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La pasión por la vida y por el arte

«El amigo de la Finca Roja» no es otro que el conocido polígrafo de las vanguardias históricas, Carlos Pérez, de cuya mano la autora recorre vitalmente la obra del Equipo Crónica, Buñuel y otros creadores.

Con el hermoso y nostálgico título de L´amic de la Finca Roja, edificio levantado en la IIª República, de arquitectura «expresionista» de inspiración holandesa, con patios que comunican las casas de pequeñoburgueses y gente modesta, y donde residía Carlos Pérez -detective y promotor del arte vivo-, la oscense catalanoparlente Mercè Ibarz viaja por las vanguardias artísticas valencianas y españolas. Lo hace, en este ensayo narrativo, ese género que inauguró entre otros filósofos y escritores el innovador Ciorán de Después de la caída, también publicado en su día por Tusquets editores.

Desplegando sus dotes de periodista, estudiosa de la cultura española e internacional y celebrada novelista, Ibarz nos informa de aspectos de Pérez que no sabíamos ni sus amigos, como que además de sus conocimientos y dedicación a difundir el arte -incluido el cine y el jazz-, bailaba claqué. Sólo omite sus aspectos discutibles, como que difícilmente dejaba hablar más de unos minutos a nadie. Si bien, como todo lo que decía era interesante e ingenioso, no importaba en absoluto.

Así, con una constante muestra de afecto por quien conocía a fondo las corrientes artísticas más remotas y brindaba con desenvoltura y generosidad sus fuentes, recorre de su mano Valencia, los mundos originales e inquietantes cosmos de Buñuel; el polifacético aragonés Ramón Acín, amigo de nuestra escritora Teresa Garbí, y entre muchas otras vertientes, como grafista, crítico en El Heraldo de Aragón y editor de las Tres Sorores -título en homenaje a su tocayo Ramón J. Sender-; Papasseit & Torres (& Duchamp); la gran y poco conocida pintora catalana Ángeles Santos; Mercè Rododera; el Equipo Crónica; la vida de Blasco Ibáñez en su casa modernista de Mentón (junto a Montecarlo), desde donde nuestro narrador y agitador político concibió y realizó La vuelta al mundo de un novelista. Recuperación ésta necesaria, a la que ha contribuido el ex catedrático de literatura y profundo e inagotable ensayista Cecilio Alonso. Sobre todo porque quien era equiparable al también naturalista Zola tuvo el olfato y la sensibilidad necesaria para, desde Los cuatro jinetes del apocalipsis, llegar al público mundial. Y por ello fue envidiado y detestado por otras dos figuras claves, el creador del esperpento narrativo Valle Inclán, y el pionero de la novela moderna, Pío Baroja, quienes apenas vendían doscientos ejemplares en su época.

No se va a caer aquí en la tentación de reiterar la magistral glosa, propia de su profesión de profesor universitario de Salvador Albiñana en Posdata con motivo del fallecimiento de Carlos Pérez, que a valencianos, amigos y españoles en general nos dejó perplejos y huérfanos. Porque hasta en su silla de ruedas y a sus sesenta y pocos años, este artista y personaje creativo seguía siendo un apasionado por la vida y el arte y proponiendo bellos proyectos.

Pero este articulista y narrador si quiere dejar constancia de que incluso cuando había comenzado ya el precariado en la prensa, Pérez, director de la revista de arquitectura y urbanismo Lars, además de otras cosas, pese a ser escéptico, indicó a la secretaria de redacción, Eva Ferraz, que le abonará doscientos cincuenta euros netos por su texto de diez folios a tipografía gruesa «Graham Greene: huida hacia la revolución».

Carlos Pérez era otro ser humano que se evadía del vacío y la muerte a través de sus contribuciones a la revolución constante de la vida y el arte. Fue, entre muchas otras cosas, el principal promotor artístico y divulgador del IVAM y el MuVIM. Y, en medio, colaboró estrechamente con Juan Manuel Bonet en el Museo Reina Sofía y comisarió discretamente exposiciones fuera de esos ámbitos. Siempre con la modestia de los clásicos, tan alejada de esos comisarios que te dicen «tengo una exposición para el mes que viene en...». Y tuercen el gesto cuando se les replica: «No sabía que te has hecho artista»?

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