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James S.Ackerman: In memorian

El profesor californiano de la Universidad de Harvard, James S. Ackerman, recientemente fallecido, está considerado como una de las principales autoridades académicas en relación a la arquitectura italiana del «Cinquecento». Ackerman fue miembro fundador del centro de estudios renacentistas de Harvard en Florencia, la Villa I Tatti, y hace poco menos de nueve años estuvo en Valenciapara participar en un seminario sobre Palladio, de quien era el máximo especialista mundial.

James S.Ackerman: In memorian

Ha muerto, con 97 años, James S. Ackerman, Professor of Fine Arts que fue en la Universidad de Harvard. Este otoño hará nueve que celebró su 89 cumpleaños con nosotros. Su visita respondía a una invitación de la Universidad Politécnica de Valencia para conmemorar el Quinto Centenario del nacimiento del arquitecto paduano Andrea Palladio (1508-2008).

En esa celebración, de la que da cuenta la correspondiente publicación del mismo año realizada por General de Ediciones de Arquitectura, el profesor Ackerman fue, sin duda, junto a otros ilustres colegas, la figura principal. Pues a él se debe una monografía de referencia que, aparecida en 1966, reeditada en 1976 y publicada en castellano por Xarait en 1980, no ha perdido un ápice de su vigencia. Un libro sencillo en cuyo prólogo el autor nos dice: «espero que su brevedad lo haga recomendable para muchos lectores a quienes falta el tiempo, o el valor, para enfrentarse a volúmenes de bulto más imponente».

La Segunda Guerra trajo a Ackerman a Europa, y al norte de Italia en concreto, donde conoció sobre el terreno la obra de Palladio, sus palacios, sus villas y sus iglesias, se enamoró de ella y de sus tierras y decidió estudiarla a fondo y con detalle.

Cierto es que Palladio nunca pasó desapercibido y que, partiendo de sus discípulos en Italia e Inglaterra, su culto se prolongó al punto de conocer un revival propio: el llamado estilo neo-paladiano. Pero no lo es menos que su discutible adscripción al manierismo lo tenía, con el auge de la Modernidad, relegado a una honrosa «reserva». Semejante a la que, en tiempos de guerra, puso al profesor californiano frente a su legado. Y decidió investigarlo por su cuenta, desatando sin proponérselo una nueva y copiosa ola de estudios al respecto.

Esa nueva ola presentaría, sin embargo, otro cariz. Pues ya no se trataba de imitar el estilo, a la manera decimonónica, sino de aprender de la Historia. Y de la Geografía que, en este caso, como en todo lo que concierne a la Arquitectura, es determinante. Sin un cabal conocimiento de lo que era la terra ferma (el Véneto) en el imaginario de los habitantes de la laguna (Venecia), no se entiende la arquitectura de Palladio. Pero ello no basta. Habrá que entender, además, el singular momento en el que todo esto sucedía.

La aventura de Palladio, sin que quizás él llegara a saberlo, da la razón a Vitrubio, y nos advierte a cuantos hemos ejercido la profesión, hoy tan maltrecha, de arquitectos, de que la arquitectura civil o, si se prefiere, la arquitectura sin más, se debe a la «oportunidad». En eso, para bien o para mal, ella comparte la estrategia política. Lo cívico congenia con lo político.

Ackerman prueba, con hechos y datos, que la fecundidad del genio paladiano debió su fortuna a un momento dado: unas pocas décadas. Y a un territorio dado: una región. Tuvo su oportunidad y sacó el mayor provecho de ella. Clientes como los suyos y en trance como aquel no los había habido antes, ni volvería a haberlos después. En cierto modo él gozó de un boom.

Es lo que cuenta Ackerman en su libro, que le convierte, desde el momento de su edición en los años 60 del siglo pasado, en patriarca indiscutido de los estudios cuyo centro tiene su sede oficial en la «Basílica» del maestro en Vicenza, su ciudad de adopción. Por eso le quisimos con nosotros en las «Jornadas Internacionales Conmemorativas del V Centenario del nacimiento de Andrea Palladio. Una visión de la Antigüedad», en las que él participó con plena afabilidad, entrega y elegancia ejemplares. Y sentido del humor.

Palladio no fue su único punto de mira. En una más amplia perspectiva y siempre con Italia como telón de fondo, Ackerman nos ha dejado otra preciosa monografía dedicada a La Arquitectura de Miguel Ángel de la misma época. Y más reciente (1990) The Villa: Form and Ideology of Country Houses, cuyo título, sin más comentario, declara y describe su contenido. De su modestia y voluntad de comunicación, cualidades ambas a decir verdad inseparables, da fe lo que el autor escribe al final del Prefacio a Miguel Ángel, refiriéndose a los comentarios «de mi esposa cuyas críticas de estilo ahorrarán al lector tremendas penalidades».

Lo malo de la longevidad, que tantos deseamos, es que cuando uno se muere, quienes le han conocido solo ocasionalmente hace ya tiempo que lo dan por muerto. Me parecería por ello del todo injusto no hacer honor a la memoria de este hombre sabio recién desaparecido, que tuvo la generosidad de compartir con nosotros, no hace tanto, su saber y su simpatía.

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