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Motown, la otra cara del sueño americano

Motown, la otra cara del sueño americano

Cuando el trío The Supremes, tres jóvenes negras, Diana Ros, Mary Wilson y Florence Ballard, aparecieron el 27 de diciembre de 1964 en el programa de la televisión americana El Show de Ed Sullivan, una buena parte de los espectadores blancos quedaron seducidos por el encanto del grupo y el ritmo pegadizo que desprendían las canciones del terceto femenino. A partir de ahora la música negra ya contaba con una formación para disputarle el cetro o lo que era lo mismo, los primeros puestos de las listas de ventas a la hasta entonces hegemónica música pop hecha y producida por los músicos blancos. La revolución musical estaba en marcha.

Entre 1964 y 1969 The Supremes conseguirán varios números uno y sus canciones figurarán en los primeros lugares del hit-parade. El único grupo capaz de rivalizar con la «invasión británica», los grupos de pop ingleses encabezados por los Beatles que asaltaron las listas americanas a mitad de los años sesenta. Detrás del fenómeno musical y social se encontraba el productor Berry Gordy, un empresario discográfico que unos pocos años antes había fundado su propia editora musical, la Tamla Motown en la capital de la industria automovilística, la ciudad de Detroit. Si Chicago contaba con el sello Chess, la principal factoría de blues y otros estilos musicales capitalizados por los músicos negros y en el sur, Memphis, reinaba el sello Stax como alma y capital del soul, Gordy se proponía realizar un sueño: Convertirse en el sonido de la joven América rompiendo las barreras raciales.

La historia de esta odisea musical que recorre la segunda mitad del siglo xx con intérpretes e historias, algunas de las cuales parecen haber sido extraídas de una tragedia shakesperiana, está contada en el libro Motown, el sonido de la joven América (Adam White, Blume), guía y biblia para todos los fans de la editora de Detroit y amantes de la música pop. Como señala en el prólogo Andrew Loog Oldham, el que fuera el primer mánager y productor de los Rolling Stones «para los nacidos durante la generación beat ´el sonido de la joven América´ nos inspiró y señaló nuestras vidas como la Marcha sobre Washington lo hizo sobre la población afroamericana».

Como otros jóvenes británicos, Andrew Loog Oldham descubre ese «sonido» que pone al día el viejo estilo rhythm and blues y viene del otro lado del Atlántico gracias al programa musical, Ready, Steady, Go!, un espacio de televisión que actúa de trampolín para el efervescente pop británico y sirve de embajada para los intérpretes de la Motown. Entre las anfitrionas del programa se encuentra la cantante Dusty Springfield que acabará abanderando el denominado soul blanco que desde la Gran Bretaña irradia el continente europeo con Londres como rompeolas de la cultura pop. Esa nueva ola o Swinging London como refleja la portada que la revista americana Times dedica al nuevo paisaje cultural y social de la capital británica a mediados de los años sesenta.

Al otro lado del Atlántico, Berry Gordy y su socio, Barney Ales, un joven blanco que se transformará en su mano derecha y cerebro comercial de la discográfica, recogen esta ebullición juvenil para su naciente editora, una pequeña oficina situada en el piso superior de los estudios Hitsville U.S.A. de Detroit. Una marca que acabará convirtiéndose en uno de los iconos de referencia, junto a Coca-Cola, Paramount, Ford, IBM, Levi Strauss o las futuras Apple o Microsoft, de la cultura popular americana. Motown escribe su porción del sueño americano en la figura de un ciudadano de raza negra que acabará construyendo un imperio discográfico y musical.

Todo había comenzado en la década de los años cincuenta cuando Gordy, un ex boxeador, gran aficionado a la música -compone algunas canciones- abría su primer negocio, una tienda de discos dedicada al jazz. El negocio acaba quebrando y el joven promotor entra a trabajar en una de las fábricas de coches de Detroit. Con la ayuda de un préstamo familiar vuelve a intentar un nuevo proyecto fundando una editora discográfica con el nombre de Tamla en 1959. Para su nuevo negocio cuenta con la colaboración de dos compositores, Smokey Robinson y Eddie Holland, que crean algunos de los títulos que sirven de tarjeta de presentación para la editora. Tanto Holland como Robinson serán dos figuras fundamentales en el desarrollo creativo de Motown al que se unirán otros compositores, músicos, productores, etc. En ese club de creativos para la editora destacará el terceto, Dozier-Holland-Dozier, una máquina de hacer hits y la banda The Funk Brothers, los músicos de estudio que fijarán el potente estilo de la editora.

