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El regreso de Ajoblanco

En la Barcelona más contracultural y cosmopolita de los años 70, una joven revista iba a remover el panorama ideológico del país

El regreso de Ajoblanco

La reaparición de la legendaria revista de la contracultura Ajoblanco, ya por su segundo número, al tiempo que se extinguen cabeceras como Interviú y Tiempo, es todo un síntoma de que los tiempos están cambiando. Son avisos de una segunda transición, social, cultural y mediática. El pistoletazo de salida que transformó el panorama cultural y político fue el 15 M, y como dice el periodista Pepe Ribas, fundador de la revista en 1974, el mensaje les llegó de golpe: «Nos dimos cuenta de que los eslóganes y proclamas de los jóvenes del 15 M coincidían mucho con los nuestros en los 70».

Tres años preparando el proyecto con diferentes equipos. Una experta editora, Carolina Espinoza; encuentros con gente joven para tantear el terreno y buscar contenidos. Y finalmente, gracias a un crowfunding inicial, dos flamantes números en los quioscos, el de verano y el de invierno de 2017. Y la revista sale valiente, sin un ápice de publicidad. «Confiamos en la pre venta o la directa (7 euros) en librerías alternativas y quioscos». El primer número, aparecido en verano del año pasado, vendió 17.000 ejemplares. El segundo, lo presentó el mismo Ribas en Carevolta, Valencia, el pasado diciembre.

Diecisiete años después de la última aparición de la revista, en diciembre de 1999, sus responsables, Pepe Ribas y Fernando Mir, dos luchadores vanguardistas antisistema en la Barcelona de los 70, han retomado el hacha de guerra. Veteranos periodistas e intelectuales de armas tomar, que permanecen fieles a sus principios setenteros. «Buscábamos entonces y buscamos ahora caminos de libertad. Nosotros no estamos en el odio; estamos en la cultura de lo común», dice Ribas.

«¡Los 70 a destajo, los 80 al carajo!», es uno de los nuevos eslóganes, y aunque el último número lleva en portada un reportaje que desmonta las mentiras de Internet, el plan es sacar dos números en papel y luego abrir una web. Como decía Allan Watts, no estoy contra la tecnología sino contra la manera de utilizarla.

«Ahora ha llegado el momento de volver a crear un país desde abajo. Los de arriba no nos van a dejar, pero vamos a empujar y lo vamos a conseguir», ha declarado Ribas en una entrevista reciente. «Se trata de responder a la pregunta: ¿hay relevo? ¿Qué pasa con los cuarentones? ¿Qué pasa con toda esa dispersión que han provocado las autonomías?», continúa preguntándose este pionero de la disidencia. «No copiar. Creatividad, decir lo que se piensa. Recrear nuestra cotidianidad, que es lo importante. Ajoblanco va a ser fiel a su tradición; a ser fiel con lo que surge de abajo arriba». Y esa tradición, fraguada en los combativos días de la Barcelona de los primeros 70, la de Pau Riba, la Dharma., Nazario, las Jornadas Libertarias, Sisa, Zeleste, la revista Star, Gato Pérez y los demás, la evoca muy bien Ribas:

«Eramos universitarios, poetas; nos gustaba Artaud, el dadaísmo...; ir a contracorriente. Frente a la generación del 68, más dogmática, nosotros nos pusimos por delante: la antisiquiatría, la liberación gay, el ecologismo, el feminismo, suprimir la mili€» Aquellas movidas avanzadas del inicio de la década, las expectativas de libertad despertadas por la muerte del dictador, fueron debidamente sepultadas por la Transición y sus pactos.

Lo que sucedió en los 70 es el relato de un tiempo sepultado en el olvido. Iconos de la contracultura, como la liberación sexual, las drogas, las músicas del mundo y el rock,n, roll, marcan la soterrada oposición de una generación emergente, que reclamaba libertad de pensamiento y acción. Intentaron protagonizar una transformación social alternativa que se vio frenada en seco. Frente a las aventuras estéticas y el espíritu mágico de revuelta integral y subversión de valores, la política se puso en el puesto de mando y se relegaron las aventuras estéticas a un segundo plano. Es la ideología que vence sobre el pensamiento crítico y transgresor.

Sin embargo, y por fortuna, eso nunca murió del todo. El espíritu de la transgresión sigue más vivo que nunca. Y ahora reaparece con un nuevo activismo mediático. «Darle a la cultura algo que no estamos leyendo ni viendo por ninguna parte». No por casualidad, en el segundo número de Ajoblanco, Pepe Ribas entrevista a un filósofo emergente, Josep Maria Esquirol, autor del libro de culto Resistencia intima. Y Esquirol le dice a Ribas: «El camino de la resistencia lleva a una cierta marginalidad (€) Una cultura que no sea radical, que no esté conectada con lo vivo, no me interesa. Cultura significa cultivo de los fundamental». En eso están los del Ajoblanco.

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