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Diario de un obstinado

Diario de un obstinado

Mucho ha llovido (por poco que llueva en esta ciudad) desde las exposiciones periódicas de José Luis Cueto (Puerto de Sagunto, 1961) en la galería Post-Pos. El tiempo vivido, especialmente su intensa actividad académica universitaria, han introducido notables cambios poéticos, pero no han logrado hacerle tirar la toalla de la producción artística. Buena prueba de ello la tenemos en Un palco en el teatro del mundo.

Pintor de vocación y formación, sus fotografías mantienen sólidas raíces que se hunden en el fértil campo y la tierra oscura de la tradición pictórica. Algo especialmente evidente en la colección Pura formalidad que se presenta por primera vez en esta Sala Oberta en muchos sentidos. Dos extensos e intensos textos, uno del propio artista, y otro de Ricardo Forriols, comisario de la muestra, introducen al espectador que se va a ver inmerso en una lluvia torrencial de más de un millar de fotografías: 1.260 imágenes que se deslizan de arriba abajo y a lo largo y ancho de dos paredes caleidoscópicas que nos miran con ojos infinitos. Aparente rompecabezas que deviene fascinante laberinto en el que quedaremos atrapados mientras no dejamos de explorar gestos de manos, seguir proyecciones de sombras fugaces, recorrer pasos que avanzan estáticos.

Repeticiones y diferencias que se han ido acrisolando desde el año 2000, y conformando un archivo de cerca de un millón de fotos. Como diría Derrida, un Texto sin principio ni final que admite innumerables selecciones y relecturas. Tamaña obstinación se ve reforzada por una serie de constantes fijas en el espacio y mantenidas en el tiempo: la misma atalaya (una ventana que da a la concurrida Avenida del Oeste) la misma franja horaria matutina, el mismo periodo estacional anual. Condiciones que persiguen una misma finalidad que se manifiesta en múltiples variaciones. Imposible no recordar el apasionado ensayo de Hermann Hesse sobre la obstinación como la cualidad que más apreciaba en el ser humano. En alemán, es una palabra compuesta que significa literalmente propio sentido. Así el obstinado es aquel que busca denodadamente su propio sentido y se mantiene fiel a unos principios que le acompañan con firmeza.

Completan la muestra diez fotolibros que suponen una excelente bisagra entre las fotografías expuestas y el ingente archivo. Dicen que una imagen vale más que mil palabras€ diez libros de puras imágenes sin otras palabras que las justas para dejar constancia de la referencia exacta del momento fugaz en que fue tomada la foto.

El título de la exposición está extraído de un párrafo de El libro de los pasajes de Walter Benjamin. Ahora bien, todas y cada una de las obras convergen en otra referencia, otra vez de raíz pictórica, que nos retrotrae al Renacimiento, a la concepción albertiana de la pintura como ventana abierta al mundo. La ventana -ojo de la casa- tiene como su pupila el objetivo fotográfico -ojo mecánico- atravesado finalmente por el ojo del artista para hacernos ver su punto de vista. La paradoja está servida y la reflexión garantizada.

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