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La ligereza del corredor de fondo

La ligereza del corredor de fondo

Tras diez años sin exponer en su ciudad natal, Jordi Teixidor (1941) presenta una muestra que bajo el título de Década, recoge diez obras realizadas entre los años 2005 y 2015. Breve y cuidada selección que permite rastrear las huellas del que, sin duda, ha sido un largo recorrido marcado por el compromiso personal y la coherencia profesional. Algo especialmente evidente en la pintura de quien ha hecho de su profesión su vida, de su vida su profesión.

En estas pocas pero significativas piezas se mantienen algunas constantes, algunos ritmos que no han dejado de sostener determinados recursos compositivos, gestuales, cromáticos, materiales, conceptuales que se han ido modificando con soluciones tendentes a la disminución de contrastes, de fragmentos, de contrapuntos, al tiempo que dando paso a la presencia serenamente firme de la serialidad y de la repetición que confluyen en una elegante simbiosis de la superficie y el marco, de la tela y la madera, de lo pictórico y lo escultórico. Desde esta perspectiva, podemos vislumbrar un desplazamiento desde planteamientos resueltos en la superficie de la pintura hacia la integración sólidamente sutil, sutilmente sólida de la pintura como materia compacta que deviene retablo, bajorrelieve esencial y sintético.

Los formatos inusualmente verticales, de proporciones que sugieren una sensación de elevación, de suspensión que termina por embargarnos sin que nos demos cuenta. La geometría vivificada por una factura manual en la que no dejan de entreverse variaciones mínimas, incluso en los planos aparentemente monocromos. El color, sobrio, incluso en aquellos casos donde el rojo o el amarillo terminan atemperados y desprovistos de su proverbial estridencia. Elementos inicialmente plásticos que no son sino la manifestación visible de un trasfondo vital que rehuye lo evidente y lo explícito. «La mejor forma de decir, es hacer» (José Martí, dixit) bien podría aplicarse a este pintor que renuncia siquiera a poner otro nombre a sus obras que el número correlativo de una serie que continúa variando al ritmo de su vida.

Su dilatada trayectoria marcada por una temprana y sostenida filiación abstracta, se puede comparar con la figura del corredor de fondo. Con la no pequeña diferencia que mientras éste último va afinando su musculatura y aumentando su resistencia, Teixidor afina y depura sus obras, ahondando en esa singular relación entre color y materia, entre gesto y superficie, entre bidimensionalidad y objetualidad. Teixidor siempre ha sido -así me lo ha parecido- un pintor contenido, mesurado, alejado de violencias gestuales y estridencias cromáticas. Contención que se ha ido subrayando con el paso, que no el peso, del tiempo y ha encontrado en una gama de grises profundos el soporte adecuado para mantener con mayor delicadeza si cabe, un bagaje cada vez más ligero. Equipaje machadiano que ha terminado por desnudar una piezas serenas y profundas como la mar en calma de un anochecer sombrío.

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