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Alfons Cervera memoria a la intemperie

Alfons Cervera memoria a la intemperie

Cuando toda opinión pública tiende a diluirse en mitad del océano de voces y ruido de la era de la comunicación y todo debate corre el peligro de enfebrecer un día y ser olvidado al otro, hay libros que recuerdan la importancia de las causas justas. Alfons Cervera ha publicado el testimonio de su reivindicación con la memoria en Yo no voy a olvidar porque otros quieran (Montesinos, 2017), un libro que recoge muchas de sus intervenciones públicas sobre su literatura, la literatura en la que se reconoce y el debate social en el que sus textos son susceptibles de encajar.

El reconocimiento conseguido con Maquis (1997), segunda novela del ciclo memorístico junto a El color del crepúsculo (1995) y La noche inmóvil (1999), lo sitúan como un precedente honesto de toda aquella literatura del siguiente milenio interesada en la memoria, mucha de ella montada de manera interesada en la ola del boom guerracivilesco. Posteriomente vendrían La sombra del cielo (2003), Aquel invierno (2005) o Todo lejos (2014), donde el escritor volvía la vista sobre el pasado de la posguerra y de la transición, episodios narrados desde el dolor, la nostalgia y, sobre todo, desde el compromiso. La literatura per se no avala la capacidad crítica de ningún autor. Y sin embargo, el libro que ahora nos llega de manos de Alfons Cervera es precisamente la reivindicación de su compromiso, el testimonio de que hubo siempre una palabra justa antes de ese recuerdo desmesurado, y de que hubo siempre una palabra incómoda durante ese movimiento celebratorio de la memoria de los años 2000: «Antes no había nada y ahora es como si hubiera demasiado» dijo allá por el año 2007.

Las conferencias que conforman Yo no voy a olvidar porque otros quieran abarcan un arco temporal que va del 2003 hasta 2016. El interés de esta compilación es múltiple. En primer lugar, por insistir en la debilidad de la memoria española en tiempos de felicidad: desde el primer texto, fundacional, insiste en el olvido de Max Aub, en el triunfo del franquismo al imponer una amnesia en la que «nadie» recordaba ni «nadie» quería recordar. Pese a ello, Cervera recupera la figura de Aub, de José Martínez Guerricabeitia, de Ignacio Soldevila, de Manuel Vázquez Montalbán, de Juan Marsé, de Juan Eduardo Zúñiga, del primer Muñoz Molina, de Jorge Semprún, de María Teresa León, de Ruedo Ibérico, de Triunfo... o de historiadores sólidos y honestos como Ana Aguado, Pedro Ruiz Torres, Ismael Saz, Justo Serna. Reivindica sobre todo a Rafael Chirbes, no tan leído hasta los últimos años, y que merece las páginas finales del libro.

En segundo lugar, porque proyecta su pensamiento sobre el pasado español con una lucidez invariable y sin concesiones a posicionamientos coyunturales: «En el saco de los nuevos tiempos se abría un agujero por el que se perdía todo aquello que no aplaudiera la excelencia de los pactos establecidos entre los partidos mayoritarios, unos pactos que apuntalaban una transición titubeante y floja, complaciente con la memoria de los vencedores de la guerra y escasamente inclinada a rebuscar entre los trapos del olvido alguna bandera que, aunque descolorida, hubiera conservado las tonalidades cromáticas de la República», dice en el año 2003 sobre la Transición, para en el 2014 definirla de la siguiente manera: «ese periodo que algunos defienden como el colmo hegeliano de lo imprescindible y otros cuestionamos, no desde su negación absoluta, sino en lo que tuvo de entrega desmesurada a los intereses del franquismo». Así pues, debemos considerar el presente volumen como el trasfondo sólido y complejo de un escritor que acostumbrado a escribir de lo que le duele, lo que le falta y lo que le importa siempre, donde sus ideas dialogan (ahora de manera explícita) con su ficción, en cuya simbiosis se mantiene imperturbable a modas de la memoria, a postulados de nuevo cuño y alardes de progresismo.

En tercer lugar, el volumen de Cervera no es solo la recuperación de muchos nombres merecedores de reconocimiento y de una cosmogonía de la memoria republicana y antifranquista, ni tampoco es solo el bagaje teórico e ideológico con que ha nutrido sus novelas, sino que sirve además de disputa literaria y memorialística, de recorrido precisamente por estas dos décadas de memoria en las que no estamos seguros de que el conocimiento haya pesado más que el kitsch aunque parezca que todos nos interesamos por el pasado (las palabras «moda» o «industria» aparecen entre las páginas 27, 71, 131. 225...). Así pues, podemos trazar entre 2003 y 2016 el estado de la cuestión de la agenda pública de la memoria con hechos y personajes de todo tipo: desde los ministros de José María Aznar hasta los ministros de José Luis Rodríguez Zapatero, la promulgación de la Ley de Memoria Histórica, las elecciones de 2015, la guerra de Siria o la aparición de verdaderos fenómenos de ventas literarios. Sus conferencias, sus reflexiones públicas, sirven también para dialogar con los nombres de Javier Cercas, Andrés Trapiello, el segundo Muñoz Molina, Jordi Gracia... promotores de esa época que se ha interesado con fuerza por su pasado traumático, aun sin saber si lo que le interesaba en realidad era el conocimiento del pasado, el refuerzo de la idea de consenso, la vindicación de los buenos y la acusación de los malos o simplemente el negocio editorial.

Alfons Cervera reivindica su ideario, contra el tiempo, contra la moda y busca su lugar en medio de quienes intentan comprender «el lado bueno del monstruo» para seguir avanzando en la recuperación de la memoria republicana y democrática. O sencillamente para dejar testimonio de su reivindicación constante. Para intentar un refugio en aquella intemperie de la que hablaba su admirado Rafael Chirbes: «Esos recuerdos eran como los ladrillos de la casa que nos habíamos esforzado en construir y que, ahora, de repente, se desmoronaba dejándonos otra vez a la intemperie».

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