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Wu Ming... y el mito de la autoría colectiva

Tras diversos éxitos editoriales el colectivo anónimo Wu Ming publica una nueva novela, una fusión de relato histórico con aventuras folletinescas y la capacidad seductora de los seriales televisivos. El colectivo, formado por escritores italianos de militancia alternativa, ha terminado por crear un estilo de ritmo vertiginoso y diálogos brillantes. Wu Ming, «sin nombre» en chino.

Wu Ming... y el mito de la autoría colectiva

La autoría en grupo y anónima no es un fenómeno nuevo en el mundo del arte. Ahí están experiencias tan notables como la literatura prehispánica, cuyos dramas, mitos y poesías carecían de autor, pues el objetivo que perseguían no era subrayar su huella personal sino la de su comunidad; o la literatura homérica, tan frecuentemente señalada como obra de múltiples poetas que firmaron como un único autor. En todas estas experiencias se revierte una norma más o menos aceptada en la historia reciente del arte: que la actividad creativa es eminentemente individual. Sin embargo, la aparición de Internet hace ya casi tres décadas propició la escritura colaborativa o también llamada «hiperficción constructiva». En esta última, el concepto de autoría individual se disuelve en beneficio de la autoría colectiva. ¿Cuáles son las razones? Diversas, naturalmente. En el libro El autor oculto en la literatura española: Siglos xiv a xviii, Joaquín Álvarez Barrientos relaciona la autoría colectiva con la tradición de los «negros literarios»: «Los motivos para ejercer de negro se han ampliado con el paso del tiempo como se ha ampliado la experiencia social, y su presencia en la política, la propaganda y la publicidad es cada vez mayor». ¿Cómo no asociar, pues, este anonimato colectivo a ciertas campañas puramente publicitarias como las acciones del artista callejero Banksy, el grupo musical Gorillaz o el conjunto de hackers Anonymous?

En esta genealogía destaca notablemente la experiencia literaria de Wu Ming, un grupo de cuatro escritores italianos que son herederos del Luther Blisset Project, un colectivo de artistas y activistas de adscripción marxista y altermundista que nace en Bolonia a principios de los años 90 y cuyo objetivo es combatir a la industria cultural y a los medios de comunicación. Wu Ming apuntó tres grandes razones por las cuales merecía la pena apostar por esta autoría colectiva: en primer lugar, creían que era positivo apartar al autor del ámbito artístico, de manera que sólo quedara su obra. En segundo lugar, querían desmontar esa ancestral teoría según la cual la creatividad es un asunto individual. Por último, pretendían engendrar una leyenda literaria a la que ir vistiendo con mitos y fábulas.

Su época de mayor acción comprende desde el año 1994 hasta su final en septiembre de 1999, fecha en la que se suceden dos hechos decisivos en su trayectoria: en primer lugar, cuatro miembros del grupo publican una novela titulada Q -ambientada en la Europa del siglo xvi y con la Reforma protestante como telón de fondo-, que supone un auténtico éxito en Europa. En segundo lugar, en aquel año, los veteranos del grupo decidieron suicidarse de manera metafórica mediante el ritual del Sepukku que tan popular hizo el escritor Yukio Mishima. En el manifiesto de aquel día escribieron: «El Seppuku no es el final de Luther Blissett. Es el comienzo de una nueva fase, una nueva forma de usar su rostro y su nombre. Para aquellos que lo cometen, el suicidio de Blissett consistirá en renunciar a esa firma y pasar a nuevos conflictos». En esa nueva fase surgirá Wu Ming, que significa «sin nombre» en chino mandarín. Recibidos como gurús políticos que conceden pocas entrevistas y apenas se dejan fotografiar o grabar, Wu Ming comienza a publicar novelas ambiciosas con escenarios históricos controvertidos: 54 es el título del libro publicado en el año 2002 y narra un mundo en destrucción que tiene como origen concreto ese año 1954; New Thing es una novela publicada un par de años más tarde, está ambientada en los guetos del Black Power neoyorkino y tiene como autor a uno de los miembros del grupo original, Wu Ming 1; en 2009 se publicó en España su proyecto más ambicioso, Manituana, una novela que tiene a los pueblos indios como protagonistas; en 2012 el solista Wu Ming 4 publica Estrella del Alba, una obra que persigue la estela mitificada de Lawrence de Arabia.

El último trabajo de este colectivo ficticio es El ejército de los sonámbulos, publicado recientemente por la editorial Anagrama. El período que convierte en ficción trepidante no podría ser más influyente: la Revolución Francesa. El punto de partida de la acción tiene como protagonista al rey Luis XVI, instantes antes de morir guillotinado en la Plaza de la Revolución de París. Por ahí deambulan personajes históricos como Carlo Goldoni (dramaturgo italiano vinculado a la comedia italiana), Franz Anton Mésmer (el médico alemán padre del mesmerismo que fundó la hipnosis creyendo que existía un fluido magnético animal capaz de curar todos los males), Robespierre o la feminista Claire Lacombe. Todos ellos se mezclaran con otros personajes ficticios como el actor Leonida Modonesi, seguidor de Goldoni; Orphée d´Amblanc, discípulo del doctor Mésmer o Marie Nozière, heroína feminista que solo pretende cuidar de su hijo entre tanta barbarie.

La novela posee un ritmo vertiginoso que se despliega en episodios ajustados, con giros insólitos y diálogos brillantes. También se insertan extractos de documentos falsos y verdaderos que actúan como transiciones entre las distintas escenas en las que está dividida el libro, a modo de obra teatral. De esta estructura se deduce que para Wu Ming algo de espectáculo debió contener esta revolución en Francia. Una de las tramas más interesantes de la obra es la que señala que los monárquicos, subrepticiamente, habrían preparado a un grupo de sonámbulos con la intención de recuperar el poder. Intentarán frenarles el médico mesmerista, el actor de teatro y la costurera revolucionaria.

El ejército de lo sonámbulos contiene además algunas reflexiones y sentencias acerca del poder notablemente actuales: «La idea más extravagante que puede ocurrírsele a un político es la de creer que basta con que un pueblo entre a mano armada en el territorio de una nación extranjera para que ésta adopte sus leyes y su constitución», dirá Robespierre en esta ficción. El tono del libro, en ocasiones irónico e hilarante, también se expande hacia planteamientos históricos serios y reflexivos contados a través de una compleja estructura que se revela invisible para un lector encandilado con esta modernización del relato histórico. Uno que acoge las mejores virtudes de las novelas de aventuras, del folletín y de las actuales narrativas que deslumbran en las mejores series de televisión.

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