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Los clásicos son para el verano

Llegan las vacaciones estivales y las propuestas literarias se identifican sistemáticamente con lecturas cortas, género negro, crónicas de viajes y si se trata de adentrase entre miles de páginas, la novela histórica se lleva la palma. Para nosotros, en cambio, es tiempo de volver a los clásicos.

Los clásicos son para el verano

Verano; hay más tiempo libre y las horas de ocio a la sombra parece que invitan a la lectura, sobre todo para aquellos que en el invierno tienen ocupaciones que les impiden entregarse a la seducción de la letra impresa. Para el lector compulsivo, sin embargo, para quien la lectura es algo que va unido a un modo de vida, los libros están siempre alrededor, acompañando, arropando espacios interiores los que ya han sido leídos, y presentándose como una invitación en toda regla a sumergirse entre sus páginas, si están en la repisa de futuras lecturas. No hay invierno, ni verano, vacaciones, ni trabajo, el libro es una presencia constante, un acto cotidiano, un pequeño rincón para el placer diario en medio de las obligaciones y quehaceres rutinarios.

Cuando el ocio puede prolongarse entonces se abre una perspectiva alentadora. Quien esto suscribe recuerda los veranos de la adolescencia y primera juventud como un paréntesis extraordinario para entregarse con fruición a la lectura indiscriminada de grandes novelas y clásicos. Así llovieron experiencias que de otra manera hubieran sido imposibles de conseguir. Entonces en las vacaciones estivales era poco habitual viajar, las vacaciones se pasaban en casa y el tedio de días interminables sin nada que hacer solo podía romperse leyendo. De esa manera, se aprende que si bien es verdad que no se puede vivir a través de la lectura, los libros nos enseñan a vivir. Se aprende qué es el dolor, la tristeza, el amor, el rencor, la envidia, las pasiones, se aprende psicología, historia, arte, a reconocer los propios sentimientos, a observar los ajenos, a reflexionar sobre lo que nos rodea y, en definitiva, a conocer el mundo a través de las páginas de una novela.

Gran parte de lo que conocemos, de lo que somos, se gesta en las lecturas vividas, en las lecturas en las que uno se siente inmerso en el ambiente, el tiempo, el lugar, al lado de los personajes y vive cada línea intensamente. Las aventuras de Huckleberry Finn, Las aventuras de Tom Sawyer, Los últimos días de Pompeya, Kim de la India, Sinuhé el egipcio, La cartuja de Parma, Cumbres Borrascosas, Jane Eyre, Madame Bovary, La Regenta, Matar a un ruiseñor, Crimen y castigo, En busca del tiempo perdido, El corazón de piedra verde, El Dios de la lluvia llora sobre México, A sangre fría, En el vientre de la ballena, Ada o el ardor, Cien años de soledad? conforman una estela de huellas imborrables que convirtieron las largas y aburridas vacaciones de verano en el mejor y más apasionante tablero de juegos. Esas lecturas de verano colmaron las inquietudes por conocer algo más allá de lo que nos ofrecía el territorio familiar, traspasaban el ámbito local, nos abrieron una puerta al mundo y nos enseñaron todo lo que no éramos capaces de ver a nuestro alrededor.

Siempre hay opciones y las novelitas ligeras también nos descubren sendas sin trillar, la cuestión no está en el número de páginas o en la seriedad, pero el rechazo sistemático al novelón y los clásicos como lecturas veraniegas es un absoluto absurdo. La editorial Losada recuperó a principios de este año Vida de Chéjov, una biografía del escritor ruso escrita por Irène Némirovsky, sencillamente deliciosa. Es una manera de volver a lecturas como la estupenda selección de los Cuentos de Chéjov editados por Alba e incluso a la Suite francesa de Némirovsky en la edición del Círculo de Lectores. Alba que es una excelente editorial cuando se trata de clásicos y específicamente de literatura rusa acaba de editar recientemente Diario de un escritor y Los demonios de Dostoievski, y de Turguénev ha publicado En vísperas. El magnífico fondo editorial de la colección Alba clásica, hace las delicias de los más exigentes abarcando textos de autores como Henry James, del que ha publicado gran cantidad de obras como La copa dorada, Las alas de la paloma, La otra casa, Los papeles de Aspern o El americano. Precisamente de su gran amiga Edith Wharton acaba de publicarse en la Línea del Horizonte, Del viaje como arte. Travesías por España, Italia y el Mediterráneo que recoge la mirada poco convencional de la autora de La edad de la inocencia (Tusquets), otra gran novela y recomendable lectura veraniega. Otros clásicos de los que Alba tiene una importante obra publicada son de las hermanas Brontë, desde las ya mencionadas Cumbres borrascosas (Emily) y Jane Eyre (Charlotte), hasta la impagable Villete de Charlotte o Agnes Grey de Anne la más pequeña de las hermanas. Muy recomendable también para quien quiera conocer más sobre la dura vida de las hermanas es la Vida de Charlotte Brontë de Elizabeth Gaskell.

En el fondo de Alba clásica encontramos también otros textos de gran interés para los amantes de la literatura como Rojo y negro de Stendhal, La piedra lunar del que podríamos considerar inventor del género de misterio Willkie Collins o la magnífica selección de recuerdos de Josep Conrad recogidos en Crónica personal. Naturalmente, no falta Dickens y su David Copperfield, una de las obras más leídas de todos los tiempos que apasionó a escritores como Tolstoi, Kafka, Joyce, Cesare Pavese y hasta a Sigmund Freud.

Además de Alba hay otras editoriales que no olvidan a los clásicos, como Sextopiso, por ejemplo, que ha editado recientemente con bonitas ilustraciones Alicia a través del espejo de Lewis Carroll. Sin embargo, tratándose de autores españoles no andamos muy sobrados de reediciones de autores que convendría recuperar. En ese sentido aplaudimos la reedición de un texto de Ramón J. Sender, que Libros del Asteroide acaba de recuperar, Viaje a la aldea del crimen. Publicado por primera vez en 1934, es uno de los mejores reportajes españoles, imprescindible para entender las profundas tensiones políticas y sociales a las que tuvo que hacer frente la segunda República. El texto de Sender inspiró el magnífico documental Casas Viejas de Basilio Martín Patino, sobre la terrible matanza que tuvo que afrontar el Gobierno de Azaña.

Finalmente, no podemos evitar recomendar Las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote, es una lectura magnífica para los tiempos que corren, nos desvela mucho acerca de nuestra peculiar idiosincrasia, entretiene, nos hace reír y respetando el criterio del ilustre Nabokov que tan bien reseñó en las páginas de Posdata, Vicente Muñoz Puelles, consideramos que es lectura obligada para lectores empedernidos. Versiones a recomendar: las de la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española, de Francisco Rico, sin duda alguna, con todos los respetos a la versión de Trapiello editada por Destino.

Y dicho todo esto, no hemos pretendido hacer aquí ningún canon de lecturas, por fortuna las obras de clásicos y grandes novelas es inabarcable, las rutas a seguir para cada lector innumerables, los gustos variados y múltiples, así que cada uno se adentré entre las páginas de lo que más le atraiga, pero que nunca se rechace un clásico por antiguo. Lamentablemente, los seres humanos hemos cambiado muy poco, aunque los escenarios lo hayan hecho y también las costumbres y los modos de hacer del mundo, pero la esencia del ser humano ha cambiado muy poco, por ello la lectura de los clásicos siempre será vigente.

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