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Pinazo y lo nuevo del arte valenciano

El MuVIM ha dado el pistoletazo de salida al «Any Pinazo» con una exposición dedicada al contexto epocal del artista que se refugió en Godella. El periodo que transcurre de 1912 a 1927 ve la floración de un momento creativo en Valencia sin precedentes, que arranca con ilustradores y pintores y culminarán los arquitectos, envueltos por una gran sensualidad y vitalismo.

Pinazo y lo nuevo del arte valenciano

Este año se conmemoran los cien años de la muerte de Ignacio Pinazo. El MuVIM ha querido recordar esta fecha con una exposición de contexto que lleva por nombre De l´ocàs dels grans mestres a la juventut artística. València 1912-1927, impulsada y comisariada por el profesor Francisco Javier Pérez Rojas. Pero no sólo es la centuria de la desaparición de Pinazo; también es la de José Benlliure Ortiz. Los dos son algunos de los importantes protagonistas de esta muestra, junto a varios artistas que pertenecen al ambiente creativo valenciano de comienzos del siglo xx. Las primeras décadas son tiempos de cambio y existe un espíritu renovador que abre su puerta.

Pérez Rojas anima este suceso cultural en Valencia con mucha meticulosidad. Son casi doscientas obras que provienen de colecciones privadas y museos. Más de ochenta se muestran por primera vez, lo que constata una etapa de profunda transformación en el arte valenciano. Lo esencial en esta reunión de obras (pinturas, esculturas, pasteles, carteles, libros, revistas, maquetas) es destacar su selección, evolución y diversidad, tres puntos claves para comprender su médula, además de rescatar ese significativo momento de transición. Al ingresar a la sala, el observador podrá experimentar la transmutación del quehacer plástico y su pulso. Con Pinazo existe una exploración pictórica por la mancha, la gestualidad temeraria que lo sitúa como una figura adelantada a su época y emparentada con movimientos como el fauvismo, el expresionismo e, incluso, el informalismo. De hecho, la obra de Pinazo se distribuye a lo largo de la exposición más alla de su espacio cronológico en distintos apartados de los años veinte.

Se construye el panorama que rodeó a maestros como Pinazo, Benlliure o Sorolla, con sus coetáneos y las nuevas generaciones, siendo éstas protagonistas de estilos que consolidan un fruto visual rompedor con lo anterior, a través de manifestaciones como el Art Decó. Hay un exquisito cuidado del montaje en el MuVIM y el comisario de la muestra ha querido presentarlo en varias partes: En la encrucijada de 1912-1916, El regionalismo en su cénit y La Juventud Artística Valenciana constituyen un conjunto, y otra sección es Hacia los tiempos modernos. Cada uno de estos apartados con sus consiguientes subsecciones o guiños son ya de por sí una atrayente exhibición. En la primera se destaca el año 1912, fecha en la que Pinazo recibe la Medalla de Honor en la Exposición Nacional de Madrid. «En 1912 comienzan a definirse de manera más firme cambios y relevos generacionales, a pesar de que muchos de los grandes maestros valencianos siguen plenamente activos como Muñoz Degrain, Sorolla, Mariano y José Benlliure (?)», aclara el comisario, no olvidando buscar los contrastes generacionales desde el primer momento, pues se trata de una exposición que imbrica, de un modo casi imperceptible, la armonía y el contraste. En la primera sala se citan junto a Pinazo, con obras todas ellas realizadas en torno a 1912, a Agrasot y Muñoz Degrain en vecindad con otros autores más jóvenes como Tuset, Cuñat, Lacárcel, José Pinazo, Moya o Navarro. Una cierta sensualidad y vitalismo envuelve la exposición desde el inicio. En la segunda parte se vislumbra el relevo de creadores para despedir el imperante regionalismo y modernismo que representan bien José Mongrell, Bartolomé Mongrell, José Pinazo, José Navarro y Luis Dubón, con piezas de calidad. El Santuario greco ibérico de Garnelo y la recreacion de Ignacio Pinazo Martínez de la Dama de Elche, dan juego a la creación de un casi pagano espacio oferente. Excelentes son los retratos más clásicos y sosegados de Sorolla o Benedito. Nombres como Cuñat, Ballester, Mulet, Murillo o Esteve son figuras activas de la Juventud Artística Valenciana, apoyada por Sorolla, y emergen al igual que nuevos espacios para la ciudad como el Mercado de Colón o la Estación del Norte que se finalizan en estas fechas. El Art Decó deja ver su flameante traje en una de las partes de la exposición. Es el ocaso de una época de maestros y da paso a una mirada distinta con los Capuz, Vercher, Renau, Beltrán o Adsuara. Los referentes arquitectónicos vienen en este espacio de la mano de Rieta, Goerlich y Albert. Pérez Rojas está convencido que «lo más moderno lo inauguran los ilustradores gráficos», con una consolidación a fines de la década del veinte.

En Valencia el arte de esos años es muy fértil y diverso. Podría concluirse que no todo es Sorolla. Hay otras miradas tan avasalladora como la del autor de Visión de España. Entre retratos, naturalezas muertas, paisajes, fiestas populares o el desnudo femenino se refleja el turbado ritmo de una fase pictórica que llega a lo nuevo. La sala del MuVIM está pintada de verde, un color que refresca la visión, unido a una fértil sensación de posteridad; algo se gesta para perdurar, un momento de gran ebullición con una serie de exponentes que extienden con maestría pinceladas, tintas o cinceles en el Levante. Aquí existe una visión abierta, abandonando una lectura lineal y busca la imbricación de nombres considerados como opuestos. Un personaje imprescindible en el brote de este fresco horizonte en el panorama valenciano es Francisco Povo, artista proveniente de París, decorador de abanicos e ilustrador de libros. Portadas de novelas escritas por Blasco Ibáñez son diseñadas por Povo a través de una línea sutil y elegante, imágenes muy cercanas al mundo del cómic. Impresionan los pasteles de V. Carreres como En el escenario. Flores para la beneficencia, una obra que da forma a un personaje que trae a la memoria el imaginario de Toulouse-Lautrec. La técnica está en el mismo nivel del ya citado francés o Degas. Gran valor estético tiene el gabinete de dibujos integrado por Pinazo, García Falgás, Segrelles y Benlliure. La calidad de estos trabajos llega a pasmar cualquier mirada, sobre todo los insectos de Benlliure, con un vigoroso realismo muy entroncado con las fantásticas ilustraciones de Segrelles.

«Any Pinazo»: De l´ocàs dels grans mestres a la juventut artística. València 1912-1927 permite apreciar una deriva de riesgo artístico como lo fue la obra de Pinazo y de muchos, con una modernidad en tiempos de convulsión y un acercamiento definitivo a los aires de vanguardia. Una exposición, en definitiva, que marca un antes y un después en la visión de arte valenciano de ese fértil y contrastado momento.

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