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Periodismo

La década de los 80 prodigiosa y periodística

La década de los 80 cambia la faz del país y de Valencia. Del silencio cómplice al ruido y la furia. El intento de golpe del 81 y el triunfo del PSOE un año después con su consiguiente política de moderación tras el susto, marcarán la creación de una infraestructura cultural hasta entonces inexistente pero también el sacrificio en aras de la paz ideológica de una parte de la intelligentzia.

La década de los 80 prodigiosa y periodística

A partir de los 80 la administración cultural comenzará a fabricar clientelismo. Y muchos se alejarán del stablishment para refugiarse en la disidencia o la anomia política. Los más se disponen a ocupar los puestos del nuevo oficio: funcionario cultural, algo así como un comisario político reciclado para la época light.

En diciembre de 1980 aparece el primer periódico democrático de la ciudad: Diario de Valencia. Su director J.J. Pérez Benlloch es un curtido periodista de izquierdas natural de Elx, y el equipo que forma será el crisol del periodismo valenciano más pinturero. Desde principios de los 70 lo único fumable editado en la ciudad dormida eran las carteleras, la Turia y la Qué y Dónde; la cartelera Bayarri se defiende a su vez, además de iniciativas editoriales más o menos exitosas como Dos y Dos y Valencia Semanal, esta última, dirigida por un actor fundamental de la década, actualmente exiliado en Madrid, Amadeu Fabregat. Bulevar será el último intento de hacer algo parecido a Ajoblanco en Valencia.

Ha habido antecedentes de prensa de partido la década anterior: Cal Dir, órgano del PCPV y más tarde la revista Trellat, integrada por los intelectuales más nacionalistas del PC: Doro Balaguer, Gustau Muñoz, Ernest García y otros que luego protagonizarán la ruptura ideológica dentro del partido.

Dos figuras del liberalismo valenciano, José Luís Maldonado y Ximo Muñoz Peirats, integran el grupo promotor de Diario de Valencia, el editor Juan Gabriel Cort se ocupa de la infraestructura y el equipo informativo casi nace de la nada. La redacción que organiza J.J. será lo mejor escuela del joven periodismo indígena: Pep Torrent, Pilar G. del Burgo, Salvador Dolz, Juli Esteve, Francesc Bayarri, Rosa Solbes, Concha R. Minguela, Joan Cantarero, Joan Àlvarez, Juan Lagardera, Javier Valenzuela, Ana Torralva, José Antonio Blay, Carles Francesc?

La dirección pasa a manos de Jesús Montesinos. Y el diario dura poco a causa de las contradicciones políticas que se encrespan ante la inminencia de elecciones y tras el 23 F. Vicent Ventura, que estaba previsto fuera el editorialista del diario, es vetado por los socialistas. Finalmente, Benlloch y Cort sacan una nueva cabecera, Noticias al Día. Pronto el diario Levante le quitará la vez y se convertirá en el diario de referencia del centro izquierda valenciano, con Ferran Belda, periodista venido de Las Provincias, como director. La guerra mediática acaba de empezar. El periodismo democrático se ha consolidado.

La de los 80 será la década prodigiosa para la cultura valenciana. El triunfante PSPV impulsa desde la Generalitat la recomposición cultural del país y de la ciudad. Se construye el Palau, el IVAM, se crea la Filmoteca, se organizan las Trobadas del Mediterrani y la Mostra de Cine, se comienza a homenajear a figuras de las letras olvidadas por el ancien régime, como Gil Albert, Andrés Estellés, Francisco Brines y otros. Se le crea una cátedra a medida a Joan Fuster. Y se organizan Congresos de Intelectuales a los que asiste la crème peninsular. Personajes como Ricardo Muñoz Suay, un viejo comunista con muchos contactos, se convierten en uno de los mandarines culturales del momento. El conseller de Cultura, Ciprià Ciscar, y su colega Antoni Asunción encarnan a jóvenes políticos con ideas e iniciativa.

