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Una apología cínica de la revolución neoliberal

Una apología cínica de la revolución neoliberal

La casa argentina del Fondo de Cultura Económica nos ofrece la edición en español de este último libro de Geoffroy de Lagasnerie, filósofo de Paris-Cergy. La mayor virtud del libro es la provocación intelectual. Sin embargo, en tiempos tan críticos como los nuestros, quizá la provocación no sea la mejor función de la inteligencia. Lo ambivalente de la novela Sumisión reside en que es fácil que, al fingir un futuro islamista, la novela promueva un sentimiento islamofóbico. Lo mismo sucede con el libro de Lagasnerie. Trazar una apología del neoliberalismo en estos tiempos induce a forjar una mirada en exceso benévola sobre este complejo fenómeno. Nada que objetar a estos experimentos de «pensamiento riesgo», pero deben ser evaluados con pautas mínimas de racionalidad.

Eso pretendemos hacer aquí. Partamos de la pregunta: ¿Cómo escribir aquí y ahora una apología del neoliberalismo? Esta operación intelectual no puede hacerse mediante comentarios directos de las obras filosóficas y económicas de los clásicos neoliberales, desde Friedrich Hayek a Gary Becker. La revolución neoliberal, como nueva visión del mundo, va más allá de estas obras de especialistas. Si el neoliberalismo quiere gozar de prestigio intelectual, debe emplear otro argumento. La operación de Lagasnerie consiste en usar el prestigio de Foucault para expandir el prestigio del neoliberalismo. El medio de esta operación vincula los postulados del neoliberalismo con los fines de la obra de Foucault. Si la obra de Foucault es un dispositivo crítico, cuya finalidad última es atacar la sociedad disciplinaria, destruir la sujeción o subjetivación del psicoanálisis, erosionar el poder concentrado en la soberanía estatal, promover el cuidado de sí, y alterar las luchas del poder mediante prácticas de resistencia, entonces lo que nos propone el libro de Lagasnerie es que todos estos fines encuentran una opción y un camino actual mediante la revolución neoliberal. El libro sería mucho más convincente, por eso, si mostrara una de esas luchas singulares emancipadoras que promueve el neoliberalismo [página 80].

Ciertamente, nuestro autor no quiere hacer de Foucault un autor neoliberal. Quiere explicar que el interés de Foucault por el neoliberalismo se basaba en el hecho de que veía en él una construcción intelectual que, como hipótesis, test o instrumento, era convergente con sus propios fines. Foucault habría usado los postulados del neoliberalismo como una hipótesis para cuestionar la imagen de la realidad «naturalizada» propia de las sociedades ancladas en los registros esclerotizados del Estado de bienestar. El neoliberalismo ofrecía un dispositivo coherente de imaginación teórica, y Foucault pensaba que se podía usar como una táctica teórica [112-113]. El homo economicus era una ficción teórica, claro, fruto de un constructivismo intelectual. Pero mostraba que el homo politicus, el homo moralis, el homo freudianus, también lo eran.

Pero el libro de Lagasnerie no desea profundizar en algo parecido a una ilustración social. Por eso no lleva a sus últimas consecuencias la propuesta del pluralismo intelectual. Su aspiración no es defender la pluralidad de las formas de los homines. Es más bien atacar estos diversos constructos desde el único punto de vista del neoliberalismo. Esta es la clave de su libro. Afirma estar a favor del pluralismo y la diferencia y defiende de hecho que sólo el neoliberalismo los promueve. De este modo, se defiende la pluralidad a través del monopolio del esquema intelectual neoliberal. Eso parece contradictorio. Es verdad que Lagasnerie no dice que el neoliberalismo sea exclusivo en la defensa de la pluralidad. Dice que «el neoliberalismo es una de las encarnaciones contemporáneas de la tradición crítica» [82]. Pero Lagasnerie no dice cuáles son las otras ni las promueve. No enfrentar este problema es letal. Para no encarar el asunto, Lagasnerie organiza en su libro un sistema de camuflaje intelectual que, en muchas ocasiones, roza la falta de honestidad intelectual porque tiene que llegar a proponer la Ilustración kantiana como la matriz misma del totalitarismo futuro. Si para dotar de prestigio al neoliberalismo se tiene que acudir a estas operaciones, entonces tenemos una prueba indirecta más de que el neoliberalismo es indefendible

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