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Luz y oscuridad de los maestros en el Alto Palancia

Los institutos comarcales prosiguen su tarea de recuperación de la memoria histórica, la más inmediata y cercana, y en concreto aquella que afecta a los proyectos pedagógicos que han intentado aunar cultura y proximidad, modernidad y emancipación ciudadana

Luz y oscuridad de los maestros en el Alto Palancia

Si hace unos meses, presentábamos el estudio de Federico Verdet, Eduardo Guillar Clarí. Arquetipo de maestro republicano, publicado por el Instituto de Estudios Comarcales de la Hoya de Buñol-Chiva, ahora nos volvemos a acercar a este campo de la investigación, el de la historia de la educación, gracias al Instituto de Cultura del Alto Palancia. Unos estudios loables e imprescindibles para construir nuestra historia más inmediata, a la vez que instrumentos que contribuyen a la recuperación de la memoria histórica.

Esta vez, es el trabajo de José Manuel López Blay (1957, Altura, Alto Palancia): Educar, desde la luz al silencio, publicado por el Instituto de Cultura del Alto Palancia, el que analiza y contrapone dos épocas y dos realidades: las luces de la República y las sombras del franquismo. Y ello, partiendo de la realidad más próxima, de la historiografía local, para inevitablemente llegar a la historiografía general.

Una obra, a través de la cual nos encontramos no solamente al investigador interesado por la historia de la educación más próxima sino también al Maestro, un maestro rural concienciado y totalmente involucrado en los movimientos de reforma pedagógica, recientemente jubilado, que bucea en el pasado para entender el presente, enfrentarse a los problemas actuales y mejorar la acción educativa.

Pero además, López Blay nos abre caminos y puertas que no acaban ni se cierran, nos invita a profundizar, a aprender, a seguir investigando. Muchas veces remueve nuestra curiosidad por saber más, por continuar aprendiendo, por seguir el camino que nos ha mostrado, por completar y seguir su investigación. Continuamente nos encontramos ante el guía, el maestro, que nos ayuda a descubrir y a aprender, un aprendizaje en el que avanzamos siempre juntos. Y además, suscita debates y reflexiones a la búsqueda del lector activo. Así pues, si algo tenemos que destacar de esta obra es, sin duda, su didactismo, su carácter divulgativo, su interés por transmitir a los lectores una pasión, la de la historia de la educación como instrumento, no solamente de conocimiento, sino, sobre todo, de reflexión y debate para el presente.

Pero tampoco pasa desapercibido de ninguna de las maneras la interesante y constante aparición a lo largo de la obra de un buen número de fotografías, una fuente documental importante que enriquece la obra y de la que adolecen muchos de los ensayos históricos, entre otras razones por la dificultad de llegar a ellas. El autor, de esta manera, hace evidente su pasión por la fotografía escolar como un instrumento eficaz para interpretar y estudiar la historia. Fotografías que nos hablan de colonias escolares, de maestros y maestras que participaron en el Centro de Colaboración de Segorbe, del Magisterio represaliado y de los represores, de las escuelas y de los escolares, de las actividades, de los cuadernos escolares.

López Blay reúne cuatro estudios diferentes que él mismo ha ido realizando a lo largo de estos últimos años: Colonias escolares en el Alto Palancia (1906-1938); El Centro de Colaboración Pedagógica de Segorbe (1933-1936); La depuración del Magisterio. Altura (1939-1942); Escrituras vigiladas. Cuadernos escolares y control ideológico. Algo que, a priori, nos puede llevar a pensar que la obra nace sin un hilo conductor aparente.

Una mera suposición cuando nos adentramos en su lectura y análisis porque los temas elegidos nos sirven para presentar y contrarrestar dos escenarios totalmente antagónicos en nuestra historia de la educación más reciente: la modernidad, el progreso, la innovación, en suma, las luces que llegaron de la mano de la República frente a la represión, el oscurantismo, el control ideológico, el dogmatismo y el miedo en el que nos sumió después el franquismo.

Dos modelos educativos, pues, frente a frente: el que intenta instaurar el Gobierno progresista del primer bienio republicano y que retoma el Gobierno del Frente Popular y el defendido por los elementos más reaccionarios y conservadores del país. Dos modelos que se enfrentarán desde un principio y que acabarán defendiéndose con las armas.

