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El Octubre Rojo

El Octubre Rojo

La llamada pomposamente Revolución de Octubre es para muchos historiadores actuales un golpe de estado comunista. Con motivo de su centenario se han publicado muchos libros que, en general, son muy críticos con este acontecimiento que fascinó a cientos de millones de personas, de España a China hasta 1989. Me centraré en la monumental obra de Richard Pipes La Revolución rusa, escrito en 1990 y editado en España por la editorial Debate en 2016.

Pipes, como buen polaco-americano, es no sólo intensamente anti-comunista, sino fuertemente anti-ruso. A lo largo de su amplio ensayo desfila una extensa galería de personajes. Casi todos son maltratados por el autor. El último zar, Nicolás II, es inepto, ignorante de la Rusia real sobre la que reina y sólo parece que es feliz en el breve período en el que ha abdicado y antes de que los bolcheviques tomen el poder, cuando se dedica a cuidar su jardín y jugar con sus hijos. Para el autor, Kérenski es ambicioso, demagogo y cuando preside por pocos meses el primer y último Gobierno democrático de Rusia, por muchos años, ante la amenaza bolchevique es titubeante, pues teme recurrir al Ejército, en buena parte zarista aún, según Pippes por no caer en manos de la llamemos extrema derecha.

Finalmente, el personaje principal de la obra es Lenin. Para Pipes, y aporta numerosos datos sobre ello, fue el creador entre otras cosas del Gulag, acrónimo en ruso de Administración Principal de Campos. Stalin sólo habría elevado a imperio los campos de concentración, herencia del Padre de la Revolución, aumentando sus dimensiones.

En distintos capítulos Pipes explica cómo Lenin fue eliminando paulatinamente primero a los zaristas, luego a los burgueses liberales, posteriormente a los socialistas revolucionarios de derechas y mencheviques y, finalmente, a los socialistas revolucionarios de izquierdas, con los que había gobernado en coalición hasta julio de 1918.

Que Lenin era un golpista queda meridianamente claro en el capítulo «La Construcción del Estado de Partido Único». Celebradas en noviembre de 2017, dos semanas después del Golpe de Estado bolchevique, las elecciones para una Asamblea Constituyente en Rusia, los comunistas sólo obtuvieron el 25% de los votos. El 5 de enero de 1918 puesto que no habían obtenido el resultado esperado, disolvieron la Asamblea.

En el fondo no era muy difícil prever cuál iba a ser la conducta política de los bolcheviques. No hacía falta más que leer la obra clave de Lenin, El Estado y la Revolución, escrita en el verano de 1917. En ella pretende demostrar que la dictadura del proletariado, la democracia proletaria, es mucho más democrática que la democracia burguesa, la parlamentaria. Cuando a la democracia se le ponen adjetivos ya sea orgánica, proletaria, popular o bolivariana, sencillamente no es una auténtica democracia.

En esta obra de Pipes, aunque Lenin es el personaje principal en aquellos años cruciales, también fueron figuras clave Trostki, Bujarin, Kámenev o Zinóviev? Todos ellos, veinte años después, fueron ejecutados por Stalin, año arriba año abajo. Con ello se confirmó la máxima de que la Revolución devora a sus hijos. La llamada dictadura del proletariado se convirtió en la dictadura del Partido Comunista, más tarde de su Comité Central y acabó siendo la dictadura de Stalin, el político después de Hitler que más poder personal ha tenido en Europa en el siglo xx.

Calificado Pipes de reaccionario por sus críticos, probablemente no sin razón, pues formó parte del Consejo Nacional de Seguridad para la Unión Soviética que realizaba labores de Inteligencia al servicio de la CIA durante la presidencia de Ronald Reagan, su obra, se coincida o no con sus bases ideológicas, aporta una ingente información sobre la Revolución.

Si se tiene la paciencia de leer sus mil páginas este libro le dará al lector una información minuciosa y documentada del mito de la Revolución de Octubre. Su prosa es clara y en general con oraciones cortas. Con esa accesibilidad para el lector que suelen tener los ensayistas o historiadores anglosajones.

El mito del luminoso Octubre Rojo aún colea sin ir más lejos en importantes políticos españoles como Pablo Iglesias o Alberto Garzón. El primero emplea símiles de su espectacular carrera política extraídos de la vida de Lenin, como cuando afirmó que una cadena televisiva nacional había sido para Podemos el tren que condujo a Lenin de Suiza, donde estaba exiliado, a Rusia a través de Alemania, que en 1917 estaba en guerra con Rusia, en un episodio descrito con gran detalle en nuestro libro. Si Lenin no hubiera podido volver a Rusia el 16 de abril de 1917 nunca sabremos lo que hubiera pasado, pues los supuestos contra-fácticos en la historia no pasan de ser meras especulaciones, sin más valor.

El Secretario General del Partido Comunista Español, Garzón, en calidad de tal se vio obligado, o tal vez sencillamente estaba convencido de ello, a hacer la primavera pasada una gira de conferencias por España donde explicaba, en síntesis, que la Revolución soviética había sido un experimento social importante, pero que desgraciadamente había suprimido el pluripartidismo y la libertad de expresión. Si Garzón hubiera leído la obra de Pipes habría descubierto que estas carencias no fueron accidentales en la ¿Revolución?, sino esenciales.

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