Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La jubilación, el gran mal del siglo XXI

María García-Lliberós (València, 1950), escritora, funcionaria y artífice del primer proyecto de la televisión autonómica. levante-emv

«Con la jubilación me enfrentaba a un reto diferente. Me estremecí, como si estuviera ante un precipicio», piensa Emilio Ferrer -ingeniero y Jefe del Área de Proyectos de la Dirección General de Infraestructuras durante varias décadas-, protagonista de la última novela de la escritora María García-Lliberós (Valencia, 1950), La función perdida, publicada en la editorial Sargantana.

La octava novela de García-Lliberós narra la historia de un hombre que se acerca con ambivalencia a la jubilación, pues en ella encuentra un abismo pero también un enorme motivo alrededor del cual reflexionar. ¿Han valido la pena tantos años de trabajo sacrificando una vida personal que ahora se revela vacía? Podríamos definir la figura del funcionario como la de aquel ciudadano que ejerce una función determinada -y útil- en una sociedad. Él hace que los entresijos de una comunidad funcionen y se muevan adecuadamente. ¿Qué ocurre cuando esa función se pierde? ¿Necesitamos ser útiles a los demás para vivir con determinada dignidad? ¿Qué estamos dispuestos a hacer para superar la soledad y el silencio social? Todas estas cuestiones gravitan alrededor del protagonista de esta novela, cuya construcción ha supuesto un reto para su autora, pues es la primera vez que decide adoptar el punto de vista masculino para contar un relato. Emilio es, ante todo, un desencantado de la vida que a través de una narración seca -que linda en ocasiones con la pura confesión- decide combatir la desesperación con altas dosis de cinismo y sarcasmo. Se trata de ese tipo de funcionario que ha sobrevivido a distintos gobiernos y cuyo apreciado trabajo no es otro que adornar de legalidad cualquiera de las funciones que le atribuyan. Es por ello que todos los políticos están satisfechos con su trabajo. Es por ello también que el cinismo de Ferrer va creciendo al mismo ritmo que prospera en su carrera funcionarial.

Pero no solo se trata del narrador; es esta una novela de amistad masculina cimentada en dos personajes esenciales -Emilio y Guillermo- que bien podrían asemejarse al Quijote y el Sancho del Cervantes. Una amistad al estilo de la que definió Sandor Marai en su novela El último encuentro («Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así, con todas sus consecuencias») u Oscar Wilde («Sí, el amor está muy bien a su modo, pero la amistad es una cosa mucho más alta. Realmente nada hay en el mundo más noble y raro que una amistad verdadera»). Una amistad, por tanto, con un sentido noble de la misma y a la que une un exacto destino no necesariamente feliz.

El amor también está presente en la novela pero siempre como un elemento del pasado que no se cuidó, que se sacrificó para conseguir una estabilidad y ambición profesional que anuló partes sustanciales de la vida de Emilio Ferrer. El contexto social de La función perdida se inserta en uno de los quinquenios más lúgubres de nuestra historia reciente, aquel que va desde el año 2010 hasta 2015 y en suyo seno se cometieron algunos de los delitos más escandalosos de una corrupción que se reveló costumbre. Una sociedad herida y asustada que comprueba con estupor de qué modo la crisis se supera distribuyendo peor la riqueza, es decir, hundiendo a la clase media-baja. Este será el caldo de cultivo para una tolerancia con la corrupción que, a día de hoy, sonroja a cualquiera: «Lo peor es que los españoles, sin excepción, somos cada día mas pobres. Las viviendas, los solares, las fincas agrícolas están perdiendo valor a un ritmo frenético. Los ahorros se esfuman, las rentas desaparecen y se establece este ambiente de inseguridad que has visto», dice Emilio en un momento del libro.

Esta nueva novela de García-Lliberós, magistralmente dialogada, se emparenta de algún modo con las últimas obras de Rafael Chirbes, otro valenciano ilustre que supo registrar la magnitud de la crisis económica valenciana como ensayo de la española. Ambos universos beben del desencanto de un tiempo que lo modificó todo para siempre.

Compartir el artículo

stats