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Nada es lo que parece

Nada es lo que parece

Bajo el sugerente de El palacio ingrávido, Deva Sand (Estrasburgo, 1968) presenta su último proyecto expositivo en esta ciudad que ha hecho suya desde 1990. Dicen que las palabras se las lleva el viento y a lo mejor es por esa capacidad sutil y evanescente por la que, también, las palabras hacen volar nuestra imaginación. En este caso, el calificativo ingrávido subvierte radicalmente cualquier lectura mundana que asocie el boato, la lentitud, la parsimonia a esa palabra paradigma de lo cortesano: palacio. Eliminar esa fuerza terrestre que nos atrae inexorable hacia su centro nos introduce en -o mejor nos lanza a- un mundo otro, ajeno y alejado de las limitaciones asociadas no sólo a la física. Gaston Bachelard dejó escritas páginas preciosas sobre lo que denominó la imaginación material y que fue desgranado en su personal tetralogía de los cuatro elementos. Al Aire y los Sueños parecen dedicada esta evocadora instalación que arranca en el largo pasillo de acceso a la sala principal y termina (sólo visualmente) en una imagen fotográfica que se extiende como una mágica piel a lo largo y ancho del muro que ya no lo parece. Nada es lo que parece... Signos matemáticos que se leen como palabras, muebles desprovistos de su función, de su color y hasta de su posición, una ventana sin marco que flota en un halo de luz. La lógica, la razón ceden paso a la intuición, al azar, a la paradoja, al enigma. Deva Sand sigue fiel a su constante recurrir a elementos cotidianos y domésticos, abundando en las posibilidades expresivas y simbólicas que encierra lo decorativo cuando se profundiza más allá de esa planitud visual y conceptual que suele llevar negativamente aparejado (¡aún planea en muchas mentes ese feroz lema instaurado por Adolph Loos en 1908!: Ornamento y delito). Nuestra mente alberga dimensiones que exceden con mucho nuestra parte racional, y D. Sand se vale de determinados elementos y recursos plásticos para favorecer un diálogo abierto entre obras y espectadores. El uso del lacado de la madera, un recurso que incluso en su aplicación industrial, no deja de remitir a una tradición oriental milenaria que dota de una dimensión ritual a objetos domésticos que sirven para algo tan básico y mágico como es alimentarse.

La fragmentación de lo unitario, la integración de lo distante y lo opuesto, la coexistencia de técnicas y lenguajes diferentes... En esta oportunidad, se hace mucho más patente el papel fundamental que concede a la meditación de raíz budista. Títulos como Koan, Serendipia o Fruto del azar, señalan esas interacciones multidimensionales que termina por plasmar de un modo intuitivo, sensible e inteligente. En clara consonancia con el tema de fondo de la instalación Presente continuo, el arte es una ventana abierta al mundo y la luz un poderoso instrumento para vivir en toda su plenitud y completud. Metáforas capaces de poner en conexión lo que aparentemente está distante, o lo que no parece y en definitiva es.

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