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El poder de las sombras

Fotógrafo formado como pintor y forjado en su taller profesional de fotografía, Salva Nebot ha hecho de la modulación de la luz, y muy especialmente de la exploración de esa parte oscura de sombras que llevan al negro, toda una seña de identidad de su dramático y contundente trabajo creativo. Búsqueda de contrastes que giran en torno a esa figura humana inevitablemente marcada por la condición trágica de la existencia.

El poder de las sombras

La pintura/el dibujo, tienen en nuestra cultura grecolatina un doble origen resumido en sendos mitos fundacionales. Es el de Parraxios y Zeuxis el que ha merecido mayor fortuna, siendo la vía de la imitación, de la representación, del parecido las más extendida y popularizada hasta la fecha. Tanto ha sido así que el otro camino, magistralmente recogido en la historia de la hija de Butades de Corinto (quien fijó sobre el muro el perfil de la sombra arrojada de su amado a punto de partir a la guerra) ha corrido peor suerte. Precisamente las sombras no solo arrojadas, sino también esas sombras de luz que registra la técnica fotográfica, han sido objeto de estudio y de creación constantes en el trabajo fotográfico que Salva Nebot (Onda, 1961) viene desarrollando con singular empeño desde hace décadas. Pintor de formación, su obsesión por las texturas visuales, por los juegos de luces atormentadas y sombras infinitas, le confiere a sus obras una cualidad visual, una plasticidad próxima a la materialidad física de lo pictórico. Así, S. Nebot abandona el soporte bidimensional para fundir la imagen fantasmática en la materia de la materia donde tiene su raíz etimológica: la madera. El primer material vivo proporcionado por los árboles, esos verdaderos alquimistas de la Naturaleza capaces de transformar la química inorgánica en vida. Reducidos a postes, tablones y tableros, vuelven a ser portadores de nuevos sentidos, a ser narraciones trágicas y dolorosas, vívidas escenas que golpean nuestra mirada y sacuden nuestros pensamientos y sentimientos.

Salvando el tiempo y la distancia, ese mecanismo visual y psicológico de «la presencia de la ausencia» fundado en la historia de la hija de Butades, lo retoma Nebot con sus sombras preñadas de simbolismo y fuerte carga emocional. Paralelamente, recurre a una segunda estrategia igualmente enunciada en el título de la muestra, la fragmentación. Fractura visual y material que es una eficaz metáfora de esa otra fractura vital que supone el desarraigo, la emigración, el abandono forzoso del hogar de tantos miles de personas masacradas por la guerra, el odio, la xenofobia, el hambre.

La inevitable -por coherencia- dialéctica del blanco y negro articula diversas oposiciones, contrastes, contradicciones que se tensan mediante una poética (un hacer) que desgrana grupos de personas solas, sombras fugaces de cuerpos en huída, gritos silenciosos de mentes consumidas. Este conjunto de fotografías objetuales que remiten a vallas, empalizadas, barreras que obstaculizan el ya de por sí duro éxodo y hacen visible la fragilidad del ser humano roto por las circunstancias, se completa con diversas series de fotografías más convencionales en las que el fotomontaje -una derivación fotográfica del mismo principio collage- y la yuxtaposición en forma de dípticos, trípticos o series, adquieren un protagonismo diferenciado que no deja de abundar en esa visión descarnada y dura (hasta los huesos) de un drama humano de triste y generalizada vigencia.

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