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Entre Leipzig y París: Juan Negrín, lector nómada

Ávido lector, el doctor Negrín, último presidente del gobierno republicano, acumuló una extensa y diversa biblioteca que inició como estudiante en Leipzig

Entre Leipzig y París: Juan Negrín, lector nómada

En la primavera de 1936, semanas antes de la sublevación militar que provocó la guerra de España, Juan Negrín coincidió con Ramón Serrano Suñer en un vuelo de Madrid a Las Palmas. Liberal, educado y cortés, Negrín invitó a comer al diputado de la CEDA en la escala en Casablanca, y también le obsequió con la cuidada edición de El Príncipe de Maquiavelo que había elegido como lectura del viaje. Este es, sin duda, uno de los libros olvidados de Negrín. Otro título que añadir a los que podemos encontrar en la Biblioteca médica de la Universidad Complutense, en el Ateneo Español de México o en el mercado francés del libro de ocasión. Fragmentos de una geografía nómada de un lector que también lo fue en sus amplios intereses, entre las ciencias, las letras, las artes y la política. La pasión por los libros comenzó en sus años de estudiante y profesor en Leipzig -una de los grandes centros editoriales europeos- y le acabó convirtiendo en un bibliófilo. En una carta de 1944, dirigida a su antiguo amigo Luis Araquistáin, se calificó de maniático e indiscriminador coleccionista de libros.

La biblioteca errante. Juan Negrín y los libros, que presenta el Centre Cultural La Nau, ofrece un selección de ciento cincuenta títulos publicados en los años en que vivió Juan Negrín (Las Palmas, 1892-París, 1956), conservados, junto a otros muchos, por su nieta Carmen Negrín. La variedad temática y la diversidad gráfica de estos libros, revistas y folletos están bien contrapunteadas por la elegante solemnidad de la Sala Duc de Calabria de la Biblioteca Histórica de la Universidad de València. La exposición se ordena en tres secciones determinadas por las cesuras de la guerra civil y del exilio.

La Primera Gran Guerra y la oferta de Santiago Ramón y Cajal para dirigir el recién creado Laboratorio de Fisiología de la Junta para Ampliación de Estudios -donde promovió una relevante escuela de fisiólogos- explican que aquella biblioteca comenzada en Alemania quedará instalada en Madrid a partir de 1918. La biblioteca no solo era científica. También encontramos en ella el primer libro del artista y poeta Hans Arp (1913) dedicado a la nueva pintura francesa. De su atención a la cultura moderna dan cuenta libros de Valle-Inclán, George Grosz, la revista barcelonesa D´Ací i d´Allà, o Internationale Architektur (1925), de Walter Gropius, una lectura sin duda asociada a su trabajo como secretario ejecutivo de la Junta Constructora de la Ciudad Universitaria de Madrid (1927-1934).

En 1929, Negrín, se afilió al PSOE. Fue el primer científico de relieve que se incorporó al movimiento socialista. Por entonces, con sus amigos Luis Araquistáin y Julio Álvarez del Vayo, fundó el sello España, una de las llamadas editoriales de avanzada, de la que aquí se ofrece un completo apunte. Al título inicial -Sin novedad en el frente (1929), la novela pacifista de Erich-Maria Remarque-, siguieron trabajos pioneros en España sobre prensa y opinión pública, el problema del cáncer, los estudios sobre nutrición o el ascenso de los totalitarismos. La editorial publicó el primer manual universitario de bioquímica y la primera novela de Alejo Carpentier, ¡Écue-yamba-O! novela afrocubana (1933).

La biblioteca de Negrín ofrece un amplio registro de las prensas republicanas en las que no todo fue agit-prop. Lo recuerdan Guerra Viva, libro de poemas de José Herrera Petere con litografías en color de Manuel Ángeles Ortiz, y Hora de España -de la que fue secretario Juan Gil-Albert, revista que alentó la libre creación y la crítica cuyos primeros números se imprimieron en la Tipografía Moderna, el taller de la calle Avellanas de València tan celebrado por Max Aub. En la rúbrica de la publicística internacional destacan La lucha del pueblo español por su libertad (1937) y Work and War in Spain (1938), fotolibros editados por la Embajada de España en Londres, con algunas fotos de Robert Capa o David Seymour. Cerrando el catálogo republicano, España en el corazón, de Pablo Neruda, que Manuel Altolaguiorre acabó de imprimir en noviembre de 1938 en las prensas del monasterio de Montserrat. Un valioso ejemplar -el número nueve de una tirada de quinientos-, de un libro registrado en escasas bibliotecas.

Cercana la derrota, los libros y el archivo de Negrín viajaron de Barcelona a Toulouse y de allí a Marsella y a París. El avance alemán le obligó a instalarse en Inglaterra y Negrín residió en localidades cercanas a Londres entre 1940 y 1947. Ese último año, razones familiares y políticas aconsejaban el regreso a París. Allí falleció a fines de 1956. La etapa londinense estuvo dedicada, de manera preferente, a la alta bibliofilia. Negrín logró reunir una valiosa biblioteca que por decisión de sus herederos, fue subastada por la firma Sotheby´s en 1958.

Los libros de los años de exilio reiteran las diferentes identidades lectoras de Negrín. Desde Franco´s Black Spain (1946), que le dedicó su autor, Luis Quintanilla; No, de Max Aub -quien al igual que Negrín había sido expulsado del Partido Socialista en 1946; literatura de la Guerra Fría y obras sobre cibernética, física atómica, o los primeros pasos de la Comunidad Económica Europea.

En el inicio de este paseo por la biblioteca de Negrín encontramos el primer libro de poemas de Pedro Salinas (1924). Algo más adelante, Paris de Nuit (1933) de Paul Morand y Brassaï, el primer fotolibro de vida nocturna. Al final del recorrido, saltan a la vista la sobrecubierta de Slightly out of Focus (1947), el relato fotográfico de Robert Capa, y La dévotion à la croix, un auto de Calderón traducido por Albert Camus que escribió una afectuosa dedicatoria. Las letras y las artes, en suma. Y siempre las ciencias, como recuerda la presencia continua de Albert Einstein. La biblioteca de Negrín evoca el tono cosmopolita de la Generación del 14 a la que perteneció, la primera universitaria y europeísta. Una generación -también lo fueron las del 27 y del 36- quebrada por ese doloroso desgarro que fue la guerra civil y el exilio de tantos -demasiados- protagonistas de la llamada Edad de Plata de la cultura española.

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