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A las puertas del amor

A las puertas del amor

"Estábamos inquietos. Estábamos extasiados. Estábamos desesperados. Éramos ligeros. Empezábamos a amarnos. Pero fracasábamos en el intento y nos quedábamos a las puertas del amor."

Nos gusta pensar en la reciprocidad de los sentimientos, nos gusta pensar que si queremos a alguien ese alguien tiene que querernos necesariamente a nosotros, y sin embargo, casi nunca es así. Ni siquiera la intensidad del amor, suponiendo amor por las dos partes, es la misma. "Las personas tienen derecho a enamorarse de otras, no a que los demás las amen." No es nada fácil aceptar esta verdad. No es nada fácil aceptar que el amor casi nunca es correspondido, y que a veces, muchas veces, nos enamoramos de personas que no nos gustan. Tampoco es fácil escribir sobre el amor y decir algo más que tópicos y lugares comunes. Hiromi Kawakami escribe sobre el amor. Todas sus novelas y relatos tratan del amor. Pero tratan del amor con amor, es decir, sin resentimiento, sin rencor, sin esa petulancia característica de tantos autores al tratar este tema, un tema que siempre es algo más que un tema. Hiromi trata del amor con humildad. Y se pregunta con humildad si es el mismo amor el que sentimos de jóvenes que el que sentimos ya adultos, la misma clase de amor, de atracción, de deseo. La respuesta superficial, instintiva, espontánea, es no, naturalmente, la madurez, la experiencia€, pero si lo pensamos un momento, la respuesta profunda, la respuesta sincera, es sí. Cualquiera que se haya enamorado lo sabe. Hay ámbitos en los que la experiencia no sirve para nada. En la mayoría.

"¿Por qué cambia la gente?" ¿Por qué cambiamos? ¿Por qué el amor se acaba? ¿O no se acaba? Lo que Hiromi nos descubre sobre el amor en estos relatos es algo inquietante en lo que rara vez pensamos. El amor no siempre se acaba por una traición, por algo que descubramos de pronto en el otro, porque no compartamos sus gustos, porque a uno le guste la cerveza y al otro la coca-cola, a uno pasear y al otro el cine, a uno Miguel Bosé y al otro Bach. No. El amor puede con todo eso y con mucho más. (Bueno, tal vez con lo último no pueda.) El amor se acaba porque se acaba, o porque nunca empezó en realidad. Así de simple. Como la vida. "Te quería y ya no consigo quererte". "No hay nada que hacer", "no tiene remedio". "A lo mejor es que no te gusto tanto." Pero no, no es eso. Del mismo modo que no sabemos por qué nos enamoramos, no sabemos por qué dejamos de amar. Y entonces empiezan las excusas, entonces empezamos a tener más trabajo que nunca, más ocupaciones y compromisos que nunca, a estar más cansados que nunca, a discutir por el restaurante, o hace demasiado calor, o demasiado frío, o la comida no está como solía estar, empezamos a hacer reproches, a decir "si no te molesta", a aburrirnos, a desear estar solos. Entonces se nos acaba la batería del móvil. Porque el amor no es un cálculo de afinidades. Y hay muchas personas en el mundo a las que les gustan las mismas cosas que a nosotros y no nos enamoramos de ellas. No hay fórmulas para el amor.

Los relatos de Hiromi Kawakami, estos últimos acabados de publicar, Los amores de Nishino, pero también cualquiera de los libros anteriores que han venido publicándose estos últimos años (Abandonarse a la pasión; Manazuru; El señor Nakano y las mujeres; Vidas frágiles, noches oscuras; Amores imperfectos) todos ellos, sin excepción, son asombrosos. Su prosa es un milagro de sutileza. Hiromi capta con maravillosa precisión esas emociones que afloran a la piel, a los labios, a los ojos, esos gestos, esos movimientos apenas esbozados y reprimidos que tantas veces pasan desapercibidos, y que no nos atrevemos siquiera a interpretar de tan obvios como nos parecen. Todo nos traiciona. Todo nos delata. O no supimos esperar, o esperamos demasiado. O siempre es demasiado pronto, o siempre es demasiado tarde. ¿Cómo saberlo? "Es un fastidio no poder volver atrás. El tiempo corre y me siento sola (€) Las olas se acercaban, a veces con estruendo. La marea crecía y crecía. Mi corazón no paraba de palpitar en medio de la noche."

Nos empeñamos en convertir los amores en recuerdos, pero nunca lo conseguimos del todo. Siguen vivos en nosotros y algunas noches, cuando menos lo esperamos, nos asaltan por sorpresa. Sigo aquí, parece que nos digan, no me he ido.

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