Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

¿A qué suena el Universo?

¿A qué suena el Universo?

Quizás el arma más poderosa para la indagación intelectual y científica humana sea la analogía: la capacidad para afrontar problemas nuevos encontrando similitudes con otros conocidos, aunque en esencia sean radicalmente distintos. Pero no debemos olvidar que la analogía es una herramienta mental humana, por lo que encontrar esas conexiones en el fundamento de acontecimientos no significa que exista una relación entre ambas cuestiones. Esa es la trampa en la que en muchas ocasiones caen quienes interpretan la descripción de las teorías sobre la realidad desde un punto de vista pseudocientífico. De no estar clara esa cuestión, alguien podría pensar tras la lectura de El jazz de la física, de Stephon Alexander, que existe un patrón cuántico en las improvisaciones de Coltrane o que existen conexiones ocultas de ciclos que gobiernan la historia del cosmos. Pero Alexander, saxofonista y profesor de Física en la Universidad Brown, se encarga él mismo de dejar claro que una cosa es establecer paralelismos y otra considerar que suponen la realidad.

El jazz de la física es la reflexión de un científico de primer nivel y entusiasta músico que sabe conjugar a la perfección ambos mundos. Por eso su lectura resulta estimulante, no sólo para constatar que todo conocimiento, por dispar que sea, enriquece a otros campos si quien reflexiona es capaz de activar la imaginación, sino para empaparse de la pasión con la que el autor consigue conectar las dos disciplinas. Y, de paso, el lector podrá adentrarse en una visión de conjunto de los interrogantes a los que trata de dar respuesta la Física hoy al tiempo que se deja acompañar de una estupenda banda sonora con Cole Porter, Sonny Rollins, Donald Harrison o Brian Eno. También Mozart y Bach.

¿Qué conecta al saxofonista John Coltrane y al padre de la relatividad general, Albert Einstein? Más de lo que creen. Alexander convierte ese vínculo en una de las historias centrales de su libro. Coltrane tenía a Einstein como uno de sus grandes ídolos y entre sus obsesiones «estaba una ferviente búsqueda de conexiones entre la Física moderna, el tiempo cíclico de la Filosofía oriental, la armonía occidental y los polirritmos africanos». El interés del saxofonista por la cosmología iba más allá de la mera curiosidad intelectual. Tanta fue la relación, que El jazz de la física revela una suerte de mandala dibujado a mano por el genial Coltrane en el que se plasman simetrías veladas entre las notas musicales que conducen a la escala pentatónica, así como otras relaciones geométricas vinculadas al tritono y ciclos que casi encierran en sí mismos un compendio de toda la historia de la música.

La más conocida y antigua relación entre sonido y física-matemática se la debemos a Pitágoras, quien trataba de hallar el fundamento del universo «en la armonía que emana de los números». Aunque el origen de sus ideas bebe de concepciones babilónicas y egipcias, Pitágoras representa un paso de gigante en la constatación de la capacidad de la mente humana para comprender las leyes del cosmos, con las matemáticas y las relaciones numéricas como linterna para indagar en la oscuridad del asombro por la existencia. El filósofo comprobó que las proporciones de las cuerdas determinaban el sonido que emitían al vibrar, y que ciertas relaciones establecían armonías agradables al oído. Ese fue el fundamento de toda la música occidental y la revelación que llevó a Pitágoras a plantearse que «todo es número». «La creencia pitagórica fundamental de que todo es número se ha convertido, al cabo de casi tres milenios, en el mantra de la Física teórica moderna», expone Stephon Alexander.

De Pitágoras a los sólidos platónicos y a la simetría de Kepler para determinar el movimiento de los planetas: ese es el comienzo de un viaje divertido e imaginativo que plantea El jazz de la física. Es una guía sobre las últimas investigaciones científicas y un manual de armonía musical. Pero invita también a una sabia reflexión sobre la analogía y la intuición como referencias para el descubrimiento del mundo. Alexander también escribe su propia autobiografía y desnuda la división que sentía entre su amor a la ciencia y su pasión por la música. Recibió del físico Chris Isham, uno de los padres de la gravedad cuántica, la lección de que desde otras ideas sin relación aparente con un problema se alcanzan las soluciones más hermosas. Y otras dos más, parecidas, del premio Nobel, Leon Cooper: «La primera es que nunca olvidaré el valor y la belleza de ver y aplicar pautas similares de un campo a otro. Aprendí que establecer analogías entre campos dispares es más un arte que ciencia pura (...) La segunda lección que aprendí es que estas analogías siempre serán limitadas, pero esta misma lección es la semilla de nuevas intuiciones y descubrimientos».

Compartir el artículo

stats