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Todo pasa en Valencia

Valencia es la capital narrativa de España desde hace mucho tiempo. Y a poco que me tome dos copas sostendré, con razonamientos inapelables, que es la capital narrativa del mundo, porque en este género de afirmaciones conviene no quedarse corto y declarar a lo grande, sin complejos.

Todo pasa en Valencia, todo se fragua aquí, todo termina por poseer una conexión valenciana, todo tiene cabos sueltos que se atan en la playa de Benidorm -pongamos por playa-, todo se organizó alrededor de una paella y unas naranjas de postre, todas las aguas confluyen en el Turia, que va a dar en la mar, que es el morir, ya se sabe.

Todas las tramas habidas y por haber necesitan su parte valenciana, y su escenario con su pelín fallero, y con su perfume de Gran Evento Internacional, y con su arzobispo ultramontano colocando la guinda dogmática en lo alto del pastel.

Somos un pueblo literario, aunque no seamos conscientes de ello, y nos envidian por nuestra inventiva en todos los rincones. Nos va el cuento, nos pone cachondos la fabulación. La gente, fuera de nuestra Comunidad, no nos entiende, se piensa que las cosas que ocurren aquí ocurren por codicia, o por ambición, o por consumo excesivo de sustancias psicotrópicas, o por esa legendaria vocación sensualista que se nos atribuye. Pero nada más lejos de la verdad. En Valencia, suceden las cosas que suceden, porque somos criaturas literarias, y queremos surtir a los demás pueblos del mundo de historias verdaderas y conmovedoras.

Somos ambiciosos, y de ahí que no nos hayamos especializado en un género concreto. Tocamos la mayor parte de los grandes asuntos del corazón humano, mediante nuestro inacabable repertorio. Las sagas castellonenses de hereditarios presidentes de la Diputación. Los amores alicantinos entre grandes empresarios lascivos y voluptuosas políticas de la ciudad. Los refinadas culebrones de la alta sociedad internacional, con regata de la Copa del América incluida. La intrigas policiacas de trasfondo deportivo, con amaños en apuestas y ventas de equipos de fútbol. El gore sentimental de los realities con sede en Gandía. Las telenovelas con trasfondo de lucha de civilizaciones y pespuntes de salafismo yihadista. Tenemos para todos. Pasen y lean.

En todas partes se cuecen habas, pero en ningún lugar se cuecen tan bien como aquí, en cazuela de barro, a fuego lento, con mucho amor, con mucho cariño al removerlas y servirlas. Habitas con morcilla de arroz. Habitas con cebolla. Habitas con chorizo y atún. Habitas con cigalas. Ha habido épocas en que sólo cocíamos habitas.

Hemos dado arquetipos dramáticos al mundo que no están por debajo de los arquetipos shakesperianos. Puede que los hayamos bañado un poco en horchata, pero en eso reside también la voz propia, el estilo. La idiosincrasia consiste en no tener vergüenza de lo que a uno le nace.

Es nuestra gran contribución a la industria global del entretenimiento. Fuera de Valencia no nos entienden. Piensan que lo hacemos por frivolidad, por avidez. Por qué sé yo. Pero lo cierto es que lo hacemos para explicar a los demás las honduras del espíritu humano.

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