Entre los objetivos de la editora, romper las barreras que constriñe a la música interpretada por los músicos negros a una especie de ghetto en las emisoras y espacios radifónicos. El caso de Nat King Cole, un crooner que rivaliza con Frank Sinatra y primer presentador negro de un show televisivo, señala esas poderosas y nada invisibles barreras para los músicos afroamericanos. El programa, a pesar del éxito de audiencia, tiene que poner el punto final por la falta de patrocinadores, temerosos de aparecer en un programa presentado por una persona de raza negra.

La primera señal que los tiempos están cambiando llega en 1961 con el éxito del single Please Mr Postman interpretada por el grupo The Marvelettes consiguiendo el primer número uno para la editora. Ese mismo año, 1961, otros seis artistas negros alcanzaban los primeros puestos de las listas de la prestigiosa revista Billboard. Gordy va sumando artistas para su proyecto, a los nombres de The Marvelettes, The Miracles, The Temptations, se unen Little Stevie Wonder, Marvin Gaye, The Four Tops, Martha Reeves and The Vandellas, y sobre todo, The Supremes, el grupo femenino con el que la editora consigue llegar finalmente a todos los públicos. Su cantante Diana Ross destaca sobre el resto del terceto convirtiéndose en uno de los iconos de la compañía. Gordy descubre en ella esa «arma fatal» que le permitirá conquistar el público blanco.

En una década, los años sesenta, señalada por la lucha por los derechos civiles, el asesinato de Martin Luther King y los disturbios raciales, Gordy consigue que su proyecto, la discográfica Motown no se vea perjudicado por los acontecimientos sociales y políticos continuando su escalada en las listas de éxitos a lo largo de la década. Su compromiso, para un empresario cuya máxima preocupación es que su música llegue a toda la gente sin distinciones de raza ni de clase, quedará reflejado con la grabación de una serie de álbumes bajo el proyecto The Great March To Freedom, cuyos derechos irán para organizaciones antisegregacionistas. Durante los disturbios raciales que sacuden Detroit en el verano de 1967, Gordy ve en primera línea la ira y desesperación de la población negra que explota en forma de saqueos, actos vandálicos, tiendas incendiadas, etc. Milagrosamente las oficinas de la Motown apenas sufren desperfectos a diferencia de otros establecimientos de la ciudad. Como relata el arreglista de la Motown, Wade Marcus, «ocurrió una cosa bastante curiosa, algunos de los agentes de la Guardia Nacional se tumbaron en el césped cuando empezó a sonar la música de Motown, quedándose allí tumbados, como si estuvieran protegiendo el sonido de Motown». Sin embargo algunas emisoras prohíben la difusión de canciones como Dancing in the Street uno de los emblemas musicales de la Motown, temerosas de que la canción incite al vandalismo.

Entre los años sesenta y setenta la editora concentrará sus mayores éxitos. Artistas como Marvin Gaye y Stevie Wonder abren nuevas vías musicales mientras Gordy explora otros campos creativos, la televisión y el cine, trasladando la empresa a California. Cinco hermanos, The Jackson 5, donde destaca la figura del benjamín, Michael Jackson, inician una nueva y última edad de oro para la editora. Una buena parte de la crónica musical queará recogida décadas después en el espectáculo Motown: The Musical (2013) un show de Broadway que recorre la historia de la editora a partir de la autobiografía del propio Gordy, To Be Loved. El sonido Motown volvía a sonar con fuerza y sus canciones más emblemáticas, aquellas que forjaron «el sonido de la joven América» cincuenta años atrás, volvían a poner de relieve sus melodías y sobre todo, un ritmo incombustible.

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