Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Conspiración política a la colombiana

En el año 2014, Carlos Carballo es arrestado por intentar robar de un museo el traje de paño de Jorge Eliécer Gaitán, líder político asesinado en Bogotá en 1948

Conspiración política a la colombiana

Si la corrupción política (o no política) fuera hierbabuena, tendríamos bien perfumados todos los rincones de este país por ejemplo y de buena parte del mundo también, pues que cada cual soporte lo suyo. Lo malo es que no lo es, y quizá lo más parecido a una planta sea su semejanza con la madreselva, que trepa, que asciende e invade los muros, los penetra por los resquicios que las pequeñas grietas del sistema le permiten, porque hecha la ley, hecha la trampa, ya que siempre cabe una justificación para que respire el poder y pueda seguir avanzando a pesar de la presión popular y la jurídica. Lo malo es que estos también tienen sus enredaderas puestas de algún modo que pueden dejarse llevar por la estimulante tentación del propio sistema de poder. Nada ni nadie escapa a tales redes, porque, en verdad, forman parte del propio tejido: entonces ¿Qué hacer cuando la única salida es no haber entrado en este laberinto de intereses?¿Existe el olvido en este caso, como el más saludable aliado del ser humano? Pues, seguramente no: siempre la memoria, que ha sido representada incluso mucho antes de Francisco de Quevedo como una ruina, nos devuelve los fantasmas de lo que somos y de lo que hicimos. Y como siempre ocurre, lo que pasó ya no será nuevamente igual: habrá una cascada de interpretaciones, de lecturas entre líneas, de deformaciones y de tergiversaciones, que le darán una forma bien diferente a todo lo acaecido. Si fácil es especular con el pasado, más fácil lo es aún hacerlo con los datos, los personajes, las versiones que, al mezclarse, ya no conducen a la verdad, sino a la conspiración o, lo que es lo mismo: a una versión alternativa de lo que verdaderamente ocurrió.

El colombiano Juan Gabriel Vásquez, autor ya de cinco novelas de estimable calidad, recientemente ha indagado en estas posibilidades conspiranoicas en su libro La forma de las ruinas, publicado en Alfaguara. La historia, lejos de ser sencilla, es realmente enrevesada y llena de giros: desde luego, no parece nada fácil establecer toda una teoría en torno al asesinato y muerte en Colombia de Jorge Eliécer Gaitán y del senador liberal Rafael Uribe, todo con el telón de fondo de otra muerte enigmática: John F. Kennedy. Habrá quien piense, echando mano del sabio refranero, que muerto el perro, se acabó la rabia, y que, por tanto, estas tres muertes tienen en común un interés, de signo nacional encubierto, no revelado todavía. Y qué más da si es en el marco de una Colombia teñida de violencia o en el de un Estados Unidos, tenso por su guerra fría, pero con una aparente faz de tranquilidad y equilibrio democrático: siempre hay un testaferro, unos motivos poco claros que empujaron, por ejemplo, a Galarza y a Carvajal, a matar al propio senador Uribe por ejemplo. No sé si esto se debe porque, como dijo Platón, estamos sumidos por la ilusión de nuestra caverna o porque la arquitectura de los poderes fácticos es tan compleja que ellos mismos crean las sombras que se mueven dentro de la propia caverna y no nos dejan ver que, en verdad, se trata todo de un engaño bien estructurado para que prevalezca un supuesto orden, siempre bajo la consigna del bien común, del control de la situación.

Juan Gabriel Vásquez ha sabido darle un toque casi autobiográfico a su novela, quizá para evitar el excesivo tono documental o de reportaje. Y esto hace que hablemos, en parte, de novela, pues al final no sabemos muy bien dónde queda el límite de lo subjetivo y dónde el de los hechos propiamente: un fino hilo estilístico que el autor ha sabido llevar con especial elegancia y que cabe resaltarse como cualidad de libro. No es, por tanto, una novela al uso, donde el lector puede dejarse llevar por la levedad de algunos pasajes, romper su concentración, atender esas malditas obligaciones diarias que a veces nos asaltan incluso cuando leemos, y regresar sin que la historia haya sufrido demora alguna. No regale tampoco este libro a quien no quiera tomarse su tiempo para pensar, pues es lo único que le va a exigir sin contemplaciones y dilaciones. Sobre el resultado final ¿qué decir?: no me queda nada claro quién .....mató a ....quién y por qué, o sí, quién sabe. Todo, al final, depende de cómo quiera entenderlo cómo nos lo hayan contado.

Compartir el artículo

stats