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Incultura local vs. cultura global

Hay dos refranes que encierran la misma idea, pero con connotaciones diferentes: de tal palo, tal astilla y de casta le viene al galgo. El primero se puede emplear indistintamente para criticar o para alabar un determinado comportamiento; el segundo, en cambio, sugiere una conducta que se valora de manera positiva. Así, de un joven que se pasa la vida haciendo botellón diríamos de tal palo, tal astilla si sabemos que su padre le da al soplamen con fruición y también cuando comprobamos que es tan encantador como su progenitor. Pero de casta le viene al galgo solo se aplicaría con propiedad al segundo caso.

¿Qué por qué les cuento este rollo lexicográfico? Pues porque a los parecidos culturales les sucede lo mismo. Vivimos una exacerbación de lo cultural. En estos tiempos en los que la cultura lleva camino de hundirse en la miseria, empleamos más que nunca el adjetivo cultural y el sustantivo cultura como términos positivos. Dime de qué hablas y te diré de qué careces. Antes "cultura" designaba la literatura, las artes plásticas, la música€ Ahora resulta que preparar un simple pincho (y hasta comértelo) es "cultura" gastronómica, que hay una "cultura" de las pintadas, que los tuits también son un fenómeno "cultural" y así sucesivamente. Ya me imagino al lector torciendo el gesto ante mis palabras: „Lo de siempre -pensará-, ya estamos con los discursos elitistas que se niegan a reconocer la cultura popular. Les aseguro que no hay tal. Por supuesto que tan cultural resulta la Muixeranga como la Lucrezia Borgia que acaba de representarse en el Palau de les Arts. Pero para que algo sea "cultural" no basta con que sea característico de un grupo humano, es necesario que este lo haya cultivado con esmero (igual que los cultivos agrícolas), normalmente porque ha comprobado su validez en ejemplos de fuera. Un cultivo se inicia por imitación de modelos dignos de ser clonados, no por simple contagio como si fuera un virus. La cultura no es un ataque de risa compulsiva, es una práctica social que merece la pena.

Habrá que irse acostumbrando a distinguir entre cultura y cultureta. La cultura es global por definición: nace en un sitio e irradia vertiginosamente a muchos otros. La cultureta es irremisiblemente local, consiste en mirarse el ombligo y solo suele interesar a los que se lo miran. Lo digo a propósito de las medidas favorables al medio ambiente del concejal Grezzi. ¡Buena la ha armado don Giuseppe! Primero el anillo ciclista y luego la prohibición de aparcar en el carril del bus por la noche. Parte de la ciudadanía está indignada, la otra, encantada. También tiene a ciertos sectores empresariales como los hoteleros en contra y a otros como los taxistas a favor. ¿Se trata de una cultura de la movilidad o del capricho extravagante de un edil narcisista? Vediamo, que diría Grezzi. Conozco muchas ciudades europeas en las que el carril bici te puede conducir a cualquier sitio: por lo general estos paraísos sin ruido ni contaminación abundan en las sociedades con mayor calidad de vida. O sea que hay una cultura de la bici y Grezzi es su adalid. No conozco tan apenas ciudades europeas (ni españolas) en las que se permita a los marchosos aparcar en el carril del autobús: o sea que prohibirlo está nuevamente en la lógica de la cultura.

Estos son los hechos. No hablo de política, hablo de política cultural, que no es lo mismo. Lo que está haciendo este señor se inserta en el horizonte intelectual del siglo xxi y debería ser compartido por todas las tendencias. Esto no significa que siempre esté de acuerdo con sus iniciativas: ya dije el otro día que su ideíta -si de veras es suya- de cerrar Valencia al tráfico con interminables carreras pedestres provoca un caos urbano y una contaminación por atascos que son desconocidos con esta frecuencia en el mundo civilizado. Pero en conjunto su cruzada anticoche me parece positiva. Dicen que procede de los verdes: De casta le viene al galgo.

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