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Fiebre de heno

La primavera ha venido, nadie sabe cómo ha sido. Tras un invierno largo, triste, húmedo y frío, la naturaleza se despereza y comienzan a surgir los síntomas inequívocos de una vitalidad renovada. Los árboles apuntan tímidos brotes, una suave pelusilla tapiza la tierra yerma, cantan los pájaros y croan las ranas, la tibieza del aire invita a quedarse al sereno en largas veladas nocturnas€ Todo este cúmulo de cursiladas -y muchas más que el lector podría añadir fácilmente- tiene un nombre: primavera, la que la sangre altera. Lamentablemente algunas personas no pueden disfrutarla porque para ellas la expresión de arriba representa literalmente una alteración de su sangre. Son los alérgicos: el polen primaveral es el responsable de la secreción de histamina, una sustancia que, transportada por la sangre, tapona las fosas nasales, enrojece los ojos, provoca estornudos y acaba produciendo asma.

En la vida cultural valenciana también ha llegado la primavera. Después de un invierno interminable, ominoso y cutre, la estación florida ha irrumpido con fuerza. En los barrios y en la periferia de la ciudad la actividad es desbordante: Mislata, Benimaclet, Beniparrell, Sueca, Torrent€, en estos municipios y en muchos otros se organizan festivales de teatro, recitales poéticos, conferencias, seminarios, exposiciones plásticas en una cantidad y de una calidad nunca vistas. Mientras tanto, en el cap i casal se acaba de celebrar el gozoso vagabundeo estético del personal por los estudios de Russafart y no hace tanto que era posible hacer lo mismo por las casetas de la Fira del Llibre.

¿Qué está pasando aquí? ¿Acaso no éramos una sociedad drogada, corrupta, adocenada? Sí, lo parecíamos, llevábamos una vida insana, sumidos en una nube de contaminación que agudizaba nuestra alergia a la cultura hasta el paroxismo. Pero todo cambió el día en que unos médicos milagrosos aparecieron en nuestro camino. Son facultativos muy especiales: poetas, actores, músicos, pintores y escultores, bailarines y saltimbanquis. Gente rara, gente que hasta hace bien poco eran considerados perroflautas. Bueno, pues han llegado, tan solo ellos y ellas nos curarán nuestras alergias intelectuales.

El problema es que estos peligrosos activistas amenazan con cargarse el statu quo arrumbando la creencia consolidada de que la vida consiste en consumir sin plantearse jamás alternativas. El sistema no puede permitir algo así y ha empezado a atajar su crisis de credibilidad mediante una doble estrategia: recortes en sanidad y cortinas de humo en educación. Por un lado, ha procedido a ahogar económicamente al personal sanitario condenándolo a trabajar por un estipendio miserable o incluso sin cobrar: los artistas valencianos saben mucho de eso. Por otro lado, gracias a la mala educación que venimos arrastrando en nombre de un injustificado «derecho de elección» que solo se permite ejercer a unos, pero no a otros, ha comenzado a segregar una histamina insidiosa que fluye por todos los conductos vitales: es esa propaganda falaz que sostiene que no se puede hacer nada, que lo mejor es quedarse en casa y esperar a que llegue otra vez el invierno.

La semana que viene se estrena en el Palau de les Arts una ópera de Britten, A Midsummer Night´s Dream -basada en el texto homónimo de Shakespeare. Una obra deliciosa que, sin embargo, podría anunciar irónicamente que todo lo que estamos viviendo quedará en un sueño estival, placentero, pero fugaz. ¿Permitiremos que todo vuelva a ser como antes? En nuestras manos está el impedirlo. Luego no se quejen si sus hijos se atiborran de droga y de alcohol en el botellón porque no ven la luz detrás del túnel, si sus padres languidecen en casa faltos de una residencia digna, si ustedes mismos se encuentran cada día con otros compañeros de infortunio en la cola del paro. Se lo habrán ganado a pulso porque el problema no es solo económico, es que han llegado a tener una cultura de esclavos.

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