Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mantras tibetanos

No es verdad que los políticos constituyan un mal ejemplo. No es verdad que los políticos no nos den lecciones de vida. Yo permanezco muy atento a sus enseñanzas, sobre todo a las de carácter verbal, y procuro sacar de ellas partido literario, porque un escritor está obligado a observar hasta los aspectos ínfimos del universo, poco más o menos como un entomólogo o un taxista de una ciudad populosa.

Los topicazos, muletillas y lemas con que los políticos procuran salir de los aprietos en que su mala cabeza suele meterlos son mantras de aplicación intelectual, a poco que se mire. A mí, al menos, me resultan fórmulas de sabiduría esotérica con las que llegar al corazón de los lectores, es decir, de los inscritos y las inscritas en las inscripciones en donde haga falta inscribirse, pongamos por caso.

De entre las sentencias metafísicas de los políticos contemporáneos, una de las que más me ha dado que pensar es el No es no (y su inteligente variante afirmativa: Sí es sí). A primera vista podrían parecer enunciados de poca monta, pero eso es porque no se los analiza desde una perspectiva de naturaleza -llamémosla así- artístico-ontológica.

A mí me están siendo muy útiles. El otro día se me ocurrió aderezar una reflexión con unas cuantas virutas del asunto. Basta con unas láminas de No para dar sabor a cualquier pensamiento profundo (o con unas cuantas limaduras de Sí). Por ejemplo, escribí: El No es la casa del Ser, y creo que con mi sentencia puse de manifiesto, descifrándolo, uno de los enigmas existenciales que atormentan al hombre desde que el mundo es mundo, y el hombre, hombre. Luchamos contra la capacidad negadora del tiempo, de la decrepitud, de todo lo demás; pero a la vez nos oponemos a la negación, negándola desde nuestra naturaleza combativa. El No es la casa del Ser: ¿me seguís?

Pero después de unos instantes de clarividencia, hube de rectificarme, y entonces esculpí otro aforismo no menos abisal: El Sí es la casa del Ser. Qué bien suena, qué sibilante puede llegar a ser la verdad. Sólo podemos afirmarnos en lo que somos, sólo podemos decir Sí, porque para decir no ya está la vida, etcétera. Insisto: El Sí es la casa del Ser. Lo veo claro.

Algunos políticos son especialmente tibetanos, y sus declaraciones deben juzgarse desde el criterio de la sabiduría oriental más pura. La frase más zen pronunciada por un español o una española (porque el zen no comete discriminaciones de género) es la siguiente: No me consta.

No me consta es el encogimiento de hombros supremo con respecto al Todo, el destilado de sabiduría con que el maestro ciego instruye a sus discípulos a la orilla del río. Maestro, ¿existe Dios? No me consta, criatura. Maestro, ¿no existe Dios? Criatura, no me consta. Maestro, ¿volveremos a beber dos veces las aguas de este río ameno? No me consta, amado perseguidor de la certeza.

Y de este modo, poco más o menos, voy introduciendo a los neófitos en las artes iluminadoras de la paradoja. Ya me he hecho acreedor de un nombre imponente: el Maestro Constantino.

Compartir el artículo

stats