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Una injusticia histórica: Gilbert Grellet

«Un verano imperdonable» describe los entresijos políticos, diplomáticos y culturales de una decisión determinante para el desarrollo de la Guerra Civil y, también, de la II Guerra Mundial: la no intervención de Inglaterra y Francia.

Una injusticia histórica: Gilbert Grellet

Cuando leo libros como este del periodista francés, Gilbert Grellet, no puedo evitar preguntarme cuánto de prosaico se oculta tras las decisiones aparentemente calculadas y trascendentales, que suelen adoptar los gobernantes de un país cuando se enfrentan a situaciones tan terribles como una guerra ajena. Qué motivó la dolorosa pasividad de los líderes de las grandes potencias democráticas, ante la tremenda agresión sufrida por el legítimo gobierno de la República española en 1936, es algo que sólo se puede intuir entre las muchas actitudes y declaraciones que se produjeron durante aquellos primeros meses de la contienda, pues la realidad que se percibe viscosa y escurridiza entre los bastidores de la gran política es sumamente desconcertante. Una impresión que se refuerza cuando se es consciente de las inconcebibles masacres cometidas por el bando rebelde; más aún cuando en pleno conflicto se desatienden las angustiosas llamadas de Azaña a una mediación internacional que permita el fin de aquella carnicería; y sobre todo cuando después de sufrir en propias carnes (o en realidad en las carnes de sus compatriotas masacrados durante la Guerra Mundial), esas democracias mantuvieron su impavidez ante las arteras maniobras de Franco por preservar el reinado de terror instaurado tras su cruzada sangrienta.

De todo esto trata Un verano imperdonable, la brillantísima obra que Grellet ha publicado en la editorial Guillermo Escolar y que ha de convertirse por méritos propios en un libro de obligada lectura para todo aquel que quiera conocer la incómoda realidad de una guerra perfectamente evitable, si Francia, Inglaterra y los Estados Unidos hubiesen estado a la altura de lo que sus principios democráticos establecen.

Grellet, que emplea un estilo directo e implacable, resume en una obra tan clara como concisa los sucesos que acaecieron durante aquel verano frenético en los despachos del poder de esos tres países, cuyos dirigentes tuvieron en sus manos no sólo evitar aquella infausta masacre en España, sino la aún mayor que inundó medio mundo tres años después.

«Franceses e ingleses demostraron una ceguera terrible», sentencia el autor, «creyendo que con su pasividad en el conflicto español evitaban una guerra generalizada en Europa, debido a la voluntad de apaciguamiento del régimen nazi», cuando en realidad ni Hitler ni Mussolini estaban dispuestos a aceptar los acuerdos alcanzados con sus futuros enemigos. Esa actitud dio lugar a una paradoja, pues como apunta Grellet, «si lo que movía a franceses e ingleses a no intervenir en España era el miedo al comunismo, lo que finalmente lograron fue poner en manos de Stalin la iniciativa en ese conflicto, al ser el único que intervino abiertamente del lado de la República, permitiendo así que fuesen los comunistas quienes terminaran por controlar la estrategia del gobierno republicano».

Un tacticismo legítimo aunque erróneo, sobre todo cuando Alemania e Italia apoyaron abiertamente a Franco con material militar y soldados, mientras la República se veía ahogada por un embargo «en el que Estados Unidos tuvo un papel determinante, al cerrar todas las vías de suministro a los republicanos y, a la vez, permitir que sus empresarios abastecieran de petróleo y pertrechos a los rebeldes», recuerda el escritor francés.

Esa postura incomprensible se vuelve aún más lacerante cuando Grellet la confronta con las masacres cometidas por la horda nacionalista en su avance hacia Madrid. Los episodios de Badajoz, Sevilla o Irún, hoy relativizados por los nuevos apóstoles del neofranquismo en España, aparecen en este libro con una crudeza extrema; tanto que se clavan como dagas en el corazón del lector causando un dolor difícil de aplacar ni con el tiempo ni con ese pretendido olvido reclamado hoy. «He leído en mi país cómo se relativizan aquellas matanzas, asemejándolas a las perpetradas en el bando republicando; pero no es cierto que fuesen equiparables, pues los nacionalistas las infligieron deliberadamente mientras que el Gobierno de la República las intentó evitar en todo momento», afirma Grellet.

Todo ello compone una obra necesaria, lúcida, explícita y rigurosa que se lee con el corazón en un puño.

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