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Colorín colorado

Hace unos días saltaba a los medios la noticia de que Imanol Arias y Ana Duato, los actores que interpretan a la pareja de Antonio y Mercedes en la popular serie Cuéntame de TVE, tenían bloquedas sus cuentas al haber sido imputados por la Fiscalía como presuntos autores de un delito de evasión fiscal. En el caso del primero llueve sobre mojado porque su nombre ya había saltado con los papeles de Panamá. Ahora el asunto se cuece en Costa Rica, donde opera Nummaria, un bufete madrileño poco conocido al que aquellos encomendaron presuntamente sus dineros para sustraerlos al control de Hacienda. Y no se trata de unos pocos dinerillos ni mucho menos: según la demanda, Ana Duato habría defraudado 795.000 euros, mientras que Imanol Arias habría cometido un fraude fiscal de 2.188.712 euros. No sabría decir hasta qué punto estamos frente a un delito o frente a una imprudencia, pero lo que resulta evidente es que Arias y Duato han ingresado en el selecto club de los defraudadores españoles, el de Luis Bárcenas, Rodrigo Rato y Francisco Granados.

La actriz valenciana parece haber sido menos voraz que su compañero, tal vez porque ellas siempre cobran menos. Además, ha tenido el detalle de defraudar con sentido del humor porque la sociedad que actuaba de intermediaria del chanchullo -con la inestimable ayuda de su marido, Miguel Ángel Bernadeu- se llama nada menos que Ganga Proyectos S.L. ¡Y tanto!: menuda bicoca. Tampoco quiero dejar de apuntar elogiosamente el patriotismo que han sabido exhibir. Primero Panamá, luego Costa Rica. Esta gente hasta cuando evade impuestos lo hace en Hispanoamérica, en aquel imperio donde no se ponía el sol. Nada de irse a Suiza, a Jersey o a Luxemburgo como los sinvergüenzas que he citado arriba: si los tenderetes del dinero negro proporcionan algún puesto de trabajo, que sea para los hispanos, sí señor. No podíamos esperar menos de unos actores que se han pasado años y años representando nuestra serie patriótica por antonomasia, Cuéntame cómo pasó.

Y ahora a lo que iba. He dicho «patriótica». Para mí resulta incomprensible que ese bodrio de Cuéntame haya gozado de los favores del público español durante décadas. En el fondo constituía una reivindicación disimulada del franquismo y no es casual que encantase al presidente Aznar y que la pareja Duato-Bernadeu fuese amiga de la pareja presidencial (menos explicable resulta que Zapatero mantuviese Cuéntame en la programación de TVE, pero misterios como este nos han llevado a lo que nos han llevado). Sin embargo, lo peor del asunto no es que cuarenta años después de la muerte del dictador los valores del régimen se sigan jaleando en el medio público por excelencia. Lo más grave es que los españoles se han sentido mayoritariamente identificados con Antonio y con Mercedes, han creído que adoptando los valores de la serie -basados en el pelotazo y en el medro individual caiga quien caiga­- resultaban modernos y hasta progres, por no decir que estaban luchando contra la dictadura.

De ahí el tremendo impacto de esta noticia, mucho mayor que el de las infinitas corruptelas que saltan cada día a las ondas: es que, al mirarnos en el espejo de Antonio y de Mercedes, nos veíamos a nosotros mismos y lo malo es que nos gustábamos. Ahora hemos descubierto que todo era mentira, que Antonio y Mercedes se llaman en realidad Imanol y Ana, y que al defraudar (presuntamente) al fisco son culpables de que yo esté en paro, de que tus hijos hayan tenido que buscarse la vida en el extranjero, de que sus padres tengan una pensión raquítica, de tantas y tantas calamidades. Nadie puede compensarnos de esta bofetada, por mucho que los ídolos caídos sean puestos en la picota y la serie nefanda, retirada. Colorín, colorado, Cuéntame es una historia que acaba mal, con los protagonistas sintiéndose infelices y sin comer perdices: igual que las vidas de la gente a la que engañó.

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