Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Estilo Mehari

Cuando me invitan a dar una charla sobre literatura a organismos indefensos de la Enseñanza Secundaria Obligatoria, o a animalitos montaraces del Bachillerato, no desaprovecho jamás la oportunidad para pontificar acerca de ciertas cuestiones de estilo. Al fin y al cabo, el estilo lo es todo.

Existe el estilismo de los que aspiran a que el estilo se les note, y el estilismo no menos estilista de quienes pretenden aparentar que carecen de él. Porque el estilo es una condena: se está condenado a tener alguno, como se está condenado a vestir. Hay quien viste con la intención de subrayar el vestido, y hay quien viste con el propósito inútil de disimular su vestimenta. Los más ingenuos se figuran que el hecho de ir desnudos elimina el problema vestimentario, pero lo cierto es que lo agrava, al brillar por su ausencia y reducir el asunto al absurdo, porque andar desnudo, cuando uno debería estar vestido, significa estar disfrazado, y todos los disfraces representan un énfasis.

Cuando escribáis, criaturas mías -les digo a los jóvenes aprendices de escritor-, tenéis que hacerlo estilo Mehari. Citroën Mehari: eso es el estilo, el estilazo, el power literario, la fuerza Jedi convertida en sintaxis española. Y a continuación les explico lo que fue un Mehari.

El Citroën Mehari fue un automóvil descapotable popular que se fabricó desde finales de los años sesenta hasta finales de los ochenta. Tenía una carrocería de plástico rígido y un motor de unos 600 centímetros cúbicos, igual que el mitológico Citroën 2CV. Por lo general, eran coches de color naranja o verde fosforescentes, aunque los había de todos los estilos, incluso ejemplares extravagantes que imitaban la piel de las vacas.

Cuando en mi adolescencia veía pasar Meharis a mi lado, y babeaba de envida melancólica -que es una envidia morbosa de carácter lírico, con su punto de contradicción en los términos-, pensaba que eran nada más que coches envidiables. Pero en verdad, como supe un poco después, eran lecciones literarias sobre ruedas, que el azar impartía para mí de forma gratuita.

Los Meharis estaban siempre llenos de tías buenas, y los conducían tipos de bronceado ibicenco -que es el bronceado de los ricos-, con camiseta de tirantes y melena rubia. Irremediablemente, todos los que no estábamos a bordo del Mehari nos volvíamos de repente salmantinos, o zamoranos.

Parecían automóviles, pero eran tratados de estilística profunda. Así es como debéis escribir, y no de otra manera -evangelizo a los muchachos, apuntándolos con la omnipotencia de mi dedo índice. Y entonces aclaro el asunto.

El estilo debe ser descapotable, como la felicidad. Al estilo ha de notársele que le da mucho el aire en la cara, y en el pecho, y en las piernas, y en los pies descalzos. El estilo no lleva cinturón de seguridad, y conduce con los niños pequeños en los asientos de delante. El estilo necesita irse de noche, con la música de la radio a toda leche, camino de la playa, para bañarse desnudo y ver amanecer. El estilo, sobre todo, ha de estar lleno de tías buenas.

Así es el estilo: descapotable. Mehari a más no poder.

Compartir el artículo

stats