Entre las iniciativas y los proyectos que se ponen en marcha o se intensifican con la llegada de la Segunda República, el autor elige el de las colonias escolares en la comarca del Alto Palancia y la puesta en macha del Centro de Colaboración Pedagógica de Segorbe. Una elección, muy próxima al autor y totalmente acertada porque refleja dos aspectos clave en esa particular revolución en la escuela que impulsó la República. Con la primera propuesta, elige una iniciativa cuyos orígenes hay que buscarlos en la Institución Libre de Enseñanza y, de esta manera, nos presenta uno de los proyectos que no nacen con la República pero que esta no sólo hace suyo sino que lo protege, mejora e intensifica. Y, al mismo tiempo, le sirve al autor para recodarnos que ese nuevo proyecto educativo, cuenta entre sus precedentes con los viejos principios del liberalismo español, el regeneracionismo y la moderna pedagogía de los institucionistas, además del socialismo español y la tradición laica y racionalista. Una iniciativa que resume muy bien muchas de las bases pedagógicas de ese nuevo modelo educativo republicano: una nueva escuela que necesariamente tiene que ser activa y creadora, arraigada al medio más inmediato, en contacto con la naturaleza y enmarcada en una concepción de la educación como una combinación de salud física y desarrollo intelectual en perfecta armonía y contacto directo con el medio natural. Una iniciativa que poco a poco se va haciendo extensible a todo el alumnado como un instrumento más para la educación integral.

Con la segunda propuesta, el autor nos sitúa de lleno en aspectos clave de la reforma de la educación y el nuevo modelo que se pretende implantar: el de la reforma de la inspección, mediante el cual trata de asignarle una nueva función al inspector, el papel institucionista de guía, orientador, maestro de maestros; y la formación del Magisterio, «el alma de la Escuela».

Por ello, la República transforma las Normales e impulsa un nuevo plan de formación, el Plan profesional, pero también invierte en su formación permanente y en el perfeccionamiento en la calidad de la enseñanza, más allá incuso de la mejora y la dignificación económica y material y de su consideración social. Así es como se organizan cursillos específicos, escuelas de verano, «semanas pedagógicas», «semanas culturales», certámenes pedagógicos€ donde se comparte teoría y práctica, se intercambian experiencias, se impulsan los estudios y las prácticas de innovación educativa, se dan a conocer y se ponen en práctica y en común las metodologías y las técnicas pedagógicas más avanzadas€ Un contexto en el que tenemos que enmarcar el nacimiento de los Centros de Colaboración Pedagógica, del que nos habla el autor. Una responsabilidad de la nueva Inspección educativa, que tendrá la obligación de organizarlos y dinamizarlos, y que se convierten en verdaderas comunidades de maestros y maestras y en instrumentos eficaces de perfeccionamiento, un lugar de encuentro donde poder intercambiar experiencias y poder formarse en los métodos y la teoría de los nuevos postulados pedagógicos.La victoria franquista nos conducirá directamente a las tinieblas. En el campo específico de la educación y del Magisterio Primario, se impondrá, al igual que en todos los ámbitos de la sociedad española, la depuración y la represión sistemática, el miedo y la vigilancia continua; en el día a día de la práctica educativa, el control y la inculcación ideológica, el dogmatismo, la manipulación y la imposición.

Dos aspectos que López Blay acomete a través de sus otros dos estudios. El primero, centrado en el proceso de depuración al que fueron sometidos los 13 maestros y maestras que ejercieron en la población de Altura entre el 18 de julio de 1936 y el 1 de abril de 1939. El otro, en el análisis de los cuadernos escolares que, entre los años 1963 y 1971, elaboraron los alumnos del maestro de Altura, Jaime Ramón y Porcel, un interesante material del que dispone el autor, infrecuente en la mayoría de los trabajos que hasta este momento se han realizado partiendo del análisis de los cuadernos escolares.

En definitiva, un libro divulgativo, motivador y recomendable que, de una manera amena y sencilla nos sitúa entre las luces de la República para sumergirnos después en la más profunda oscuridad del franquismo.

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