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Una nueva sensualidad pictórica

Una nueva sensualidad pictórica

Primera individual valenciana de Ana H. del Amo (Cáceres, 1977), artista formada en Barcelona que ha sabido desarrollar lo pictórico hacia ámbitos disciplinares como el dibujo, la escultura o los ensamblaje sin perder esa radical concepción de materia coloreada. En estos tiempos en el que adjetivo expandido se ha extendido como un explosivo contaminante que todo lo invade, se agradece muy especialmente la sobriedad, la seriedad y la sensibilidad de las que hace gala (sin ninguna ostentación) A.H. del Amo para explorar las posibilidades expresivas de la pintura en tanto que color material. Académicamente (las academias se consolidaron bajo los rigores racionalistas del neoclasicimo) el color quedaba malparado por su incontrolable subjetividad alejado de la objetividad del dibujo y la realidad objetual del volumen. Después, las sucesivas vanguardias del pasado siglo se empeñaron en anunciar la muerte de una pintura que, sin embargo, no deja de salir a flote, contra viento y marea.

Yendo más allá de la secular bidimensionalidad rectangular del cuadro, con una exquisita capacidad de abstracción -abstraer es reducir algo a su mínima esencia o noción-, del Amo se queda con el color y el gesto como los dos elementos simples (también en su sentido alquímico) con los que compone un personal y nada grandilocuente sistema micro planetario en el flotan suspendidos en paredes, o sencillamente se posan sobre suelo, un conjunto de elementos geometrizantes de sensualidad e intuición puramente pictóricas. Frente a la frialdad y el rigor atribuidos a lo geométrico, frente al peso y el volumen asociados tradicionalmente a lo escultórico, las piezas de Ana H. del Amo destilan calidez y ligereza, propiedades más próximas al aire y su poder de ensoñación. De hecho, sutiles sensaciones rondan nuestra cabeza y agitan nuestros sentidos mientras recorremos pausadamente las dos modestas salas yendo de una obra a otra, tratando de percibir los detalles que permiten disfrutar a fondo de su innegable dimensión poética.

La escala reducida, los materiales recuperados, la madera como materia de reflexión, los trazos de pintura que recorren matizando las aristas que dejan de ser secantes y cortantes, vivificando la geometría ya no mecánica, los trazos de piel de formas y colores cuidadosamente elegidos y dispuestos como extensiones orgánicas y dinámicas... Todo incide en un planteamiento profundamente marcado por la intuición y la introspección más personales; una bocanada de aire fresco en un mundo -al que el mundillo del arte no es ajeno- excesivamente dominado por una supuesta racionalidad marcada por las últimas tendencias al uso, bien en sus derivas, ora espectaculares, ora pretendidamente socio políticas, ambas tan recurrentes como el explosivo expandido al que aludía más arriba. A destacar, por el contrario, la atmósfera recogida y silenciosa que genera un trabajo de largo recorrido, animado por una inquietud creadora que bebe en las aguas tranquilas de una tradición renovada.

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