A mitad de los 80, la pomada se cuece en los garitos nocturnos. Aparece Toni Peix y monta el café La Seu y el Lisboa. Desde el 75 está abierto en la calle Santo Tomás del barrio del Carmen, l´Aplec, que se convertirá en reducto de progres políticos y nacionalistas. Allí se escucha a Raimon, Ovidi Montllor, Pi de la Serra y Maria del Mar Bonet. En contrapartida, La Torna, en el mismo barrio, será el escenario de los más radicales y alternativos. Músicos y poetas, beatnicks y roqueros: Pep Laguarda y Bustamante. Un poco más lejos, en el barrio Chino, los travestis de Ploma 2 animan las noches caliente de verano. Otro Toni, Pep, un músico freak, impulsará escenarios de la nueva juerga como Tres Tristes Tigres o Nou Café Concert, NCC. Lugares donde actuará la movida madrileña, desde Alaska hasta Aviador Dro y la vanguardia americana, como el free jazz de Archie Shepp. Teatros como la Sala Escalante serán escenarios de grandes encuentros roqueros y teatrales.

En l´Aplec, en el Carmen, se cuece la pomada. El pintor Paco Muñoz, su propietario, recuerda el local como un hervidero de los jóvenes políticos socialistas: Lerma, Bru, Guardiola, el jefe del PCPV Palomares. Fuster, Ventura y Doro Balaguer son también asiduos. «No eran solo amigos, en aquella época eran los padres de la patria. Venían políticos de izquierdas de Madrid, nacionalistas de la nova cançó, Goytisolo, Saramago... Cuando venía alguien progre a la ciudad, después de cenar se pasaba por allí».

Los cambios políticos acabaron con el negocio. Cuando ganó el PP le expropiaron la planta baja y Muñoz se quedó sin bar y se lamenta: «Aquella fue la época más bonita que hemos pasado en Valencia, hasta que ganó la derechona. El fallo del PSOE fue darle de comer a la derechona. Y el mejor ejemplo es la televisión valenciana: todos los personajes que había metidos allí le hicieron el culo gordo al folclore y la vulgaridad. Se les veía venir. Amadeu Fabregat tuvo que ceder con el conflicto lingüístico».

Lo que se veía venir es que las cosas no iban a suceder como esperaba una parte de la izquierda. La euforia democrática y el triunfo socialista dejaron enterradas otras opciones. Fue el desencanto. «Sense anar més lluny, la frustració que van sentir no pocs antifranquistes en els primers anys de la democràcia va a ser enorme, dins de alló relativamente enorme que va a ser l´antifranquisme efectiu. De la nit al matí, van ser abocats a la marginalitat extraparlamentària, a l´allunyament de la participació activa en la vida política del país o al desencís els militants de la majoria del partits i grupuscles que havien lluitat contra la Dictadura». (*)

De la noche a la mañana, la izquierda radical fue un recuerdo y la televisión valenciana impulsó algo muy distinto a lo que estaba en muchas mentes progresistas. Amadeu Fabregat, incapaz de resistirse a las presiones políticas, comienza a alimentar al monstruo. Es una tele de amigos. Joan Monleón escandalizará a muchos pero gustará a muchos más. Y del desencanto se pasa a la juerga. El final de los 80 prepara el terreno para los 90 de la Ruta del Bacalao. Valencia inicia su carrerón lúdico para convertirse en la ciudad española de la marcha. Un bar con ese nombre, La Marcha, ubicado en un caserón gótico del siglo xvii, será su templo y emblema. La cultura del porro, el botellón y la coca en los afters que se reproducen como hongos a lo largo y ancho de la metrópoli y sus alrededores van a ser el recambio a los tiempos del compromiso. La cultura del exceso se abre camino. Paralelamente, los polvos socialistas de la cultura del pelotazo traerán posteriores lodos en los noventa. El fin de siglo valenciano se sumerge en la incertidumbre.

(*) «En mans de la candeleta», de Ferran Belda. Artículo aparecido en el reciente número 417 de la revista Saó.

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