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Teatro junto al barrio Beat

Los 70 en Valencia van a ser underground y tienen forma de barrio beat: el Carmen se va a convertir en el primer Village del estado español. La vanguardia crece en sus locales, y una vez más la tendencia anglosajona es su guía. La literatura, el teatro y, sobre todo, la música toman el mando cultural.

Teatro junto al barrio Beat

Lo underground no va a ser solo el cine. En literatura, Josep Lluís Seguí, por entonces promesa literaria, ha publicado varias novelas inspiradas en las enseñanzas de Bataille, entre ellas Diari de Bordell; y Amadeu Fabregat, periodista y pope de la contracultura literaria en lengua propia, ha publicado Falles folles fetes foc, obra de culto en su momento que ha quedado arrinconada por el tiempo. Rafa Ferrando, musa de la ambigüedad, también escribe Aixó diu que era y Trossos i mossos, son sus obras. Inaugura con su amigo Lluís Fernández el primer bar pop de la ciudad: Capsa 13.

El teatro valenciano también comenzó a salir de su sopor a principios de los setenta. Hay un nombre clave, Antonio Díaz Zamora. Zamora, que había debutado años antes en el Teatro de Cámara del Ateneo Mercantil y que, durante los sesenta, al frente del Teatro Club Universitario, realizó una importante labor de difusión del teatro que se hacía fuera de nuestras fronteras, pone en marcha, con el apoyo de Studio, una sociedad dedicada a la promoción cultural, el Valencia Cinema, un viejo cine reconvertido en teatro, que inaugura en 1972 con Las salvajes en Puente San Gil de Martín Recuerda.

El Valencia Cinema se convertirá en un referente fundamental del nuevo teatro; un nuevo teatro que va también ligado a la eclosión que se produce, a partir de los últimos años sesenta, del llamado teatro independiente. Un teatro crítico, de agitación, autodidacta y estéticamente precario, en sintonía con los movimientos sociales y políticos que caracterizan el final del franquismo y los años de la transición. Es la época de grupos como el Centre Experimental de Teatre que dará paso a El Rogle y Carnestoltes, el Grup 49, etc. «y de los primeros intentos de una nueva dramaturgia, valenciana y en valenciano», recuerda el dramaturgo Rodolf Sirera.

Nada que ver con los últimos años del franquismo, en los que, señala Sirera, «Valencia vive un proceso de regresión teatral muy acentuado. Se han cerrado la mayoría de las salas que funcionaban en décadas anteriores, hasta el extremo que a principios de los setenta sólo funcionan el Principal, el Princesa y el Alkázar, y de ellos sólo el Principal tendrá su continuidad asegurada. Sobreviven, con dificultades, salas que dan cobijo a compañías amateurs, y de las cuales las más importantes son la Casa de los Obreros -luego Teatro Talía- y el Patronato -la futura Sala Escalante». Para el talentoso dramaturgo valenciano, nuestro Tennessee Williams privado, ese ritmo no durará: «Todo este esquema sufrirá una importante redefinición a partir de la década de los ochenta, cuando las instituciones comiencen a intervenir en el campo de la cultura, con importantes inversiones y una decidida política de recuperación y construcción de nuevas infraestructuras escénicas».

La ciudad se triangula con nuevos espacios y propuestas. Capsa 13, con sus jóvenes disidentes y su música rock se combina a la perfección con la tienda que la familia Montesinos tiene en el Tossal. Francis, que ya apunta maneras, trae camisas de lino de la India y vende Levis de importación a los yuppies y posmodernos de la época. El barrio del Carmen comienza a ver cómo se abre un local tras otro. De ser un tranquilo y pobre barrio de menestrales, la vieja morería se convertirá en poco tiempo en el barrio más chic del estado español. Marcará la hoja de ruta de la movida madrileña y otras. El Carmen comienza a hacer historia.

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