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La sombra

Si he de ser sincero comencé a leerme las columnas de Estrella de Diego limitándome a su nombre. En primer lugar es un nombre tan bueno como cualquier otro, pero tratándose del tema que se trata creo que es aún mejor. El nombre, Estrella, me parece muy adecuado para este mundo del arte y los tiempos que corren. En cuanto al apellido siempre me va a recordar la coctelería del mismo nombre a la que, junto con el Cock, unas casas más abajo, siempre vamos los pueblerinos durante Arco y adonde, fuera de temporada, íbamos Carlos Pérez y yo expresamente a tomar old fashioneds.

Después ya fui un poco más lejos y comencé a leer sus columnas y, más tarde, sus críticas, y oye, están muy bien. Estrella escribe lo que le da la gana, y no lo critico, ya que yo hago lo mismo excepto cuando debo escribir sobre alguna de mis bêtes noires. Que ellos serán mis bêtes noires, pero yo soy su pesadilla. Ahora, Estrella, esta última columna tuya, tampoco se trata de que no me haya gustado, es solo que me parece que por ahí los tiros no van.

Salí de la cama como suelo hacerlo, es decir, totalmente out. Me puse delante del café y de Ana Rosa, y Carmen me da la noticia: traen a Bilbao La Sombra de Warhol. Un caso más del azar objetivo que definió Bretón: me encuentra pintando unos cuadros a propósito del arquetipo de la sombra según C. G. Jung. y me pilla además leyendo los comentarios al Liber Novus del mismo psiquiatra, psicólogo y psicoanalista suizo. Y si puede parecer que aquí salgo por peteneras será porque desde que, ya hace años, que conozco la serie de Andy Warhol, siempre he pensado que Warhol se refería a Jung.

Tuve la suerte no ya de ver reproducida alguna de las piezas de la serie sino de ver fotos de la instalación de la serie completa, que aunque en sus partes constituyan obras autónomas que funcionan perfectamente por sí mismas, la serie en su totalidad, bueno, es impresionante. Es moneda corriente creer que Warhol era una especie de ágrafo (ni escribía, ni dictaba sus diarios: los grababa) e iletrado que se nutría exclusivamente de baja cultura (o cultura popular, que no es lo mismo que cultura pop) y ya sabes: wow, uauh, y todo eso. Pero hay variados testimonios que aseguran que Warhol era un lector impenitente y de intereses muy variados (lo que tampoco garantiza que incluyeran a C. G. Jung).

Estrella de Diego no contempla esta posibilidad, sino que más bien opta por atribuir el germen de la serie a un evasivo personaje de la cultura popular americana, creo que prácticamente desconocido en España (a pesar de hallarse nuestro país en el ámbito de dicha cultura popular). De dicho personaje, La Sombra, cuyo nombre es lo único que coincide con esa obra de Warhol, cuentan que tiene un aspecto (ya que es tan evasivo que ni siquiera cuenta con una imagen en Google) basado en abrigo largo y sombrero grande negros y entre ellos una bufanda roja. Aspecto sumamente parecido al de Aristide Bruant, retratado por Toulouse Lautrec en uno de sus más conocidos carteles, salvo que el bueno de Aristide en vez de sombrero llevaba boina, pero como se trata de una se esas boinas grandotas de los vascos, pues cuela.

Andy Warhol pinta (serigrafía) una sombra de apariencia abstracta, como muchas de ellas, y no a ningún personaje de novela barata, comic o cine, como hiciera con Superman, Dick Tracy, Popeye, Mickey Mouse, Drácula y otros de carne y hueso.

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