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A 45 revoluciones por minuto

Los años 60 continúan siendo argumento para la lectura y la reflexión histórica. Una exposición en Londres explora la década como semillero de múltiples revoluciones, de la música pop a los cambios sociales y culturales. El nacimiento de un idealismo optimista, que desde las orillas de la contracultura acabará filtrándose en la sociedad.

A 45 revoluciones por minuto

You Say You Want Revolution€ Cuando los Beatles editaron en la primavera de 1968 la canción Revolution, a uno y otro lado del Atlántico la contestación juvenil señalaba las primeras páginas de los diarios y noticiarios televisivos. La insurrección estudiantil del Mayo parisino y las protestas cada vez más enérgicas contra la Guerra del Vietnam en los campos universitarios americanos apuntaban los dos grandes epicentros críticos. La juventud, aquel segmento biológico que había hecho acto de aparición a mitad de la década de los años 50 bajo los latidos del rock and roll, adquiría su mayoría de edad para rebelarse. El adolescente, persona non grata en el pasado, a partir de ahora pasaba a tener opiniones y poder de convocatoria.

Tomando el titulo de las primeras estrofas de la canción de los Beatles el Museo Victoria and Albert de Londres presenta una gran exposición, You Say You Want a Revolution? Records and Rebels, 1966-70, que recoge ese periodo de mutación y cambios, entre los años 60 y 70, que acabaría transformando la cultura y los modos sociales que había surgido después de la Segunda Guerra Mundial. De la austeridad de la postguerra al consumismo exultante de los 60. Cincuenta años después de esos primeros big-bangs de la cultura juvenil, la exposición londinense analiza ese periodo de incubación, de polinización de los movimientos y corrientes que acabarán trazando el futuro siglo xxi: Multiculturalismo, derechos civiles, ecologismo, sexualidad, hedonismo, misticismo, etc.

A mitad de la década de los 60 Londres se ha convertido en la nueva metrópolis donde fermentan todas las modas estimulada por esa pujante cultura juvenil, como distintivo biológico, que inunda todos los campos. La portada de abril de 1966 de la revista americana Time con el llamativo titulo de Swinging London ha servido de escaparate publicitario para la ciudad como la nueva meca de la cultura pop. Una aristocracia juvenil proveniente de las clases populares formada por músicos de rock, jóvenes actores, actrices, modelos, fotógrafos, diseñadores de moda o peluqueros como Vidal Sassoon cuyos cortes de pelo son reseñados como obras de vanguardia, protagonizan las portadas de las revistas. A su lado, las estrellas de Hollywood parecen personajes prehistóricos o destinados a ocupar una plaza en el Museo de Cera de Madame Tussauds. El glamur, en esa mezcla de sexo, poder y juventud, ahora se identifica con figuras como Mick Jagger, el bailarín Rudolf Nureyev, las actrices Julie Christie y Mia Farrow, el fotógrafo David Bailey o las modelos Twiggy y Penelope Tree.

Parte de esta cultura juvenil, reflejada en la música y en las portadas de los discos -los nuevos manifiestos plásticos-, las fotografías de moda, el diseño gráfico, objetos, etc. se pueden ver en la exposición You Say You Want a Revolutions? Records and Rebels, 1966-70 como reconstrucción de ese gran puzzle bañado en colores ácidos y formas Op-art o de gusto Art-Nouveau que perfila la década de los 60. La minifalda de Mary Quant señala ese encuentro histórico de la moda con la calle. Por el lado masculino, después de la revolución Mod, los hombres empiezan a parecerse a Oscar Wilde, evocando las eras eduardiana y victoriana con sus volantes y chorreras para sorpresa de las tradicionales sastrerías británicas que han de adaptarse a marchas forzadas a los nuevos tiempos y colores. La portada del álbum de los Beatles Sgt Pepper´s Lonely Hearts Club Band de Los Beatles cristaliza ese momento de transformación estética y musical. Ese mismo Verano del Amor de 1967 en la ciudad californiana de Monterrey tiene lugar el primer gran festival de música pop reuniendo a artistas como Jimi Hendrix, Mama´s and The Papa´s, Otis Redding o Simon and Garfunkel. La cultura hippie se presenta en sociedad. Los festivales de la Isla de Wight, Woodstock y Altamont, este último cerrando la década, revelan las luces y las sombras de la emergente cultura juvenil.

La exposición se hace eco de de los cambios que se producen en la arquitectura y en el diseño señalados por un optimismo modernista. Las exposiciones universales de Montreal y de Osaka muestran el cénit de esa utopía constructiva. La arquitectura del Japón con Kenzo Tange como cabeza de fila se posiciona como uno de los frentes más creativos e innovadores mientras el grupo Archigram desde Inglaterra recoge la estética Pop auspiciando proyectos urbanos como la ciudad Plug-in-City o la Walking City, una especie de ciudad ambulante diseñada por Ron Herron en forma de enormes cápsulas que se desplazan por medio de «patas telescópicas». En el capítulo del diseño destaca la serie de muebles Djinn de Olivier Mourgue con sus formas antropomórficas que la película 2001, una odisea del espacio de Stanley Kubrick proyecta como mobiliario futurista para viajeros con destino a Luna. Otra heroína espacial, Barbarella, extraída del cómic, adorna con el rostro de Jane Fonda las habitaciones de los adolescentes de medio mundo.

Más allá de una mirada nostálgica o de un viaje al pasado con gusto vintage, la exposición, como señala la comisaria Victoria Broackes subraya ese momento histórico en el que «la música se convirtió para los jóvenes en una forma de comunicación vital». Gracias a la música los jóvenes experimentan la libertad, la rebelión, el aburrimiento, la transcendencia, el sueño o la escapada a otros mundos€ A la vuelta de la esquina y de la década, John Lennon anunciaba: The Dream is Over. El sueño ha acabado. Los cadáveres de Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison escribían la leyenda de los 60.

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