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Un viaje, unas fotos: Genaro Lahuerta

Genaro Lahuerta, uno de los grandes pintores valencianos de mediados del siglo xx, viajó becado en 1953 al Sáhara bajo soberanía española. Su diario escrito junto a su testimonio fotográfico ha sido publicado por Vuelta del Ruiseñor, la aventura editorial del crítico Manuel García.

Un viaje, unas fotos: Genaro Lahuerta

En el ámbito de las artes y las letras existen diversos protagonistas de la cultura valenciana que han compaginado la palabra y la imagen. La palabra para teorizar sobre las artes y la imagen para la creación plástica propiamente dicha. Entre los ejemplos existentes y en el siglo xx, habría que citar a Ignacio Pinazo, José Renau, Pedro de Valencia, Andreu Alfaro, Manolo Gil, Eusebio Sempere, etc.

De todos ellos se distingue Genaro Lahuerta porque escribió diarios de viaje y en uno de ellos, el de África occidental, en 1953, realizó un ejercicio particular de fotógrafo, con una Rollei Flex, regresando a casa con cerca de 500 imágenes.

Descubrir ese perfil literario del pintor y ese perfil fotográfico del artista, es una de las novedades que aporta Manuel García, desde Ediciones Vuelta del Ruiseñor, al recuperar esas dos facetas de Genaro Lahuerta (Valencia, 1905-1985) y su reciente libro: Hacia África. Diario de un viaje, 1953.

Aparte del interés literario que ofrece el diario de un artista al narrar sus impresiones de un paisaje natural, arquitectónico y humano, Genaro Lahuerta, desde la óptica particular de un pintor, retrata esa fisonomía peculiar africana -el antiguo Protectorado español- con una cámara fotográfica.

Aquí habría que recordar que ese viaje a Africa occidental primero en 1953 y luego en 1956 -poco antes de la guerra de Ifni (1957)- lo hizo Lahuerta como becado por el Ejército español instalado, desde hacia algún tiempo, en esa franja sahariana africana.

La selección de imágenes fotográficas que publica el libro Hacia África. Diario de un viaje, 1953, que procede del Archivo Familiar Lahuerta, se desglosa en tres apartados diferentes.

Por una parte están los retratos del artista en el contexto geográfico donde se deja fotografiar. Hay que decir que esas secuencías son anónimas. Eso no impide destacar la singularidad de los aviones Junkers de la época; el ropaje de los Regulares en el Sáhara y al propio pintor rodeado de sus modelos.

El segundo apartado, muy sugestivo, es el que corresponde a la fotografía paisajística, donde se entremezclan aspectos tan diversos como el paisaje marítimo, la arquitectura árabe y la geografía sahariana propiamente dicha. La imagen de un tuareg, en el centro de una plaza, rodeada de edificios singulares, podría firmarla el propio Cartier-Bresson.

El tercer apartado hace referencia a los modelos del artista, sorprendiéndonos con bellas instantáneas de las mujeres ataviadas con los burkas del periodo o adornadas, barrocamente, con pañuelos vistosos y alhajas preciosas de metal en sus brazos. Inaudito el hecho de incluir desnudos de mujer en un contexto cultural donde el Corán prohíbe la representación de la figura humana.

Un libro que sorprende por lo que aporta tanto literaria como fotográficamente a la cultura de este país.

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