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La muerte de Sherezade

Escritora y activista, la libanesa Joumana Haddad pasó por València para contar su experiencia de mujer culta en un mundo profundamente machista y religioso, cuya carga violenta sigue marcando la vida cotidiana de Oriente Medio.

La muerte de Sherezade

Joumana Haddad (Líbano, 1970) en realidad se llama Salloum. Y nació en un Beirut frío y sangriento. Lo primero porque pasó durante un diciembre y lo segundo porque desde los fenicios la ciudad no conoce la paz, el sosiego. De familia católica y conservadora, Joumana se hizo a sí misma en un país repleto de dudas y contradicciones. Es escritora y periodista y vive, dice, para contar lo que pasa; lo que lleva pasando desde que encontró refugio en la biblioteca familiar cuando estalló la guerra civil. Allí se dio cuenta de que los libros no sólo la abrigaban a ella -también a su padre- y de que la Lolita de Vladimir Nabokov nada tenía que ver con los pensamientos que flotaban dentro de las paredes de la casa.

Desde 2014 es una de las mujeres árabes más influyentes del mundo por su lucha incansable en los derechos de la mujer. Habla siete idiomas y escribe poemas. Y suele recordar que un hecho que le «salvó» fue leer todos aquellos libros que funcionaron como escudos protectores de lo que pasaba en las calles de su ciudad natal. También los estereotipos impuestos y una educación conservadora de puertas para adentro. Pero contra eso no había barrera posible. Porque como la poetisa afirma: «La libertad es un viaje que no se termina y que hacemos cada día». Y dentro de esta guerra, ser mujer en su país es como ser un ciudadano de segunda clase. Y eso no facilita, precisamente, la lucha hacia la libertad.

Pero, ¿cómo es crecer en Líbano? La escritora lo define como una guerra cotidiana, y explica: «Se empieza a culpar a todo el mundo por la situación que atravesamos cuando los primeros responsables son los libaneses mismos que no quieren confrontar la crisis. Entre los talentos más característicos de los libaneses está el de esconder los problemas debajo de la alfombra». El sentimiento de pertenencia libanés está muy subordinado al sentimiento de pertenencia religiosa y así no puede existir una nación.

¿Es Líbano un «país esquizofrénico»?

Haddad da tres razonamientos. El primero es que gran parte de la sociedad pretende ser abierta y progresiva, pero sólo en la superficie. «Estoy cansada de escuchar que Líbano es el país más libre en el territorio árabe. La realidad es muy difícil. Hay racismo. Mucho. Por lo que no puede pretender ser una república democrática. La guerra civil fue especialmente violenta y ha marcado la infancia y juventud de mucha gente. Aún no hemos cerrado nuestras heridas por la guerra». Porque, en resumen: en Líbano no hay una convivencia como tal, sino un intento de tolerancia que no siempre sale bien por culpa de la falta de pluralidad.

La segunda razón que da la escritora es que la mayoría de los ciudadanos se deja llevar por lo que piensa el resto. Esto crea una especie de modulación de expectativas respecto a los otros. Y da lugar a las personalidades esquizofrénicas. El tercer motivo es el limbo en el que su país está perdido: «Ser o no árabe, ser o no occidental y ser o no abierto». El resultado es una falta absoluta de identidad.

Todas estas controversias son las que Joamana trata en sus escritos, donde defiende que el problema ya no son las leyes, sino los esquemas que se repiten a través de las generaciones con el apoyo lógico de una cultura de difícil acceso.

Matar a Sherezade

Las mil y una noches era uno de esos libros que su padre, gustoso, le permitía leer de pequeña. En él aparece un sultán al que le han sido infiel. Hasta que éste decide casarse cada día con una mujer virgen para matarla después y así evitar que le vuelvan a engañar. Esta es su dinámica habitual hasta que aparece el personaje de Sherezade, quien se da cuenta de que si cada noche le cuenta una historia sin fin, prometiendo contársela al día siguiente, él no la matará por mera curiosidad.

Sherezade tuvo que contarle mil historias hasta que el sultán se acabo enamorando de ella. Joumana critica que ese personaje negocia sobre sus derechos fundamentales. Porque una mujer no tendría que tener que ser inteligente para sobrevivir. A pesar de que el mensaje es vanguardista, ya que es una historia en la que la mujer utiliza su intelecto para hacerlo y no su físico. Y eso, desgraciadamente, es una novedad. Por eso en su obra, Joumana decide matar a Sherezade para luchar por unos derechos que considera irrenunciables.

Un día, mucho tiempo después, su padre se enteró a través de uno de sus libros de esas primeras ávidas lecturas que experimentó entonces una joven Joumana en la biblioteca de su casa. Y, claro, se lo recriminó: «¿Cómo pudiste leer esos libros a esa edad?» A lo que ella respondió: «¿Y tú que eras tan conservador, cómo podías tenerlos?»

Y el padre, calló.

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