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El retorno de la pintura

La abstracción como fenómeno artístico está íntimamente ligada a las prácticas del pasado siglo y a los movimientos de vanguardia, si bien sus raíces se extienden más atrás y su herencia es más que palpable en la actualidad, cuestión fácilmente evaluable a partir de la coincidencia de dos grandes exposiciones en València basadas en sendas colecciones, una pública y otra privada.

El retorno de la pintura

La primera, una nueva puesta de largo de la colección del IVAM titulada La eclosión de la abstracción que recorre magistralmente la clave abstracta a lo largo de la segunda mitad del siglo xx, más allá de la línea y el color del subtítulo. La segunda, la presentación en sociedad de la colección Per amor a l´art con ¿Ornamento=delito?, en cita directa al texto de Adolf Loos de 1908 y más amplia cronológicamente, que muestra una selección de sus fondos.

«Tanto la línea como el color inspiran pensamientos y sueños», había escrito Baudelaire a mediados del xix, marcando un camino hacia lo abstracto que conceptualizará Wilhelm Worringer en su Tesis Doctoral Naturalismo y abstracción, también de 1908; una senda que continuará con las reflexiones teóricas y prácticas de Kandisky, Hilma af Klint, Klee, Mondrian o Malevich (vinculadas al paisaje, lo espiritual, la música, la esencia geométrica de la forma o lo arquitectónico), y que triunfará internacionalmente con las revisiones de Alfred H. Barr al frente del MoMA, en los años 30, y con la versión del automatismo surrealista por parte de los pintores estadounidenses y de los informalistas europeos, en liza con los artistas concretos, en los 40.

La aparición efectiva del arte abstracto a principios del siglo xx se vinculará también a varias posiciones críticas que subrayan la pérdida de referencias para con la realidad, con la figura, o la falta de técnica y de acabado, aunque también será muy directo el frente que tilda lo abstracto de decorativo -pudiera ser por la coexistencia influyente con el arabesco modernista y el formalismo Art Decó, abstracciones en el sentido de Worringer-, un frente contra el que se alzan los seguidores de Loos al defender la forma constructiva y la esencia de los materiales arquitectónicos en sí mismos, sin adornos, al igual que harán los artistas vinculados a la abstracción con la pintura, con el cuadro, con el espacio. El mismo Greenberg relacionará formalmente la pintura all-over de Pollock con los papeles pintados -pero también con la polifonía y la equivalencia musical- y, en otro extremo, Rothko acabó rechazando colgar sus pinturas murales en el restaurante Four Seasons?

Lo escribió el compositor norteamericano Morton Feldman: «Lo maravilloso de los años 50 fue que, por un breve instante -digamos, quizás, seis semanas-, nadie entendió el arte. Es por eso que todo sucedió. Porque por un momento, a estas personas [los artistas] se las dejó en paz. Seis semanas es todo lo que se necesita para que algo empiece.» Este recuerdo maravilloso, recogido en sus Pensamientos verticales, marca ese punto de inflexión en ambas exposiciones, que dedican un lugar especial a figuras como Hans Hofmann, Ad Reinhardt, Esteban Vicente y Eusebio Sempere. Pero esas seis semanas se han ido repitiendo en cada década y los artistas abstractos han seguido creando tirando de un hilo, la línea, en el que la forma confronta la ameba orgánica con la retícula formalista -citando a Barr- y el color juega a su autonomía entre la sustancia material, el monocromo y las proyecciones de luz.

Aprovechando los recorridos que plantean las dos muestras, con firmas y ejemplos muy relevantes y pertinentes, lo interesante es poder pulsar el desarrollo de la idea de abstracción y valorar su versatilidad, incluso las idas y vueltas con lo ornamental, a través de las prácticas contemporáneas y, muy especialmente, del ejercicio constante de la pintura. Sí, porque en ambas exposiciones volvemos a encontrar muy bien representada la pintura contemporánea, felizmente abstracta, mostrándose ésta en todo su esplendor como referencia ineludible justo en un tiempo en el que la problemática actual entronca directamente con el dominio de la imagen -las simulaciones, los estereotipos, las ilusiones, las reproducciones, las imitaciones y las fantasías, señalaba Mitchell- y de los dispositivos.

Es más, esta coincidencia supone un retorno que renueva el interés por exponer pintura -incluso junto a fotos, vídeos, instalaciones- y por la misma fascinación de mirar un cuadro. Y no olvidemos que esto ocurre en un momento en el que la pintura retornó con fuerza a las tendencias del mercado, una vez más, y en el que muchos artistas, también los más jóvenes, mantienen y amplían la práctica de la pintura, incluso con grandes formatos, en todas sus versiones abstractas (y figurativas), apostando sin ambages por un giro pictórico muy potente más que por mantener la moda de la «pintura expandida».

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