Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los muertos aún viven

Los muertos aún viven

Cabría preguntarse qué leemos cuando leemos a Javier Cercas. Si un relato real. Si una artefacto novelesco sobre la realidad. Si una biografía novelada. Si una autobiografía ficticia. Si una interpretación propia del pasado. Si un posicionamiento político con respecto a ese pasado que no pasa, que aún duele y que aún mantiene en suspenso grandes interrogantes sobre la trágica historia de España. Cualesquiera de estas posibilidades tendría sentido en el autor que desde la fundacional Soldados de Salamina (2001) ha ido ampliando su nómina de obras y temas sobre la memoria traumática de nuestro país. Con suma pericia. Con una técnica refinada que no excluye ni la emoción ni el interés. Como un género en sí mismo.

Acaba de ver la luz, desenterrando de nuevo historias bélicas y humanas sobre la guerra civil, El monarca de las sombras (2017), la última obra de Javier Cercas. Esta vez la novela de investigación de escritor rescata la historia familiar del propio autor: el joven Manuel Mena, el héroe falangista que se marchó a la guerra con Franco y murió en la batalla del Ebro. Ese héroe equivocado que luchó por unos ideales nobles incrustados a conciencia en la gran mentira del fascismo, que hizo creer a los que no eran suyos, los pequeños propietarios rurales, los caciquillos de pueblo, que sí lo eran. Sus jóvenes fueron enviados al altar del sacrificio de la patria, llevándose por delante, de paso, a algunos rojos quemaconventos. El final fue el conocido: la guerra fue atroz y los cuarenta años de franquismo, un sometimiento de clase (militar, nobleza y clero) anacrónico y siniestro.

Manuel Mena concentra el interés de las dos tramas paralelas. La primera, el resultado de la investigación del autor sobre aquel héroe equivocado, lo que los documentos certifican o lo que los testimonios reconstruyen: cómo se formó Manuel Mena, cómo se marchó a la guerra espoleado por los ideales de patria y familia, cómo advirtió a su madre de que en caso de morir en la batalla no debía llorar públicamente, cómo cayó herido hasta cinco veces y murió en un hospital de campaña improvisado en un caserón del pueblo de Bot, en la comarca de la Terra Alta, en Tarragona. La segunda, la investigación del autoficticio Javier Cercas sobre su tío abuelo a partir de la leyenda que su madre (magnífica protagonista en la sombra de la novela) conserva aún en la memoria de aquel soldado hermoso y joven que conoció en su infancia: cómo escucha los recuerdos de su madre, cómo viaja con David Trueba a Ibahernando, el pueblo de Mena y de la familia de Cercas, cómo graba a los testimonios, cómo se desplaza a Gandesa para trazar a modo de crónica los avatares de la batalla más cruel de la guerra. El resultado es magistral: la historia del pasado avanza conmoviendo a los protagonistas del presente, devolviéndoles unos datos exactos o unas conjeturas probables que reconstruyen la estirpe familiar desde los fatídicos años treinta.

El artefacto literario de Cercas no es brillante, pero es sólido. No renuncia al didactismo sobre la guerra, a las explicaciones sociológicas sobre la configuración del mundo rural que explotó durante el conflicto y que acabó apoyando la sublevación de Franco, como un maestro que se preocupa de que los alumnos sean capaces de entender lo inexplicable. No renuncia a simular debates teóricos sobre el conflicto, planteados en un diálogo entre personajes para justificar sus opiniones políticas. No renuncia a apabullar con datos y referencias cronificando el desarrollo de la batalla del Ebro en los pasajes más farragosos del libro. No renuncia a explicitar la vergüenza que siente por el pasado franquista de su familia, en una confesión impostada que nada quita y nada pone ni a su calidad narrativa ni a su compromiso (cierto) con la memoria histórica (sean sus interpretaciones más equidistantes o menos radicales que otros planteamientos). Innecesarias las cuatro cosas. Y sin embargo, el resultado es una novela vertiginosa donde brilla con luz propia, junto a la historia familiar que convoca a todas las historias familiares del país, la madre del protagonista, la anciana que tras décadas residiendo en Gerona aún vive emocionalmente en Ibahernando, en otro espacio y otro tiempo, y que se lamenta de vez en cuando del olvido con que se cubrió el cadáver de su tío, el héroe Manuel Mena que murió con diecinueve años en un pueblo de la cuenca del Ebro. La novela es un ejercicio excelente de homenaje a esa generación que convivió con los fantasmas de la guerra (sean héroes o víctimas, llámense Blanquita o el Pelaor) y que construyeron un mundo a medias entre la realidad y la muerte.

Compartir el artículo

stats