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Con faldas y a lo loco

Cuando yo era un soltero de oro, aunque no era oro todo lo que relucía pero sí tenía más pasta que ahora, solía vestirme en la tienda de Montesinos, a la sazón en la Plaza de san Jaime, donde hay ahora un bar supuestamente glamuroso. Me compré camisas, americanas, pantalones, sueters y rebequitas (cardigans, que se dice), pero nunca se me ocurrió adornarme con una de esas faldas para hombre. Me veo como un clásico y la verdad, faldas, pamelas y camisas como las de Mortadelo que lleva Karl Lagarfeld, pues no. Además, a ver, para hacer pipí si llevas pantalones podrás hacerlo dentro o fuera, ahora, hacerlo, lo haces, pero las mujeres con falda, oye, ¿Cómo lo consiguen? ¿Y si van de faralaes? ¿Y si van de fallera? ¿Y si son Isabel I de armiño? Vaya pena el armiño, tú.

No es de extrañar que haya una tendencia (el término tendencia comenzó a usarse hace no tanto para hablar de arte contemporáneo, pero desde que se la apropiaron las bobas de las estilistas se ha devaluado y ha degenerado) pues existe la tendencia, digo, que conozco desde que nací, y que parece ir en progresión geométrica, de que las mujeres usen pantalón y vayan abandonando las faldas que parecen en general irse reservando para situaciones más formales, como pueda ser, por ejemplo, ir a Sálvame a hacerse un polígrafo y de paso mostrar muslamen.

Pero hete aquí que llega una mente progresista y preclara del Ayuntamiento de Valencia y piensa, o digamos que farfulla mentalmente, que estaría bien que entre los muñequitos de los semáforos de la ciudad hubiera también muñequitas con falda, como podría haber pensado que hubiera muñequitos vestidos de los Picapiedra o con sombrero mejicano. Pero no. La fantasía, más que la imaginación, solo le llegó para la falda.

Me imagino al tipo: un político de cuarta fila, joven (si atendemos a su DNI), de tez grisácea y con bigote poblado, que quiere escalar rápido en el organigrama, haciendo propuestas de una elementalidad que asusta y que parezcan progresistas aunque sean una imbecilidad. Son como ideas del catecismo del Padre Ripalda pero high-tech. ¿Esa es la idea que tienen los muñequitos de los semáforos de la mujer? Y si vamos a ello, ¿las personas en silla de ruedas no tienen muñequito luminoso? ¿Y los perros lazarillo? ¿Y las personas obesas? ¿y las de color (sin luz)? Discriminación.

Rita la saltaora y su (presunta) banda estuvieron ahorrando como hormiguitas (carnívoras tal vez) para que los que vinieran después tuvieran un buen pasar, lo que aquí quiere decir que tuvieran fondos para las necesidades de los valentinos. Ahora va y después del gran esfuerzo, renuncias y abstenciones de Rita y su equipo, estos de ahora se pulen la pasta en bobadas como faldas para los muñequitos peatonales. Pues mira, si vamos a ello creo que prefiero las farolas del Imperio Austrohúngaro que colocaba el concejal Jurado y que no engañaban a nadie, se veía enseguida que eran austrohúngaras. Los muñequitos, o muñequitas, o muñequit@s (que siempre me ha dado mucha dentera la arroba bisexual) quieren parecer una cosita así moderna, actual, de hoy como si dijéramos, y son algo más rancio que el Agua del Carmen.

Cada uno juega con las cartas que le han tocado y parece que cuando se hizo el reparto de los dones mentales a este joven solo le tocaron doses y treses (dos de cada, y no se está jugando al truc) ¡Arre Austrohúngaro!

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