mayores atractivos de sus escritos, su utilización cuidadosa y meticulosa del castellano para adentrarnos en un mundo muy propio y personal. Sus referencias bibliográficas en el texto que reseñamos van desde Arthur Koestler a Paul Valéry y R.L. Stevenson pasando, ¿cómo no? por el inevitable Diccionario de la Lengua Española. La escritura de Luis Rodríquez, se asemeja a la literatura de vanguardias de principios del siglo xx, su apuesta nos remite también a los «corazones automáticos» del Futurismo, de lo que no hay duda es de que es absolutamente sincera y viene de un lector voraz, con vocación de oficio. No puede decirse de qué trata La herida se mueve, ni dónde está ambientada la historia, ni quiénes son sus protagonistas, ni qué nos cuenta, tan sólo podemos recomendar su lectura a quienes gusten de textos insólitos, adentrarse en la propuesta de Luis Rodríguez y dejarse llevar por su mundo singular. Así sin más: lo tomas o lo dejas.

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