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Madrid era una feria

Madrid era una feria

Parafraseando el archiconocido libro de Hemingway, bien podríamos afirmar que Madrid, al menos durante una semana al año, es una Fiesta del Arte contemporáneo donde se dan cita miles de aficionados de todo tipo y condición; desde coleccionistas de toda la vida a visitantes de un día, desde directores de museo a estudiantes sin dirección ni rumbo fijo, desde críticos y curadores a espectadores en busca de criterios y de obras que dejen huella o se presten para una selfie... Sin duda, ARCO es la feria reina indiscutible -por discutida que sea- donde se concentran todos los agentes artísticos que hacen de este certamen que ha cumplido 36 inviernos, un lugar de obligada peregrinación para testar el pulso de las manifestaciones artísticas ligadas al mercado más elitista y refinado. Acabados impecables y conceptos transgresores no solo pueden convivir sin excesivos aspavientos, sino que deben integrarse para que la contradicción anime unas obras que deben conjurar el formalismo carente de discurso. Desde tal perspectiva, esta edición consolida el camino de seriedad claramente emprendido desde que Carlos Urroz asumiese la dirección del mismo.

Además de ARCO, otras ferias han abierto sus puertas escalonadamente a lo largo la semana pasada: ArtMadrid, que cumple su doceava edición, JustMad8, Drawing Room redibuja su sobria imagen de marca por segunda vez y, finalmente inicia su andadura Urvanity, un proyecto centrado en las extensiones peculiares que surgen a partir del grafitti, Street-Art o el ahora llamado Arte Urbano. Los rescoldos de la hoguera de las vanidades (Tom Wolfe) parecen no apagarse alentados por las dialécticas High&Low, glamour y canalla. En todas ellas, con la excepción de JustMad -penalizada por el deplorable nivel medio de la pasada edición- pudimos encontrar representación de galerías y artistas valencianos. Hay que advertir que los gentilicios y las nacionalidades tienen escasa relevancia a la hora de disfrutar de las obras que se producen en el territorio común del arte, cada vez más globalizado. Como tampoco tiene demasiado sentido asociar calidad con edad. Sin embargo, por imperativos del guión, trataremos de señalar aquellos artistas cuyas obras nos han atraído especialmente.

Dicho lo cual, cabe reseñar también que la división levantina en general ha demostrado una calidad acorde con sus respectivos contextos y, en algunos casos como en el espacio Drawing Room, sobresalir de un modo significativo.

Empezando por ARCO, Luis Adelantado ofrecía el plato fuerte de un histórico Encapsulado de Darío Villalba, un nutritivo surtido de segundos platos internacionales y el postre de un atractivo papel de Álex Marco. La galería Espaivisor demostraba su mayoría de edad con un despliegue espacial a modo de pequeñas estancias (nada vaticanas) como mini individuales de artistas consagrados como Esther Ferrer o maduros como el tándem Bleda&Rosa. La galería Rosa Santos sorprendía gratamente con la reciente incorporación de Elena Aitzkoa y la hermosa pieza -dibujo con luz propia- de Andrea Canepa. En el mismo pabellón 9, se estrenaban en la sección Opening, los Espai Tactel con las no cajas de música de Fito Conesa y los dibujos más allá del dibujo de Rosana Antolí. Finalmente, en el pabellón 7, donde se concentran las galerías especializadas en arte de la primera mitad del siglo xx, la alicantina galería Aural hacía toda una demostración de lo que puede dar de si la perseverancia vivificada por la coherencia de un proyecto expositivo vertebrado en esa corriente histórica que se relaciona con la investigación, la experimentación y los medios interdisciplinares y tecnológicos. Las propuestas de Concha Jerez, José Maldonado o Máximo González dan buena prueba de ello.

Drawing Room se consolida como una apuesta decidida por la potencia expresiva del dibujo. En un espacio reducido -junto al hotel Wellington-, de una escala casi doméstica que permite saborear el recorrido minucioso de todo lo expuesto. En Set Espai d´Art, la delicadeza y la elegancia matizan el atrevimiento conceptual de los objetos pictográficos de Ana H. del Amo y las líneas con vida propia de las exquisitas obras de Cristina Almodóvar. En galería Punto, por el contrario, confluyen la potencia de distinto signo de Joan Cardells y el joven Matías Ercole. Austeridad monástica y opulencia selvática devoradoras del espacio y la mirada. En galería Paz y Comedias, el equilibrio de la geometría se reviste de calidez en las obras de María García Ibáñez y de profunda fascinación serena en los papeles horadados de Manuel Blázquez. Finalmente, los enigmáticos dibujos de Pamen Pereira despliegan todo su aroma de familia en la galería Trinta.

ArtMadrid, felizmente ubicado en el céntrico edificio del antiguo Correos, nos deparaba, un tanto escondidas entre el eclecticismo visual de demasiadas obras que ni siquiera se sostienen como imágenes, algunas propuestas de muy diverso cariz sostenidas por el común denominador del compromiso personal y la profesionalidad. Así, las geometrías impecables de Robert Martorell (Pep Llabres Art), el gestualismo abstracto de Rebeca Plana (Luisa Pita), el expresionismo inquietante de las figuras de Carmen Selma en la parisina galería Norty, o la nocturnidad arquitectónica de Keke Vilabelda (Kir Royal) sobrevivían dignamente baja la espectacular bóveda/jungla de cristal. Como toda regla tiene su excepción en esta misma feria pudimos ver en la galería barcelonesa Zielinsky la sutil pintura lumínica del uruguayo afincado en Suiza (Ginebra, Davos?) pero muy vinculado a Valencia, Daniel «Orson» Ybarra.

Hasta en la benjamina de las ferias (le deseamos la fortuna de David) Urvanity, entre la notable presencia de galería internacionales que cuentan con una notable especialización en artistas vinculados con el arte urbano, la galería Plàstic Murs se defendía sin complejos compaginando trabajos de artistas no menos internacionales como Nelio y SatOne, com la obra de un equipo arraigado en las calles de Valencia, y cada vez más callejeros del mundo, como Pichi&Avo.

Hemingway señalaba que la dureza de sus años juveniles en París no mermaron la felicidad. Salvando las distancias y jugando a la inversa, estamos convencidos que en la semana de Fiesta de las ferias en Madrid hay obras conmovedoras, obras serias y profundas, obras de arte.

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