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Don Carlos de Verdi

Don Carlos de Verdi

El retrato del príncipe don Carlos, que exhibe el Museo Nacional del Prado, debido al pincel del pintor renacentista valenciano Alonso Sánchez Coello nos muestra una imagen idealizada del infante español tan alejada de la realidad como la figura que de su padre, Felipe II, nos presenta Friedrich Schiller, para recoger y difundir la leyenda negra española, en su drama Dom Karlos, Infant von Spanien que será la base del libreto de la ópera de Verdi.

Lamentablemente, la opinión contra lo español difundida a partir del siglo xvi llega con pleno vigor al cénit de la popularidad del género lírico europeo en el xix, cuando se estrena esta ópera en París. Don Carlos, compuesta por un italiano, con libreto en francés, sobre un texto alemán con un tema hispánico, es la última de las llamadas óperas «españolas» de Verdi, tras Ernani, Il Trovatore y La forza del destino, que tendrán en común la particularidad de poner en escena el poder político y religioso y ese toque exótico que tenía España para los románticos como la tierra de la desmesura, la del honor y, en general, la de todas las pasiones.

Don Carlos es el segundo encargo de L´Opéra de París que recibe Verdi para componer una grand opéra, como espectáculo de gran formato. Con Les vêpres siciliennes se enfrentaba por primera vez a este género que se le acaba escapando de las manos sin lograr una obra verdaderamente redonda, cayendo en los mismo defectos que él había detectado como la superficialidad y la dispersión dramática. Sin embargo con Don Carlos, Verdi ya se encuentra lo suficientemente seguro para dominar el producto que exigía la institución musical parisina y cumplirá todos los requisitos de este género, haciéndolo suyo, impregnándolo de su genio y conduciendo la ópera con maestría e inspiración hasta el final sin pérdida alguna de intensidad dramática. Ya había dicho Rossini que Verdi sería el único capaz de componer una verdadera grand opéra.

El texto francés de Don Carlos se debe a Joseph Mèry que murió al poco tiempo de recibir Verdi el encargo y fue Camille du Locle (que será también libretista de Aida) quien lo completó y le dio su forma definitiva, siempre bajo la supervisión del compositor que era especialmente meticuloso con todos los aspectos del drama. Verdi incluso llega a escribir alguno de los textos que serán traducidos al francés por du Locle. El libreto está basado en los grandes temas como el amor, la amistad, la libertad, el poder político y el religioso. Y el drama se desarrolla por la interrelación de cada uno de estos conceptos, violentamente opuestos en ocasiones, a través de los personajes. Los temas no son ajenos a las anteriores óperas de Verdi pero, es verdad, que aquí se organizan con mayor complejidad y son puestos en escena con una maestría admirable. Ninguna ópera de Verdi explora tal variedad de relaciones humanas. Cada uno de los protagonistas está caracterizado como no lo será en ninguna de las demás producciones verdianas.

La obra fue recibida y calificada, sorprendentemente, de «wagneriana» por la importancia de la escritura orquestal y la fluidez entre los diferentes números y escenas. Los recitativos se suprimen como tales y son indisociables de los pasajes más líricos. Es sabido que Verdi no fue nunca un verdadero investigador del folclore o de la música nacional cuando tenía que escribir una ópera cuya trama se desarrollaba en un país determinado. Sin embargo, para la composición de Don Carlos se va a interesar inicialmente por la música española. Y le pedirá al tenor Gaetano Fraschini, que viajaba a España contratado por el Teatro Real, que le enviara ejemplos de música española. Fraschini pensó en Francisco Asenjo Barbieri que, además de ser un estupendo compositor de zarzuela, era el impulsor de los estudios sobre el patrimonio musical español y había reunido una de las más completas colecciones de música histórica y popular. De hecho, se había especializado en música y danza del siglo xvi español que encajaba perfectamente con esta ópera desde el punto de vista cronológico. Su contestación a Fraschini no pudo ser más sorprendente: «Tengo la satisfacción de manifestar que poseo todo cuanto en este género puede apetecer al maestro Verdi, pero me va usted a hacer el favor de decirle, en nombre mío, que no me da la gana de facilitarle nada. Porque cuando estuvo aquí hace tres años, yo pasé repetidamente a saludarle y felicitarle con todo el respeto que a él era debido y todo el entusiasmo que siempre he sentido por su talento, y no se dignó a tener una palabra de cortesía para un compositor que, aunque humilde, era al fin y al cabo un compositor de profesión.» Por lo que, al final, nos quedamos sin melodías españolas en esta ópera.

Don Carlos es la ópera de Verdi de la que disponemos más versiones, todas ellas elaboradas o aceptadas por el propio compositor, que podemos resumir en la versión francesa con cinco actos de París (1867), la versión en italiano con cuatro actos de Milán (1884) y la versión de cinco actos en italiano de Módena (1886). La versión que vamos a escuchar esta temporada en Les Arts es la de cuatro actos en italiano de Milán, exactamente la misma que se puso en escena en 2007 en la segunda temporada de nuestro coliseo dirigida por el siempre recordado Lorin Maazel. En esta ocasión contamos con el incombustible Plácido Domingo en el papel de Rodrigo, marqués de Posa, que viene a València tras haber debutado este rol en la ópera de Viena este mismo año para celebrar el 50 aniversario de su primera actuación en dicho teatro, precisamente con el papel de don Carlo. Curiosamente la última vez que se interpretó esta ópera en el Teatro Principal de València, bajo los auspicios de la Asociación Valenciana de Amigos de la Ópera en 1976, también Jaime Aragall y Monserrat Caballé que interpretaron los papeles de don Carlo e Isabel de Valois venían de cantarlos ese mismo año en la ópera de Viena.

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