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Speaking in tongues

Salió en estas páginas un reportaje sobre una pareja de pintores. Pareja sentimental y equipo artístico a la vez, a los que no conocía, y lo que viene a continuación no es parte propiamente del tema de este papel sino que me detendré un momento en este aspecto que siempre me ha llamado la atención y que es precisamente el de las parejas de artistas.

Robert y Sonia Delaunay, Diego Rivera y Frida Kahlo, Menchu Lamas y Antón Patiño, son los primeros que se me acuden de lo que sería una larga lista, con lo que convendremos que el hecho no es extraño sino incluso usual, solo que por lo que a mí respecta siempre se me ha antojado remoto. Antes incluso de entrar en Bellas Artes la de tener una pareja del oficio era una idea que me repelía bastante. Ya cursando esos estudios (suponiendo que se les pueda llamar así) tendría mis más y mis menos con alguna compañera, pero lo que se dice una pareja oriunda nunca tuve. Siempre he pensado que podría tener relaciones, de mayor o menor estabilidad, con artistas de otras disciplinas (con la Pantoja no), incluso artistas visuales, pero con artistas plásticas, pues no.

Y no me pregunten el porqué de mi prevención, o más bien de mi prejuicio, porque no lo sé (o a lo mejor es el temor a que la pintora me gorree mis Liquitex), además es notorio que nunca sabes de que agua vas a beber, porque, ¿y si aparece un clon de Leonora Carrigton y me cuelo por ella? No hay certezas.

Vale. Decía que iba a ser un momento y ya vamos por media columna. Pero no se preocupen: es un fenómeno óptico (como la columna es ten estrecha€). Lo que venía a comentar aquí es algo que decía el pintor feliz y pictóricamente emparejado cuando expresaba su queja de que en València la mayoría de pintores les pusieran a las obras títulos en castellano ¡y hasta algunos en inglés! Pues mira, yo sin ir más lejos (y como antes, respecto a lo de las partenaires pintoras, por lo que a mí se refiere y sin pretender convencer a nadie de nada) así que yo mismo, digo, no solo escribo los títulos, sino que también escribo (o pinto) inscripciones en mis obras en valenciano, castellano, francés, inglés y latín; o sea los idiomas que estudié, lo que no quiere decir que sepa. También a veces palabras o frases en griego, que también estudié y tampoco sé, aunque con el griego casi siempre tienes que acudir al diccionario porque este idioma (el griego clásico al menos) tiene dos es, dos íes y dos oes, con lo cual a veces, sabiendo la palabra no sabes la grafía exacta. Con el francés también se frecuenta el diccionario por la dificultad de sus acentos: hay tres tildes distintas y palabras acentuadas dos veces.

Me parece que estas cosas para el arte resultan enriquecedoras (siempre que haya algo que enriquecer). Tal vez no lo sean para la didáctica, pero me pragunto -y perdona Encarna- que tendrán que ver la didáctica y el arte. A principios de 2010 me compré The Catalogue, la (casi) integral de Krafwerk. Antes, en algunos discos sueltos, no había advertido que los alemanes (de Dusseldorf, como Beuys) ponen la parte vocal en alemán, inglés, español (a menudo), francés e italiano (también en japonés, idioma del país más europeo y más japonés de Asia). Descubrí por tanto, que Kraftwerk, como yo mismo, son europeístas y también diría que eurocéntricos, lo que tampoco veo mal.

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